Es el momento de la lectura de los 308 nombres de las víctimas del terremoto del 6 de abril, por parte de algunas chicas que se distancian. Los altavoces amplifican sus nombres: Alena Airulai, Carmine Alessandri, Silvana Alloggia... Un aplauso liberador acompaña el último nombre. En el palco Stefano Corradino de “Articolo21”, introduce las siguientes intervenciones. Es el turno de un padre que ha perdido a su hija de 6 años en el derrumbe de la escuela elemental de San Giuliano de Puglia el 31 octubre del 2002. Dignidad y compostura en las palabras de este hombre, siempre unidas a la sed de justicia. El hombre agradece a los bomberos “porque son los únicos que en el silencio de su trabajo te ayudan, son ellos los que no piden medallas, pero que viven de un mísero sueldo, son ellos quienes lloran junto a nosotros, no son los que ríen en la noche porque ese terremoto se convertirá en un negocio”... “Cuando sufres un trauma así – explica con lentitud – te quedas solo, no puedes contar con las instituciones que hoy se afligen por defender a quienes se alegraron esa noche. Nadie te da una mano para tratar de dar las respuestas a tu hija, para tratar de tener una miga de verdad y justicia... Tienes que luchar solo contra los intereses. Y lo más triste es cuando se apagan los reflectores, te quedas solo, tu, tu drama, tu familia que ya no logra vivir”... “Hemos seguido adelante con fuerza y coraje porque le juramos a nuestros hijos, les hicimos la promesa, la única que podíamos hacerle, jurando sobre esos 27 ataúdes blancos, que iríamos hasta el final, que les daríamos todo lo que podíamos darles: verdad y justicia. En este País son demasiados las masacres impunes porque “los amigos de los amigos” están infiltrados en todos lados. ¡Recuperemos L'Aquila, L'Aquila es vuestra, es nuestra, L'Aquila es de los italianos! ¡Hagamos de forma tal que no termine en el olvido, porque esto sería lo más dramático!”. Las personas lo aplauden con convicción y mientras baja del palco se abraza con Antonietta Centofanti y le susurra: “no abandones”... Las palabras de Grazia Malatesta, la madre de Davide Centofanti, sacuden una vez más a los presentes. La fuerza de esta mujer va más allá de ella misma, más allá de su físico flaco, marcado por el dolor. “Luego de la muerte de Davide – comienza Grazia leyendo una hoja – he pasado muchísimo tiempo preguntándome qué sentido tenía que darle a todo esto; si nada sucede por casualidad, el dolor no puede ser un fin en sí mismo, ¿dónde tenía que buscar un sentido, una razón a tanto sufrimiento? Por meses me quedé sin respuestas y con mucha rabia, luego lentamente se abrió un destello... era mi conciencia, era allí que tenía que buscar el sentido, tenía que despertarla, liberarla de las cadenas que la tenían prisionera, re oxigenarla”. “Y entonces me dije: si el sacrificio de nuestros muertos no logra mellar nuestra indiferencia, nuestra estupidez, nuestra mezquindad, nuestra miope ignorancia, nuestros personalismos... ¡entonces no bastará un proceso breve para hacer vano su sacrificio y nuestro dolor, habremos hecho que sea inútil todos nosotros! Y es así que ahora mi conciencia está resurgiendo y recorriendo su nuevo camino. ¡Hoy ésta masiva presencia me llena el corazón de gratitud, si estáis aquí es porque esta sensibilidad ya está dentro de vosotros, por ello me dirijo sobre todo a aquellos que no han venido no porque no hayan podido, sino porque no han querido y a todos los chicos que están presentes hoy les digo que: estén siempre presentes cuando que haya que defender la justicia!
¡No tengáis miedo, la democracia sin la justicia no puede existir, es sólo caos! Vosotros sois la parte sana de este País, que nosotros adultos os hemos entregado muy maltrecho. Pero sois la fuerza regeneradora, el futuro, la esperanza. ¡Un mundo mejor, una vida mejor, la felicidad, son un derecho vuestro, defendedlo con valentía! No busquéis atajos, quien los busca es solo aquél que no tiene en el corazón un mundo mejor”. En vuestra vida pasareis por períodos de alegría y períodos de dolor, disfrutad plenamente de las alegrías, pero no tengáis miedo al dolor. Es en el dolor que se abrirán vuestros corazones, se despertarán vuestras conciencias”. En ese momento la voz de Grazia se quiebra y al límite de ceder, retoma el aliento y retoma la tinta china: “Se despertarán vuestras conciencias y os encontraréis nuevamente con vosotros mismos, será un camino cansador, pero no se arrepientan, rebélense de frente a cada injusticia y si son muchos el camino será más fácil. Como decía nuestro querido Kant: 'el cielo estrellado sobre mí, la ley moral dentro mío', éste es el camino, no hay otra salida”. Los ojos de esta mujer contienen la emoción cuando recuerda a su hijo: “Davide era un chico sencillo, con muchos problemas como los chicos de su edad, pero con un gran sentido de la justicia y una sensibilidad sobresaliente. Una vez vio en internet un video muy duro sobre el maltrato de los animales, quedó shockeado y me dijo 'mamá si el hombre es capaz de tanta crueldad ya no quiero pertenecer a esta humanidad', me enterneció muchísimo, pero desgraciadamente las palabras jamás habían sido tan proféticas. Y entonces comprometámonos todos a mejorar esta humanidad, hagamos justicia a estos muertos con la valentía del cambio, renovemos nuestras conciencias. Gracias a todos de parte mía y de mi Davide”... La emoción se apodera de muchos de los presentes así como de todos los relatores sucesivos, intercalados por los videos y testimonios de familiares de las víctimas. También está Lily Centofanti, la hermana de Davide, junto a Antonio Mancini: son ellos quienes han llamado a L'Aquila el “pueblo de las agendas rojas” de Salvatore Borsellino. Una llamada a unir las fuerzas. Y luego aún más testimonios, historias de injusticias y de delitos impunes. El cuadro que surge es cada vez más desolador. El de un País de la democracia bloqueada, a la merced del gobernante de turno, preocupado únicamente en salvarse a sí mismo de las salas de justicia. Pero es también un País sin memoria, que se obstina en no querer hacer las cuentas con su propio pasado y que se condena a tener que vivir masacres y tragedias. En la gran pantalla aparece Salvatore Borsellino, conectado a través de skype. Problemas de salud le han impedido poder venir personalmente, pero su voz toca como siempre el alma de todos los presentes. Salvatore se une con fuerza al reclamo de justicia de la gente de L'Aquila y de los familiares de todas las tragedias impunes. Su grito resuena en una plaza donde centenares de llamas siguen brillando en la oscuridad. Y es un grito de denuncia para quienes construyeron casas que se desmoronaron como castillos de arena. Un grito contra la usual “bandada de buitres”, listos para venir a L'Aquila vestidos de políticos en búsqueda de pasarelas.
“¡Nosotros no aceptaremos los procesos breves... continuaremos hasta el último aliento luchando por la verdad y por la justicia! Les haremos de escolta a los magistrados honestos, para que la verdad salga a la luz y que la justicia triunfe. Las agendas rojas resistirán un minuto más que el régimen y nuestro grito será siempre el mismo: ¡Resistencia! ¡Resistencia! ¡Resistencia!”
Cae la noche sobre esta ciudad, escenario de una enésima tragedia anunciada. El miedo de que también sobre L'Aquila el olvido tome la ventaja sobre la respuesta de justicia, se siente en el aire. Un temor contra el cual se oponen con todas sus fuerzas los familiares de las víctimas de todas las tragedias, unidas por un dolor común. A todos nosotros nos toca la obligación moral de unirnos en esta lucha en contra del tiempo. Una obligación moral que nos impone pretender justicia por cada una de estas víctimas. Antes de que la noche envuelva completamente nuestro futuro.
Galería fotográfica de la manifestación: http://www.antimafiaduemila.com/content/view/25944/78/
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