Si por un lado es verdad que el tiempo permite el justo desapego para hacer evaluaciones, también es cierto que la experiencia debería servir para prevenir y, por cuanto sea posible, evitar que ciertos traumas repercutan nuevamente en la conciencia colectiva, a pesar de que en gran parte esté dormida.
Por lo tanto eliminar hoy a Antonio Ingroia (magistrado italiano), sobre cuya incolumidad se reían socarronamente los buitres que ocupan el Senado, o a Sergio Lari, o a Doménico Gozzo, o a Nino Di Matteo (magistrados italianos) y por qué no incluso al testigo clave Massimo Ciancimino ¿qué escenarios delinearía?
En este momento Italia está pasando por una fuerte crisis económica, huelgas continuas y protestas, demuestran que la crisis no se ha terminado para nada y que la reactivación, si es que la habrá, todavía está lejana. La creciente desocupación exaspera el clima general y el difundido malestar se ha impregnado de incertidumbres y miedo del futuro.
El enfrentamiento político no se da entre mayoría y oposición, casi completamente inexistente y a la merced de los múltiples chantajes transversales, sino entre un poder arrogante y enrocado en sí mismo y una sociedad civil indignada, que no logra encontrar una convincente representación en el parlamento, una parte de la magistratura atestada en defensa de la Constitución y alguna aislada voz del periodismo y de los intelectuales. Además, el conflicto no concierne a las necesidades del país o a las reformas, sino a la lucha para garantizar los privilegios de casta, sobre todo del Presidente del Consejo y el intento de los ciudadanos conscientes que ven resbalárseles de la mano sus propios derechos de dignidad e igualdad.
Los gravísimos episodios de intolerancia y racismo sucedidos en territorio de la ‘ndrangheta (criminalidad organizada de la región italiana de Calabria), ligados a la explotación bárbara y primordial de pobres desgraciados, que la gran quimera del desarrollo sin límites de la opulenta minoría del planeta ha reducido a la miseria, clarifica el estado de empobrecimiento humano y cultural hacia el cual se está precipitando incluso, hasta el más simple sentimiento de compasión y solidaridad. El primer mundo, rico y egoísta, le cierra las puertas a la enorme masa de pobres y pobrísimos que nos ponen en vergüenza a todos, como raza, a los ojos de la historia. Pagan antes y más que todos las consecuencias del lento e inexorable derrumbe del gran Imperio de los Estados Unidos, que ahogado en las deudas, se menea entre la imagen de un presidente a la medida de los sueños de los pueblos y la realidad del despiadado regateo de los intereses de los lobbys, familias y potentados, que tiran los dados sobre el mapamundi. Una guerra fantasmal al terror, un despliegue de fuerzas armadas en el centro neurálgico de la lucha por los recursos y por la supremacía y el terreno que resbala bajo los pies frente al inquietante avance de Rusia y China, que al estar condiciones mucho mejores no tienen intención de quedarse mirando.
A una Norteamérica de rodillas no le gusta la política de Berlusconi. Sobre todo por esa tan estrecha amistad suya con Putin, el nuevo verdadero poder que avanza. Y tampoco Europa, con Inglaterra a la cabeza, se divierte más con los gags del “duque”megalómano que hace de las reglas democráticas papel usado. Pero sin embargo nuestro país es siempre una vanguardia estratégica sobre todo en la eventualidad de escenarios de guerra y tener un referente poco fiel y/o poco creíble en la patria y fuera de ella, no es precisamente una ventaja.
Los notorios poderes fuertes podrían reconocer ya la exigencia de un cambio de guardia, la necesidad de una “tercera república” ¿y qué mejor que un trabajito sucio, confiado a la aliada de vieja data Cosa Nostra? La mafia hoy desbaratada sobre cuyo nuevo equilibrio incumbe su prima americana ¿en el fondo qué tendría que perder? Traicionada y abandonada en su componente conocida y expuesta, podría devolver el favor, como de costumbre y negociar su nuevo rostro, por ahora desconocido e insospechado, con una nueva clase política.
Asesinar a quien investiga o de testimonio sobre él, equivaldría a decretar el fin para Berlusconi y los suyos, así como el homicidio de Lima (político italiano) y la muerte de Falcone le costaron a Andreotti la Presidencia de la República. Matteo Messina Denaro parece estar en condiciones todavía de contratar, pero si no lo fuese, la radicada burguesía mafiosa, que administra las inmensas riquezas acumuladas a lo largo de los años, está y cómo, lista para confiar el cetro a cualquier “piciotto” despabilado, guiado en la sombra por los irreducibles puestos en libertad, con descuento de la pena.
¿Riina y Provenzano? Quizás no darían su consentimiento, pero indudablemente, viejos y enfermos, en el aislamiento de sus celdas, disfrutarían del ocaso.
Nosotros, incluso detestando la política del Presidente del Consejo de Berlusconi, rechazamos con fuerza la idea de que pueda ser destituido de su cargo al sonar de las bombas; quisiéramos que fuera derrotado democráticamente y con elecciones legítimas. Por lo tanto os ruego a vosotros que me estais leyendo, si deseais criticar incluso fuertemente éstos modestos análisis míos, que lo hagais en mérito a la cuestión, con lógica igual y contraria a aquella con la cual los he expuesto.
Fuente: www.antimafiaduemila.com