“Es normal que sujetos propietarios de grandes cantidades de dinero, busquen interlocutores bastante adinerados que les permitan invertirlo”.
Así Paolo Borsellino, en una entrevista hoy famosa, explicaba a los periodistas que le hacían preguntas sobre Vittorio Mangano, como funcionaba el acercamiento de las mafias a la economía por así decirle legal.
Hoy es Massimo Ciancimino, quien nos confirma cómo tenía lugar este proceso en ese momento histórico. Más allá de la evaluación de cada una de sus declaraciones, lo cual le corresponde a los varios jueces que lo están escuchando, lo que nos muestra el hijo varón más pequeño de Don Vito, es el rostro verdadero de Cosa Nostra. Que de hecho, como nos demuestran las investigaciones que aún están en curso, una parte de las cuales está publicadaa en este número, no ha cambiado nunca.
La mafia relatada por Massimo Ciancimino, el cual la ha respirado desde pequeño, ya que los boss mafiosos frecuentaban su casa como viejos amigos de familia, es la que ha sobrevivido hasta el día de hoy en los métodos y enredos especulativos, incluso a despecho de los mismos Riina y Provenzano.
Don Vito (ex-alcalde de Palermo) era una de las mentes pensantes de los corleoneses, más cercano y afín a Binu (Provenzano), con el cual se podía razonar y planificar. Provenzano le trataba de usted, en señal de respeto hacia su viejo profesor de matemática, el cual, consideradas las escasas dotes, se maravillaba de su notorio apodo: “el contador”.
Ciancimino junior veía a este hombre, buscado a lo largo de 43 años, entrar y salir de la casa de su padre, ya sea en Palermo, o Roma, ya fuese libre o detenido, con el nombre de Ingeniero Lo Verde. Juntos hablaban, planificaban y hacían acuerdos. Uno, con el auxilio de la prepotencia política y empresarial y el otro, con la fuerza de la intimidación, se adjudicaban y se hacían adjudicar contratos por miles de millones de esa época, en todo sector: los recursos energéticos, Gas, construcción, residuos, sanidad. Un comité de negocios, ya ampliamente ilustrado por otros colaboradores de justicia (arrepentidos mafiosos), como Angelo Siino, Giovanni Brusca y Antonino Giuffré, pero del cual Massimo aporta las coordenadas de gestión desde el mando.
En un cierto momento Sicilia ya no bastaba a Cosa Nostra para invertir sus recaudaciones ilícitas y la atención se desplaza hacia el Norte, donde afluyen los grandes capitales y sobre todo donde el sistema político-empresarial facilita la gran expansión.
Por lo tanto Don Vito, junto a dos amigos empresarios fiables, quienes resultaron ser dos jefes de “mandamento” (área de influencia), Franco Bonura y Salvatore Buscemi, a quienes llamaba “los gemelos”, decidió deslocalizar el uso de capitales en Milán y empeñarlos en una “obra faraónica”: Milano 2. Donde según especifica Massimo Ciancimino ya habían invertido varios jefes mafiosos.
¡Declaraciones que, como es previsible, han desencadenado la guerra de insultos y la denigración por parte de los usuales libelistas pagados por el sultán, los cuales han omitido subrayar que no se trata de novedades estrepitosas! Ya en el proceso que ha condenado a Marcello Dell’Utri a 9 años de reclusión por concurso externo en asociación mafiosa, había surgido el interés de Stefano Bontade, quien en esa época, en los años sesenta, era el jefe de Cosa Nostra y de otros boss, en la construcción de Milano 2.
Además Ciancimino responde a los magistrados basándose en los documentos que le dejó su padre, con quien los comentaba en vistas de la redacción de un libro con un título emblemático: ¿Por qué? Una clase de entrevista entre padre e hijo sobre tantos misterios y tantos personajes que pasaron por las casas de los Ciancimino, quienes por algún favor, quienes por un negocio, quienes por una estrategia, quienes por una negociación.
El cuadro presentado por Don Vito tendrá que ser pasado por el tamiz, teniendo en cuenta el sujeto, pero resulta completamente creíble en la actualidad.
No ha pasado mucho tiempo, para ser exactos el 2005, desde cuando los directivos de Confindustria y Assindustria Sicilia, Giuseppe Costanzo y Fabio Cascio Ingurgio tuvieron que abandonar sus cargos, porque compartían sus sociedades empresariales con los herederos del susodicho Stefano Bontade y de su fiel e igualmente poderoso jefe mafioso: Mimmo Teresi.
No por último, el Comité Addiopizzo, se ha visto obligado a rechazar la adhesión a su campaña “Contra el pizzo (impuesto mafioso) cambia los consumos”, de las empresas de Ettore Artioli, otro gran nombre siciliano dentro de la asociación de categoría, porque estaba en sociedad con los anteriormente citados Costanzo y Casio. Así como ha tenido que expulsar la empresa Aedilia Venusta srl, cuyo titular Vincenzo Rizzacasa comparte propiedadades y negocios con la familia Sbeglia, cuyos exponentes fueron involucrados en investigaciones por mafia y considerados ser testaferros del mismo Riina.
En pocas palabras, no es tan difícil creer que la mafia haya escalado, gracias a su dinero sucio, los vértices económicos y políticos del País.
Pero lo que más preocupa del testimonio de Massimo Ciancimino no es tanto lo que le ha sido confiado por su padre, sino sobre todo lo que ha visto y de lo que ha participado directamente.
La así llamada negociación. El diálogo entre mafia y estado del cual ha sido protagonista con su padre. La primera fase, con el intercambio de papeles y solicitudes absurdas, interrumpidas brutalmente con el asesinato del juez Borsellino y de los jóvenes de su escolta y la segunda con la entrega de Riina, determinante para el cierre de un pacto que le ha garantizado a Provenzano “la inmunidad territorial”, a cambio de una Cosa Nostra colaboradora, lucrativa y sobre todo silenciosa.
Quien actuaría de contra parte del nuevo Jefe de Cosa Nostra, habría sido según lo que Don Vito Ciancimino le dijo a su hijo, Marcello Dell’Utri.
“Pizzini” (trozos de papel usados por los mafiosos para comunicar entre ellos) y cartas dirigidas al Senador de Forza Italia y para conocimiento al Presidente del Consejo, que tienen fecha hasta el 2002, probarían que en realidad este diálogo, esta negociación, no habría sido nunca interrumpida. Hasta poco antes de su muerte Ciancimino siguió siendo interpelado por Provenzano, como consejero personal, sobre temas extremadamente delicados (incluídos proyectos de ley), de los cuales el boss mafioso habría hablado directamente con Dell’Utri. Afirmaciones muy graves, de seguro, pero no nuevas.
Se cotejan con lo que ya ha sido explicado por Giuffré (arrepentido de mafia), por ejemplo, el cual ha referido muchas veces que Provenzano, más de una vez, se había puesto en primera persona a favor de Forza Italia, porque había recibido una serie de garantías, ya que era capaz de hablar directamente con los vértices del partido.
Y es en este sentido que se colocaría incluso lo que ha declarado Spatuzza, más allá de la montaje mediático que se creó a su alrededor.
Pero de todo esto hablaremos en el próximo número, cuando Massimo Ciancimino haya terminado de declarar en el proceso Mori y quizás también en el proceso a cargo de Dell’Utri.
Por ahora no es posible establecer si todo este material se convertirá en certeza procesal, pero seguramente surge una pregunta espontánea, que la dirijo a todos vosotros, queridos lectores: ¿Es cierto que Cosa Nostra está terminada?
Solo para seguir con el tema.
Mientras estamos por mandar a imprimir este número sabemos de nuevas amenazas ya sea a Massimo Ciancimino que a los magistrados involucrados en primera línea en las investigaciones sobre la negociación. Y molesta en particular la exagerada exposición a la cual ha sido sometido el doctor Ingroia, víctima de continuos artículos denigratorios y ataques mediáticos.
En este preciso momento histórico, tan delicado para nuestro País, un atentado en contra de uno de estos jueces, o de Ciancimino mismo, podría tener un efecto muy fuerte y desestabilizador, que obligaría a Berlusconi a la dimisión. Es una perspectiva escalofriante que no agrada. Pero los precarios equilibrios del mundo: los Estados Unidos de rodillas y la rivalidad cada vez más abierta con Rusia y China, hacen presuponer la necesidad de una presidencia del consejo italiano verdaderamente sólida, a prueba de escándalos y de gags y sobre todo un poco más distante de Moscú y de sus recursos energéticos.
¿Podrían los notorios poderes fuertes reconocer ya la exigencia de un cambio de guardia, la necesidad de una “tercera república” y qué mejor que un trabajito sucio confiado a la aliada de antigua memoria, Cosa Nostra?
A los magistrados y también a Massimo Ciancimino nuestra solidaridad.
1 de marzo de 2010