Domingo 10 Noviembre 2024
La Cosa Nostra que ha descrito el hijo de Don Vito Ciancimino (ex alcalde de Palermo, miembro de Cosa Nostra, fallecido en el 2002), de la cual ha sido testigo directo, es en cambio una estructura poderosísima, con un rol de primordial importancia en el desarrollo económico y político de Sicilia y no solo de ella.

Vito Ciancimino estaba entrelazado tanto con Provenzano, quienes se conocían desde jóvenes, como con el misterioso señor Franco, un nombre de fantasía, un hombre de los servicios secretos que le habría sido acreditado por el diputado Restivo, quien en ese entonces era ministro del Interior.
Con el primero administraba el alto empresariado, con el segundo las cuestiones más reservadas y con ambos, ya que incluso entre ellos estaban en estrecho contacto, colaboraba en las estrategias más delicadas.
Es gracias a su amistad con el padrino paisano, que el viejo alcalde se adjudica y hace adjudicar a sus testaferros los contratos y concesiones suficientes como para enriquecerse a sí mismo y a la organización criminal. Es el caso del big business del gas de Caltanissetta, que gracias a la influencia de Don Vito y a la conexión de Provenzano con los Madonia (clan mafioso), fue asignado al grupo Lapis-Brancato. Para hacerse una idea: en el momento de la venta en el 2004, la empresa, de la cual Don Vito tenía una cuota oculta del 15% y Provenzano tenía un porcentaje fijo por el “acomodo” de un 2%, valía alrededor de 1000 euros por usuario, con una renta final de 130 millones de euros. Con Salvatore Buscemi y Franco Bonura, ambos jefes mafiosos de alto rango, con quienes mantiene “relaciones de carácter familiar”, Don Vito en cambio, diversifica sus inversiones, ya no solo en Sicilia sino también en Canadá, Montreal y Milán, donde las ganancias mafiosas se utilizan en “una obra faraónica”, en la periferia de la capital Lombarda. Se trata de la “Milán dos”, de Silvio Berlusconi, donde – según ha especificado el testigo – ya habían invertido muchos otros jefes mafiosos. Y entre los nombres de los negociadores, contenidos en los documentos de su padre, aparece en la lista también Marcello Dell’Utri.
El señor Franco, del cual Massimo Ciancimino provee características físicas genéricas (de alrededor de 65, 70 años, distinguido, muy prolijo) y la rastreabilidad en una memoria sim, que por ahora no ha sido encontrada, es sobre todo el consejero discreto y silencioso. Interviene y se le consulta en situaciones particularmente delicadas. Es él quien indica al político corleonés como la persona adecuada para efectuar algunas actividades de cobertura. Cuando Moro fue secuestrado en 1978, los altos cargos de la Democracia Cristiana y el mismo Franco habían contactado a Don Vito para que informase a Provenzano, pero también a Pippo Calò, que en ese período estaba muy presente en Roma y a la cúpula de la banda de la Magliana, que se abstuvieran de tomar iniciativas no solicitadas relativas a la búsqueda del escondite en el cual estaba detenido el estadista democristiano.
Un cometido similar le fue pedido también al ex alcalde inmediatamente después del estrago de Ustica. Tenía que contactar a Provenzano para que efectuase un control cerrado del territorio, al fin de evitar fugas de información o de testimonios no controlados que pudiesen poner en tela de juicio la versión oficial establecida por el gobierno de ese entonces.
Por lo tanto Cosa Nostra, con uno de sus principales referentes político-empresariales, participa de algunos de los acontecimientos más dramáticos del País y si en estos casos cumple solo la función de apoyo, en el bienio de los atentados ’92-’93, es protagonista del cambio.
Respondiendo a las preguntas del fiscal Nino di Matteo, Massimo Ciancimino, de hecho ha introducido el tema de la “negociación”, es decir el diálogo entre el Estado representado por el general Mori, actualmente imputado y por el capitán De Dono, con la mafia de Riina, de la cual Don Vito era el mediador.
Ciancimino junior ha recordado el encuentro que tuvo con el entonces capitán De Donno en un avión hacia Palermo, pocos días después del atentado de Capaci y la petición que le fue hecha de concertar un encuentro con su padre.
Solo después de haber consultado con Provenzano y con el señor Franco, Vito Ciancimino consintió encontrarse con los dos oficiales, “no era parte de la mentalidad de mi padre encontrarse con los carabinieri y ciertamente no podía estar bien visto dentro de Cosa Nostra”. El objetivo del encuentro era el de terminar con la violencia que había llegado al límite con el homicidio de Falcone y por lo tanto obtener una rendición de los prófugos a cambio de un buen tratamiento para los familiares. Para Ciancimino la ventaja ofrecida fue la de poder beneficiarse de algún descuento de la pena.
Pero Don Vito no pensaba que los dos oficiales estuviesen en condiciones de asegurarle la resolución de sus problemas carcelarios por lo tanto, siempre gracias al señor Franco, le habría sido garantizado que el Ministro Rognoni y el Ministro Mancino estaban en conocimiento de las actividades de los carabinieri. Todo esto antes del atentado de Vía D’Amelio.
De la negociación Mori y De Donno siempre habían dado una versión distinta, datando esos encuentros posteriormente al homicidio del juez Borsellino, pero sobre todo habían negado siempre que hubiesen visto el famoso “papello”, la lista de peticiones que Riina, una vez que se hubiese constatado la disponibilidad al diálogo del Estado, habría propuesto en cambio del cese de los atentados. Pero el documento ha sido presentado por Massimo Ciancimino y lleva, en un post-it adjunto, la escritura de Don Vito: entregado espontáneamente al coronel Mori del Ros (Núcleo Especial Carabinieri). Por órdenes del padre Massimo fue a retirarlo personalmente, en un sobre cerrado, donde el Dr. Antonino Cinà, longa manus de Riina, en su villa de Mondello. Una vez examinado el contenido Don Vito se enfureció diciendo una frase característica: “el gilipollas de siempre”. Las relaciones entre el político y el jefe de Cosa Nostra nunca habían sido idílicas, Don Vito lo creía un megalómano y después de los atentados de Capaci se convenció de que alguien estuviese soplando sobre su personal exaltación para inducirlo a provocar un clima de desestabilización propedéutica en una fase de profundo cambio -le confió años después al hijo-.
Sin embargo, a pesar de su contrariedad, ya sea Provenzano que el señor Franco le habían solicitado que buscase una forma de mediación, una reelaboración moderada para volver más aceptables las propuestas imposibles lanzadas por Riina. Y esto está precisamente en el segundo documento que el fiscal Di Matteo le ha pedido a Ciancimino que comente. Se trata de una hoja manuscrita del padre, en la cual hay otros tipos de modificaciones legislativas, de gran interés de todos modos para Cosa Nostra y no solo para ella. Una especie de nota, una traza, que le habría servido para próximos encuentros que debía tener con Provenzano, el señor Franco y los carabinieri, en pocas palabras, con sus interlocutores. Todos temas de los cuales seguirá hablando Massimo Ciancimino, en el curso del interrogatorio.
Un pequeño dato curioso, ayer en la sala había un grupo de escolares atento y silencioso así como pocos periodistas, las firmas más ilustres, pero nada que ver con el can can mediático que se había creado para el interrogatorio de Gaspare Spatuzza, que si bien importante, era hombre de honor de relativa relevancia con respecto a un testigo directo de una época dramática que ha marcado la historia de nuestro País.
Ciertamente en éste caso hay poco que escribir de sangre y violencia y Massimo Ciancimino no es fácil de desmentir y de embarrar, pero sobre todo habla de una mafia de la cual es mejor que no se sepa. Quien sabe si los italianos pudieran comenzar a entender algo.