Todo es lógico, el evangelio que deja en herencia los pobres (los tendreis siempre con vosotros), que pide que no se lleven dos túnicas ni bolsas con dinero, todo es coeherente, es más, el oro brillante servirá de espejo a las conciencias de los frailes para que vean lo negro que les cubre.
Los frailes han humillado a Padre Pio cuando estaba vivo, le han espiado, le han traicionado, le han exiliado, le han hecho sufrir y ahora son ellos mismos los que le honran, le celebran y le entierran bajo una montaña de oro macizo que grita venganza ante Dios. La jerarquía católica que ha perseguido a Padre Pio imponiéndole todo tipo de vejación y de humillación, hasta prohibirle incluso la Misa, hoy, como si no pasase nada, le apuntan el dedo como modelo de santidad, de humildad y de pobreza. ¡De verdad que no se sabe ya que pensar!
Mi impresión es que detrás de este hombre apacible y también extraño, haya hoy más que nunca un enorme proceso de marketing, una máquina para hacer dinero fácil, fácil para engañar a quien se deja drogar por una religión que es la negación de la santidad y del buen sentido. Dejemos el evangelio de lado que no tiene nada que ver con esto como tampoco con muchos otros negocios del comercio religioso a buen mercado, mejor dicho, a peso de oro.
Yo me pregunto como puede sentir uno el deseo de orar en una cripta de oro macizo y quien es ese imbécil que pueda pensar que una cosa como ésta pueda dar “gloria a Dios”. Quien haya pensado algo de este tipo, quien crea que un delito similar a éste pueda confundir a Dios, se equivoca mucho porque ese oro podía y debía ser destinado para aliviar el sufrimiento, a través de la investigación médica, o ayudando a los pobres.
En el año de gracia 2010, mientras miles de familias están por el suelo por falta de trabajo y otros miles pierden la casa porque tienen la imposibilidad de cumplir con sus compromisos hipotecarios; mientras una miríada y miríada de jóvenes están sin trabajo y sin futuro, mientras niños, hombres y mujeres se mueren de hambre, literalmente anémicos y deshidratados, mientras la iglesia católica manda la publicidad por el 8 x 1000 (de la declaración de renta a favor de la Iglesia Católica), construir una cripta de oro macizo para honrar a un muerto, que ya está descompuesto, visto que murió en 1968, es un insulto a Dios, a la fe, a la dignidad de los pobres, a San Francisco y al mismo Padre Pio.
Un nuevo becerro de oro ha nacido y así el que está acostumbrado a hacer orgías de religión a buen mercado, puede ir con la conciencia tranquila a dejarse fotografiar en la cripta de oro de Padre Pio, pero estando atento a que todo ese oro no le ciegue el alma. Cuando la religión se transforma en mercado de vacas, todo es posible, incluso que Dios no existe, como afirma el necio del salmo. Personalmente tomo un compromiso de por vida: nunca he estado en San Giovanni Rotondo y nunca iré porque no creo en esos fenómenos que quieren hacer pasar por extraordinarios. Me basta y me sobra Jesús Cristo y creedme, ya hay mucho con ello.

6 de mayo 2010
Micromega-Altrachiesa