Por lo tanto quedarían Turquía e Italia. Pero la Turquía de Erdoğan en los últimos tiempos se ha convertido en un aliado demasiado incómodo. Y no sólo es poco verosímil que alguien le haga una propuesta de tales características, pero mucho menos verosímil sería que Ankara la aceptase.
Aparentemente queda Italia, que sobre sus casi 80 bombas atómicas esparcidas en sus territorios nunca dijo nada, ni en los tiempos del Centro Izquierda, ni en los tiempos actuales de la Derecha. Y hoy, con un Berlusconi tambaleante, necesitado de la ayuda del bronceado Presidente, no ve la hora de aceptar. Y mientras tanto esas armas no le hacen ni cosquillas al amigo Putin.
El hecho es que la decisión no ha pasado inadvertida en Europa. Un nutrido grupo de líderes políticos de la Europa pre-11 de septiembre han alzado la voz protestando: ¿por qué seguir teniendo estas bombas atómicas? ¿Y cuál es el rol de la OTAN en esta fase? Los nombres eran importantes y lo siguen siendo el día de hoy: son Helmut Schmidt, ex Canciller alemán, el ex Ministro del Exterior belga, Willy Claes, el ex Ministro del Exterior británico Des Browne, y el ex Primer Ministro holandés, Ruud Lubbers. Y las mismas preguntas irritadas han resonado en muchas otras capitales europeas menores, en un tiempo postradas ante Washington. Naturalmente en el silencio sepulcral de Roma. Todos piensan, como nosotros, que esas 200 bombas atómicas no aumentan nuestra seguridad. Es más todos piensan que son peligrosas sólo para nosotros los europeos. Pero seguramente no se puede decir que no sirven para nada. Para algo sirven: para obligarnos a tener en casa las bases americanas, es decir, para tenernos atados de pies y manos a los Estados Unidos. Los cuales en su caída libre – como de hecho está ocurriendo (y no pocos europeos comienzan a darse cuenta) – están arrastrándonos también a nosotros.
Pero hay algo que los Estados Unidos siguen haciendo a altos niveles profesionales: el espectáculo. Ayer avaaz.org, una página de internet bastante misteriosa (pero muy bien organizada. Ubicada en New York, 857 Broadway, 3-rd floor) ha lanzado un dramático llamado, diciendo cosas algunas verdaderas (como la de la Italia bien dispuesta) y otras extravagantes (como precisamente la de la Turquía destinataria de esas armas). E invitando a juntar firmas en contra de las bombas, con la promesa de que «si alcanzamos las 25.000 firmas nos darán voz en el Parlamento antes de la cumbre».
Aquí la curiosidad se hace más evidente. ¿A quién le darán voz? ¿Quién llevará esas firmas al Parlamento, ya que el link de las firmas lleva a otro espacio virtual que no es la Cámara de Diputados ni el Senado de la República? ¿Y desde cuándo 25.000 firmas garantizan que se le prestará atención a opiniones diferentes a las del Poder? A nosotros nos parece que el Poder no le ha dado voz a muchas más de 25.000 firmas, en este país burlado por la mayoría y por la ley asquerosa. En resumen: una solicitud que huele mal a mil millas de distancia de rendimientos multi-level marketing, o de revoluciones de colores.
Nos quedan, además de la ingenuidad y de las estafas que navegan por la red, las bombas atómicas que viajarán por las carreteras y las vías ferroviarias europeas en busca de un nuevo estacionamiento. Hasta que toda Europa vuelva a ser un país soberano y no como ha sido y es hasta ahora, un conglomerado de soberanía limitada.