Pero os lo cuento precisamente porque tengo la sospecha de que, en cambio, nos incumbe muy de cerca. ¿Cuál es el modo? Simple. El Secretario del Tesoro autoriza la creación de una moneda de platino sobre la cual sincelar la tradicional frase “Tenemos confianza en Dios” e inmediatamente debajo un número indeterminado de ceros, precedido a su vez por la mágica cifra “1”. Luego nuestro Secretario de Estado tomaría la moneda e iría a depositarla en la caja fuerte del Banco del Estado.
Y desde ese preciso momento podría gastar esa cifra tranquilamente para hacer lo que un Estado respetable tiene que hacer: que yo sepa, pagar las jubilaciones, o financiar la asistencia a los ancianos, o la sanidad, o construir escuelas, o cualquier otra actividad sabiamente programada.
Podríais decir, estoy seguro de ello: ¿Pero qué tontería es ésta? ¿Nos estáis hablando de un juego de manos, de un truco como el de los jugadores de las tres cartas que se ven todavía que siguen frecuentando los alrededores de los mercados de barrio?
En absoluto. Se da el caso que de ésto precisamente se ha discutido en los Estados Unidos a principios de año. Efectivamente la deuda EE.UU. se ha vuelto un poco alta y ahora asciende a los 16.4 trillones de dólares. Y hay una ley que en rasgos generales dice que si el déficit presupuestario supera el techo establecido automáticamente el gobierno tiene que hacer recortes a sus gastos equivalentes al deficit
Estamos en la cuenta regresiva y hay - este año como en el anterior –una pulseada entre el Presidente y la oposición republicana para decidir si se puede levantar ese techo. Muy probablemente, al final, se llegará a un acuerdo. Pero no es seguro. Y entonces ¿qué ocurrirá?
Es por ello que la historia de la moneda de platino volvió a salir a escena. Con una propuesta precisa: ¿porqué no nos hacemos una linda moneda de un trillón de dólares? así tendremos el respiro suficiente para poder decir– como dicen los napolitanos – “adda passà 'a nuttata” (la noche pasará).
Pensad (escribe el International Herald Tribune del 11 de enero pasado): “En un instante el brillante nuevo asset eliminaría un pasivo de un trillón de $”.
Me imagino que quien sonreía mientras leía los primeros renglones ahora ha dejado de sonreír. De hecho, en ofensa a todo sentido común, ha hablado de ello toda la prensa norteamericana. Al punto tal que que el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, en su conferencia de prensa de año nuevo, tuvo que contestar a una docena de preguntas de los periodistas, entre lo divertido y lo incrédulo. Pero sin desmentir nada. Mejor es fingir estupor. “Juro que en el bolsillo no tengo ninguna moneda” habría exclamado. Pero las preguntas llovían porque se sabía que en la Casa Blanca se había hablado también de esto en las horas anteriores.
Yo, por ejemplo, no he encontrado nada de cómico. En todo caso algún que otro escalofrío. Si la Casa Blanca, el edificio presidencial del mundo libre, mejor dicho, muy libre, se ocupa de estos temas, quiere decir que “algo hay”. Si además hasta el New York Times habla del tema quiere decir que es una noticia (el New York Times crea las noticias, incluso antes de difundirlas). Y las crea bien, siendo el portavoz final de la Affair Commision que rige todo el mundo libre, mejor dicho, muy libre.
Así sus periodistas van a mirar las leyes federales y descubren que hay una del 1997 que autoriza – claramente por una extraña coincidencia – al Ministerio de Economía a “acuñar y emitir lingotes de platino y monedas de platino según especificaciones, diseño, variedad, cantidad, denominaciones e inscripciones definidas, a discreción del Secretario de Estado, cuando sea necesario”.
Quizás los legisladores se referían a otra cosa, tal vez, monedas conmemorativas para los coleccionistas. ¿Pero qué mejor coleccionista podría haber que el Gobierno de los Estados Unidos, para monedas de mil millones de dólares?
Ahora si, se me pasaron las ganas de reír, definitivamente, al llegar al final del artículo. Cuya autora, para no pasar por tonta, advirtió a los lectores acerca de la “remota vaga posibilidad” de que pudiera ocurrir algo por el estilo. Pero luego tuvo que agregar que incluso el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman – que escribe para las mismas columnas – la tomó en consideración, junto al economista republicano Donald Marron, que conduce el “Centro para la política fiscal”. Marron, para ser más precisos, no había propuesto una moneda de un trillón de dólares sino una serie de monedas más modestas, apenas de 25 millones de dólares cada una. Como os habréis dado cuenta no hay mucha diferencia.
He aquí porque me dió un escalofrío final. ¿Si simplemente hace falta un truco como este para salvar a los Estados Unidos ¿cómo puede ser que a nosotros nos digan que a la deuda la tenemos que pagar con sangre? Ya se, ya se, nosotros no tenemos a la Federal Reserve sino que tenemos al Banco Central Europeo. Una lástima realmente. Pero le pediría a nuestro gobierno que vaya a Franckfurt y que le pida a Mario Draghi que él también haga acuñar una moneda de platino de un trillón de euros. De forma tal que nos permita evitar el ‘balance en blanco’, que los truhanes de nuestra casa (o de cosa nostra) ya introdujeron en la Constitución.
http://www.antimafiaduemila.com/2013012140793/giulietto-chiesa/usa-un-gettone-da-un-trilione-di-dollari-per-abbattere-il-debito.html