Lo que querríamos preguntarle al Senador Mancino es qué habría respondido si quien le pidiera cuentas de esa llamada telefónica hubiera sido la señora Agnese Borsellino. ¿Qué justificaciones habría utilizado para desviar la atención de la gravedad de esas afirmaciones suyas? ¿Y sobre todo a qué diabólica “razón de Estado” habría aludido eventualmente para exculparse a sí mismo y a esas “otras personas” involucradas y sobre las que estaría en conocimiento quienes son ¿Acaso su silencio estaría relacionado con el miedo a terminar siendo una víctima de un sistema criminal que no perdona a los que “hablan”? Por el momento no es posible especular con que Mancino diga todo a algún juez - pero todo - lo que él sabe sobre una negociación que se llevó a cabo en el período en el que estaba al mando del Ministerio del Interior - “¿Por qué Paolo cuando regresó a su casa de Roma al final de ese día, me dijo que respiró aire de muerte”? - se ha preguntado la Señora Agnese. La referencia al primero de julio de 1992 está relacionada con la reunión que Mancino tuvo en el Viminal con Paolo Borsellino. Senador Mancino, a veinte años de distancia, si bien con esfuerzo, usted admite que le pudo dar un apretón de manos, pero no aclara en lo más mínimo el tema de esa reunión. Hoy, después de las declaraciones de Agnese Borsellino, usted se juega nuevamente la carta de la auto absolución. Frente a la pureza de ánimo de la Señora Agnese con quien todos estamos en deuda y sobre todo frente a la pretensión de justicia de la viuda del juez Borsellino usted tiene el deber de decir la verdad. No podrá haber ninguna “razón de Estado” eterna que pueda proteger a quienes la utilizan como escudo protector.
De la misma manera no podrá haber ninguna garantía de impunidad para aquellos que no tienen intenciones de hacer luz sobre el bienio de los atentados '92 / '93, de todos modos ellos no podrán considerarse exentos de eventuales retorsiones por parte de los mismos organismos que tramaron matanzas y despistajes. Probablemente es este el dilema que agita las noches y los días de quienes, de una forma u otra, fueron protagonistas o espectadores de la negociación. Y Nicola Mancino no puede no ser consciente de ello. Si, como hemos hecho referencia al principio, Mancino afirma que no ha sido “imprudente en implicar en las investigaciones sobre la llamada ‘negociación’ al jefe de Estado” en cambio está dejando entender implícitamente que ha implicado a Napolitano.
¿Y entonces porqué lo ha implicado?
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