En Bruselas, en la última cumbre de ministros de defensa de la OTAN se oficializó la elección de Sigonella como “la principal base operativa” de la AGS (Alliance Ground Surveillance), el nuevo sistema de vigilancia terrestre de la Alianza: un Gran Oído para monitorear el globo 24 horas al día, localizar los objetivos y desencadenar el first stike, convencional o nuclear, en nombre de la guerra global y permanente, preventiva y destructiva. Dentro de cinco años, la gran estación aeronaval albergará los sistemas de comando y control de la AGS que analizarán las informaciones interceptadas por miles de sistemas de radares satelitales, aéreos, navales y terrestres. Para luego poder programar y ordenar los ataques, en todo sitio y en todo caso. Sin vínculos ni reglas morales.
Instrumento fundamental para el nuevo sistema OTAN, el más grande y sofisticado velívolo sin piloto jamás proyectado, el RQ-4 “Global Hawk”, un avión halcón global de 13 metros y medio de largo y una apertura alar de más de 35, capaz de volar a unos 600 kilómetros por hora a altitudes superiores a los 20.000 metros. Con una autonomía de 36 horas, es capaz de inspeccionar un área de 103.600 kilómetros cuadrados, en cualquier condición meteorológica, gracias a un poderoso radar y al empleo de cámaras infrarrojas. Su ruta está fijada por mapas predeterminados, un poco como ocurre con los famosos misiles de crucero “Cruise”, pero desde tierra los operadores pueden cambiar las misiones en cualquier momento. Un velívolo de tecnología avanzada que entre investigación, desarrollo y producción implica un costo unitario de 125 millones, que fue puesto a prueba precisamente desde Sigonella durante el reciente conflicto en Libia.
Para los estrategas del Pentágono, Sicilia tendrá que funcionar como un verdadero caput mundi de halcones y predadores teledirigidos: la aeronáutica y la marina militar de EE.UU. se preparan para lanzar una decena de “Global Hawk”; aún más numerosos son los “Predator” y los “Reaper” lanzamisiles y lanzabombas. Extraoficialmente para la AGS de Sigonella, los “Global Hawk” tendrían que ser cuatro, tal vez cinco o quizás seis. O hasta incluso ocho, como dijo en el Parlamento el 12 de junio de 2009 el entonces ministro de defensa Ignazio La Russa, quien hizo todo lo posible para convertir a Sigonella en la central estratégica del nuevo sistema de vigilancia. “La alianza atlántica adquirirá un sistema de vigilancia aérea basado en una flota de ocho velívolos de comando piloto a control remoto y un segmento terrestre de guía y control, que se integrará en el ámbito del sistema C4ISTAR de la OTAN”.
Ludwig Decamps, jefe de sección de los programas de armamento de la OTAN también habló de ocho Global Hawk. “El sistema AGS será fundamental para las misiones de los aliados en el área mediterránea y en Afganistán, así como para asistir a las tareas de la coalición naval contra la piratería a lo largo de las costas de Somalia y en el Golfo de Aden”, declaró. “La AGS brindará un preciso cuadro de la situación operativa más que nada para todos los responsables de la Nato Response Force, la fuerza de intervención rápida aliada, aumentando las capacidades de vigilancia aérea. Además el sistema permitirá servir de apoyo a los crecientes requisitos operativos para la gestión de las crisis, la seguridad nacional y las ayudas humanitarias.”
Para comprender completamente la vocación humanitaria de los actuales aprendices de brujos hay que echar un vistazo a la nueva doctrina estratégica de la alianza, denominada NCW Network Centric Warfare. “La AGS es un programa de vital importancia para poder aplicar en el campo la NCW y apuntar a la integración en tiempo real de las fuerzas militares en una única red informativa global”, explican en Bruselas. La NCW prevé un radical cambio en las relaciones entre el plano estratégico, operativo y táctico y un diferente modo de comunicar, planear y obrar entre Comandos y fuerzas militares”. Por decirlo en pocas palabras, una vez establecidos los objetivos prioritarios “sin límites geográficos”, las intervenciones son remitidas a los componentes espaciales, aéreos, navales y terrestres que actúan “en completa autonomía” en los escenarios de guerra. Es decir un network que terminará con las tradicionales cadenas de mando-decisivas e impedirá cualquier forma de interferencia por parte de las autoridades políticas sobre las decisiones y el accionar de las fuerzas armadas. Un modelo considerado “indispensable” porque “el campo de batalla a esta altura es indefinido, la amenaza es asimétrica y el enemigo es invisible, omnipresente y capaz de atacar en cualquier lugar”. Una orgía de locura, mientras crece el acostumbramiento de los justos y los píos al olor acre de la muerte. Como en Irak, Afganistán, Pakistán, Libia, Somalia. Y el sueño de la razón engendra nuevos y más terribles monstruos.
AGS, asunto EE.UU. en los bolsillos de la OTAN
¿Cómo decir que Leon Panetta, secretario de defensa de EE.UU., se equivoca? Seguramente es un “acuerdo óptimo” el alcanzado por los países de la OTAN para la AGS en Sigonella. Óptimo para maximizar las ganancias de las industrias clave del complejo militar industrial de los Estados Unidos de América y transferir a sus partner europeos los gravámenes financieros y los insostenibles impactos ambientales y sociales.
Vale la pena mencionar la historia que llevó a hacer de Sicilia la patria-colonia de los halcones globales para las misiones de guerra del siglo XXI. Una vez madura la decisión de dar vida a lo que según Bruselas es el más “ambicioso y costoso” programa de la historia de la alianza atlántica, el último gobierno de Prodi propuso a Italia como main operating base del sistema AGS, en los mismos meses en que ofrecía secretamente la pista de aterrizaje del aeropuerto Tommaso Dal Molin de Vicenza a las tropas aerotransportadas del ejército EE.UU. y la reserva natural “Sughereta” de Niscemi al MUOStro para las telecomunicaciones espaciales de la Us Navy.
El 19 y 20 de febrero de 2009, durante la cumbre de los ministros de defensa de la OTAN, se logró un acuerdo inicial para asignar a Sigonella los controles y los aviones sin piloto AGS, después de una larga y lacerante negociación que vio reducirse progresivamente a 13 el número de países dispuestos a contribuir económicamente con el programa (Estados Unidos, Italia, Bulgaria, República Checa, Estonia, Alemania, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Noruega, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia).
Originalmente, el plan de desarrollo del sistema de vigilancia contaba con la adhesión de 23 naciones. Todas dispuestas a dividirse los multimillonarios cobros por la preparación de aviones y centros de intelligence. “Participaban del acuerdo dos industrias que proponían plataformas diferentes, la Transatlantic Industrial Proposed Solution (TIPS) y el Cooperative Transatlantic AGS System (CTAS)” explicó el experto John Shimkus en la Asamblea Parlamentaria de la OTAN. “Ambos consorcios proponían utilizar el mismo sistema radar de base. La principal diferencia era el tipo de plataforma aérea sugerida. TIPS planteaba una combinación del velívolo europeo Airbus A321 y del avión sin piloto Global Hawk de producción estadounidense, mientras que CTAS preveía una asociación de pequeños aviones Bombardier y Predator. Esta última propuesta resultaría menos costosa para la adquisición del velívolo, pero necesitaría del doble de estaciones terrestres con respecto al sistema TIPS (49 contra 24).”
Así fue como la cumbre de la OTAN de abril de 2004 realizada en Estambul atribuyó al consorcio TIPS la investigación y proyecto de dispositivos terrestres y aéreos del AGS. La elección satisfacía a casi todos los mayores protagonistas de la industria bélica transatlántica: desde los colosos EE.UU. Northrop Grumman y General Dynamics, al grupo aeroespacial franco-alemán-holandés EADS, a los franceses de Thales, a los españoles de Indra, hasta a los italianos Selex y Galileo (grupo Finmeccanica). En noviembre de 2007, el inesperado golpe de efecto. Sin consultar con los aliados, la administración de los Estados Unidos anunció el abandono de la solución “mixta” y confió la realización de todo el sistema AGS exclusivamente al Northrop Grumman, productora de los “Global Hawk”. La desilusión de los europeos fue incontenible y, uno tras otro, Bélgica, Francia, Hungría, Holanda, Portugal, Grecia y España retiraron su apoyo financiero e industrial, y con el consiguiente aumento del gravamen a cargo de Italia.
A cambio de una tercerización de las dos empresas de Finmeccanica para la fabricación de dispositivos destinados a las estaciones terrestres, a las comunicaciones y a la transmisión de los datos, el gobierno italiano asumió un gasto de 177,23 millones de euros, equivalentes al 12,26% del costo global del programa (estimado en 1.335 millones de euros). Sin embargo, el memorándum firmado en la sede de la OTAN en septiembre de 2009 para definir el cuadro jurídico, organizativo y financiero del AGS, estimó los costos finales del programa en no menos de 2.000 millones de euros. Eso significará para nuestro país un desembolso de alrededor de 245 millones, a los cuales se les sumarán los costos de las reformas infraestructurales necesarias en Sigonella para albergar el personal de la OTAN destinado al funcionamiento del sistema, alrededor de 800 militares, según el ex ministro La Russa. Con el consiguiente impulso al aumento de la ya asfixiante presión militar en los territorios de la región.
Pero las sombras más fatídicas tienen que ver con el futuro del tráfico aéreo en Sicilia. Cuando las autoridades españolas, que en un primer momento habían propuesto a Zaragoza como candidato para convertirse en base operativa del AGS, decidieron retirarse, explicaron que los velívolos sin piloto perjudicarían el normal funcionamiento del vecino aeropuerto de la ciudad. “Debido a que las aeronaves de la OTAN volarán continuamente para capturar las informaciones, podrían causar restricciones en el tráfico aéreo, saturación en el espacio aéreo y problemas durante los aterrizajes y los despegues” declaró un portavoz del entonces gobierno de Zapatero. Una evaluación de los riesgos para la seguridad de los seis millones y medio de pasajeros en tránsito anualmente desde el aeropuerto de Catania Fontanarossa que los gobiernos de Prodi, Berlusconi y Monti no se sintieron en el deber de hacer.
El 31 de marzo de 2008, el entonces comandante de la 41° Escuadrón de la Aeronáutica militar italiana, el coronel Antonio Di Fiore, aseguró a un parlamentario y a los representantes de la Campaña por la desmilitarización de Sigonella, que los Global Hawk no habrían sido nunca trasladados a la base siciliana, ya que “el manejo de ese tipo de aviones sin piloto no es compatible con el tráfico civil del vecino aeropuerto civil de Fontanarossa”. Hoy, en cambio, en la base hay tres halcones globales en funcionamiento y el Congreso aprobó un plan de 15 millones de dólares para instalar un entramado de antenas y generadores de potencia para respaldar vía satélite las telecomunicaciones del Unmanned Aircraft System (el sistema de aviones sin piloto) y controlar las operaciones de los drones.
“En el nuevo centro habrá doce repetidoras con antenas, equipos y maquinarias, con la posibilidad de agregar otras ocho repetidoras de la misma tipología”, consta en la ficha de proyecto del Departamento de defensa. Mientras tanto avanzan rápidamente los trabajos de realización del Global Hawk Aircraft Maintanance and Operations Complex, el complejo que permitirá a los militares de EE.UU. Desarrollar en Sigonella la manutención de toda la flota de aviones sin piloto alineados en Europa y Medio Oriente. El Pentágono adjudicó la licitación por 16 millones y medio de euros al CMC - Cooperativa Muratori Cementisti de Ravenna, sociedad de construcciones líderes de la “roja” Lega Coop. Roja de vergüenza por haber salpicado Italia con bases e infraestructuras de EE.UU. y la OTAN. Y por administrar como una mercenaria los centros-prisión para inmigrantes, refugiados y solicitantes de asilo.
Artículo publicado en “I Siciliani giovani”, Nº 2, Febrero de 2012