Sábado 5 Octubre 2024

cianciminoEn respuesta a una pregunta de una lectora expongo aquí mi opinión sobre el caso Ciancimino. Creo que al principio Massimo Ciancimino ha brindado un aporte muy útil a las investigaciones sobre la negociación mafia-Estado, sus declaraciones sobre reuniones entre su padre y los carabinieri han sido comprobadas y sobre todo han servido de un llamado a la memoria para muchos exponentes de las instituciones que jamás habían dicho nada, y que hoy ofrecen sus tardíos recuerdos a los magistrados y a la comisión antimafia, asumiendo, en algunos casos, incluso la propia autoría de decisiones (ver Conso*) difícilmente explicables fuera del contexto de una negociación. La gran mayoría de los documentos presentados por el joven hijo de Don Vito ha resultado ser auténtica, lo han certificado las pericias grafológicas y mercadotécnicas redactadas por la policía científica.
Luego Ciancimino se ha convertido en un icono mediático: sus apariciones en los programas de televisión y en las manifestaciones antimafia, los libros sobre su padre, su presunto empeño por rescatar un apellido embarazoso para entregarlo limpio a su hijo Vito, en una palabra su sobreexposición mediática nos ha hecho perder de vista a todos (y probablemente también al mismo Ciancimino), su papel de simple testigo, por más privilegiado que sea, de un hecho oscuro y seguramente central para el desarrollo de la democracia en Italia. A un testigo se le pide que diga la verdad: si no la dice, o falsifica los documentos, va a la cárcel, como le ha ocurrido a él. El documento falsificado sobre De Gennaro, el haber involucrado al ex jefe de la Policía, significaron el límite, más allá del cual es lícito preguntarse: ¿lo que dijo era toda harina de su costal? ¿O hubo (y hay) alguien que le manipula, condicionando las palabras (y las noticias) que tiene que dar a los magistrados? Desde el principio pensé (y escribí) que sobre las revelaciones era necesario andar con pies de plomo y me parece que (más allá de alguna fisiológica disidencia sobre la gestión operativa de las investigaciones) es lo que han hecho hasta ahora los fiscales de Caltanissetta y de Palermo. Y es lo que seguirán haciendo, separando el trigo de la cizaña de sus aluviales (y cada vez más increíbles) declaraciones.