No es una declaración de guerra en contra de Libia, nunca se sabe, hoy avergüenza hacer la guerra y se la prefiere llamar “operación de peace keeping" (operación de mantenimiento de paz) en defensa de los “derechos humanos”.
Trasgrede definitivamente el principio internacional de “no injerencia militar en los asuntos internos de los Estados soberanos” junto al derecho de Autodeterminación de los pueblos votada en Helsinki en 1975 y suscripto por casi todos los países del mundo, incluidos aquellos que están por intervenir en Libia. Aquí estamos ante una situación diferente a la de las intervenciones en Iraq de 1990 y de 2003 y en Afganistán en 2001. En el primer conflicto del Golfo, Iraq había agredido a Kuwait, un Estado soberano, aunque fue falsamente creado en 1960, exclusivamente por los intereses petrolíferos de los Estados Unidos. Por lo tanto la intervención era legítima, aunque la forma en la cual fue conducida esa guerra fue bestial porque los americanos, con tal de no enfrentar inmediatamente, en el terreno, al débil ejército iraquí (que había sido derrotado incluso por los curdos, en ese caso Saddam fue salvado por Turquía, el gran aliado de los Estados Unidos en la región) y correr el riesgo de perder algunos soldados, bombardearon durante tres meses las principales ciudades iraquíes, provocando 160.000 muertos civiles, entre los cuales 32.195 eran niños (datos del Pentágono). En el 2003 estaba el pretexto de las “armas de destrucción masiva”. Luego se descubrió que estas armas, que Estados Unidos, Rusia y Francia les habían provisto, Saddam ya no las tenía, pero mientras tanto los americanos convirtieron a Iraq en un protectorado suyo en el cual está en marcha una feroz guerra civil entre chiítas y sunitas que todos los días provocaba decenas y en algunos casos centenas de muertos, al punto tal que en Occidente no se dan más noticias. En Afganistán pretendían capturar a Bin Laden, pero luego de diez años la OTAN sigue allí y ocupa ese país, habiendo provocado, directa o indirectamente, 60.000 muertos civiles (y ningún Consejo de seguridad se ha soñado jamás la imposición de una "zona de exclusión aérea” a los cazas americanos que, para atacar a los rebeldes, bombardean en forma masiva ciudades y poblados provocando cada vez decenas de víctimas civiles, así como está haciendo Kadafi en Libia). En cambio la situación es idéntica en la intervención de la OTAN en Servia donde, en el interior de un Estado soberano, había un conflicto entre Belgrado y los independentistas albaneses de Kosovo, abastecidos por los americanos, que formaba parte de Servia. Nosotros, que no le hemos besado las manos a Kadafi, que no le hemos permitido que sus caballos beréberes se exhiban en el cuartel Salvo d'Acquisto y que el dictador se pasee libremente por Roma seguido por 500 rameras, y que tomamos partido por los rebeldes de Bengasi, estamos absolutamente en contra de cualquier intervención armada en Libia. Por razones de principios y porque estas intervenciones internacionales son totalmente arbitrarias. Dividen a los Estados en hijos e hijastros. Nunca nadie propuso una “no fly zone” en Chechenia, donde las armadas rusas de Ieltsin y del “amigo Putin” consumaron el mayor genocidio de la era moderna: 250.000 muertos de una población de un millón. Nadie piensa en intervenir en el Tibet (¿a quién se le ocurriría ponerse hoy en contra de la suculenta China?) o en Birmania a favor de los Karen. Y así sucesivamente. En todo caso hay que ser conscientes de las consecuencias de las propias acciones. Si Italia prestará sus propias bases para la intervención militar de Libia ya no podrá ponerse a llorar si a Kadafi se le ocurriera bombardear Brindisi, Bari, Sigonella, Aviano o cualquier otra de nuestras ciudades. Le hemos declarado la guerra, de hecho, está autorizado a emparejar.
Por Massimo Fini
IL FATTO QUOTIDIANO 19 MARZO 2011