Jueves 25 Abril 2024

Siguiendo la tendencia mediática esta nota debería estar encabezada por la foto de un tanque blindado o algún tipo de arma nuclear. Pero prefiero empatizar con el pueblo ucraniano, con todos los pueblos y acompañar la nota con una foto de los desplazados ucranianos.

Sobre la guerra en Ucrania, sólo escuchamos del envío de armas desde los distintos países integrantes de la Unión Europea o desde Estados Unidos hacia territorio ucraniano, en apoyo al gobierno de este país, y de amenazas entre distintos presidentes, ministros, autoridades de la Unión Europea, Estados Unidos, y Rusia, así como de otras figuras políticas que opinan quién ganará la guerra; o, declaraciones aberrantes como la de Amador Sánchez Rico, embajador de la UE en Argentina, Buenos Aires, que durante la conmemoración del aniversario del inicio de la guerra en Ucrania dijo: “Y para ganar esa paz, hay que ganar la guerra”. O contradictorias como las de Josep Borrell, representante de la Unión Europea para asuntos exteriores que habla de Europa como el “jardín” que debe defenderse de la “jungla” que es el resto del mundo, pero al mismo tiempo, impulsando la guerra en Ucrania, convierte a Europa en un “probable” campo de batalla, si se produce una escalada a nivel de la utilización de armas nucleares.

También escuchamos sobre las indescriptibles cifras de dinero en miles de millones euros o dólares que se dedican al envío de armas y vemos cómo cada vez más países buscan sumarse a la carrera armamentística.

Las empresas fabricantes y vendedoras de armas, festejan las guerras, mientras que las economías de muchos países en Europa comienzan a sufrir las consecuencias de tamañas donaciones.

Pero hay por lo menos dos hechos que deberían hacernos temblar a todos, sobre los cuales no se habla nada o casi nada. Uno hace referencia a Europa, a toda Europa; y es que, si hubiese una escalada en este conflicto, que es una guerra y no un conflicto, es decir que se desatara una guerra nuclear, quizás “controlada” como quieren hacernos creer, Europa sería la primera sacrificada. Pagaría un precio increíble, y todos sus habitantes comenzarían a vivir, (los que quedaran vivos), lo que vivieron los sobrevivientes más cercanos de Chernobyl, Fukushima, o de las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

La radioactividad no los perdonaría por ser europeos. Siempre nos han acostumbrado, en el cine y en la realidad misma, a que los europeos son los conquistadores, a que la miseria extrema sólo se vive en África o en algunos partes de Sudamérica o India, por no tener la cultura y desarrollo de Europa, e inconscientemente nos parece que nada tan grave puede ocurrir en Europa, o que al menos sería el último lugar en el que ocurriría. Sin embargo, las amenazas entre la UE y Rusia, entre EEUU y Rusia, la ubicación de las bases de la OTAN con armas nucleares, no parecen tener en cuenta estas ideas. Y muy por el contrario toda Europa, se vuelve un blanco, pues los primeros objetivos ante un conflicto nuclear serían estas bases, que supuestamente están ahí para defenderla. Pero preguntémonos: ¿de quién protegen a Europa? o quizás no están ahí para defender a Europa, sino para defender a alguien que se encuentra más lejos, ¿Estados Unidos?

Otro hecho relacionado y que debería escandalizarnos o al menos generar nuestra conmiseración es la cifra de desplazados ucranianos a raíz de esta guerra que lleva ya más de un año. La misma asciende a 21,7 millones de personas, casi siete veces la población de Uruguay. Cuando esta cifra se compara con la de la población total en Ucrania, alrededor de 41 millones de personas, es cuando el hecho estremecedor habla por sí mismo. Significa que uno de cada dos ucranianos, es un refugiado. Entonces tenemos que detenernos a pensar, a quién le importa el pueblo de Ucrania, ¿a su presidente Zelenski? ¿A Rusia? Ese número de seres humanos que tomaron lo poco que cabía en un bolso o valija y huyeron de sus casas, ¿Quieren una guerra? ¿Quieren que alguien los defienda? ¿Cuántas noticias escuchamos acerca del destino de estas personas? ¿Y qué pasa con los que no pueden moverse de sus casas?

Esta realidad, constatable de que en verdad el pueblo ucraniano no le está importando demasiado a nadie, ni tampoco el europeo, debería ponernos a todos en alerta, y si no podemos o no queremos empatizar con estos pueblos, al menos deberíamos tener la inteligencia después de un simple silogismo lógico, de saber que tampoco ninguno de nosotros le importamos ni le importaremos a los “señores que arman las guerras”. Esta constatación deja en evidencia como nunca antes que todos los habitantes de la Tierra estamos indefensos ante un grupo de hombres que detrás de investiduras políticas, militares, empresariales, etc. se arrojan el derecho de decidir sobre la vida de 8000 millones de personas, defendiendo intereses que nada tienen que ver con nuestros derechos: con el derecho a la vida, a la libertad, a la autodeterminación, a la solidaridad y la empatía entre todos los seres humanos. Lo diferente en esta guerra en comparación con otras es como abiertamente se ha recurrido a la amenaza de utilizar armas nucleares, y esto no deja de ser un sutil y no tan sutil mensaje a todos los pueblos de la Tierra: los pueblos no importan, si están en el territorio “elegido” deberán sufrirla, aceptarla, ser parte; pero no se les preguntará: ¿están de acuerdo con ir a la guerra?

Entonces tenemos que quitarnos la venda de los ojos, y realizar todas las acciones pacíficas que nos lleven a un cambio de rumbo. Es hora de declarar que no queremos ser cómplices de ninguna guerra, y buscar todas las formas de realizar contrapeso a ese impulso irreflexivo que nos está llevando hacia una catástrofe nuclear que puede ser totalmente evitable.

Hay muchos europeos que están saliendo a las calles a decir basta de envío de armas, basta de guerra, pero se necesitan muchas más voces; y también desde aquí, desde América.

Debemos liberar nuestra creatividad en acciones que conduzcan a la paz, exigiendo a nuestros gobernantes expresarse en contra de ésta y todas las guerras, solidarizándose con los pueblos que son quienes las sufrimos. Mostrar también a ellos, a nuestros representantes que, llegado el caso, pueden tampoco importar.

Foto: Ecoavant / Éxodo desde Ucrania en la frontera de Polonia