Por Claudio Rojas, desde Chile-12 de enero de 2019

Los síntomas de la dictadura que nos aplasta son inequívocos. El Gobierno tiene la certeza que su servilismo le lleva al apoyo total del imperio y puede aplastar a su pueblo a pesar de los Convenios de Derechos Humanos que Chile ha suscrito, como el Convenio 169 de pueblos indígenas. Y ya ni siquiera respetan la Constitución del dictador Pinochet (que sigue vigente), que aunque está hecha para el capital y la propiedad privada, es un marco regulatorio que se viola todos los días al detener y privar de libertad a cualquiera que muestra una evidencia de disenso.

Para muestra  alcanza solo un botón. Ejemplos concretos:  

El gobierno a través del jefe de gabinete, Andrès Chadwick, mintió desde el primer momento cuando oficialmente informó que el comunero mapuche Camilo Catrillanca murió en un enfrentamiento.   Cambió su versión sólo porque era imposible sostener la mentira inicial e inculpó al alto mando de Carabineros por su propio montaje.

Le mintió al Congreso durante la interpelación, al insistir que no había sido informado por Carabineros que no hubo enfrentamiento, siendo que el General Victtoriano lo llamó inmediatamente recién concluido el operativo que culminó con el brutal asesinato de Catrillanca y la tortura del niño que lo acompañaba, tal como éste declaró ante el fiscal de Temuco.

Siguió mintiendo a todo el mundo, al argumentar que no escuchó la llamada del General Victtoriano por “interferencias”, las que no pueden ocurrir en las comunicaciones digitales actuales y menos aún con líneas de seguridad prioritarias.

En consecuencia, fue una respuesta estúpida e infantil.

Cuando los agentes del Estado actúan como sicarios y pueden asesinar y torturar personas una y otra vez, y luego las autoridades se escudan en un mar de mentiras, sin lugar a dudas que hemos tocado fondo y peor aún, cuando las instituciones funcionan como red de protección de la mentira y el crimen de estado, sin lugar a dudas que el antidemocrático sistema de gobierno de Chile, ha perdido completamente su ya muy escasa legitimidad.

Y sólo cabe que pensemos en llamarlo dictadura, porque no puede llamarse de otra forma.

Chile más claramente se está alineando con los gobiernos de ultraderecha. No es casualidad que hace poco haya estado aquí el hijo del actual presidente del Brasil, Ernesto Bolsonaro, y que paralelamente, el ultraderechista chileno José Antonio Kast haya visitado a Bolsonaro en Brasil.

Si bien los gobiernos de la Concertación han sido continuistas en materia económica, esto es, neoliberales, depredadores del medioambiente, injustos con los pueblos; en política exterior fueron un poco más neutros.  Ahora con Piñera, francamente Chile será parte del eje de administraciones latinoamericanas que buscan derrocar el régimen de Venezuela.

Y digo Venezuela, porque se trata de un verdadero paradigma en los procesos de cambios a favor de los pueblos en la región. Allí se inició lo que algunos llaman ‘el ciclo progresista’. Se creó la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA; la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR; luego la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC. O sea, instancias de unidad continental que antes no existían. En su lugar siempre estuvo la Organización de Estados Americanos, OEA, bajo la tutela de los intereses de los Estados Unidos (de hecho en Cuba le llamaban ‘el ministerio de las colonias’).

Venezuela ha sido el epicentro de las transformaciones sociales, y por eso se explica el bestial ataque que han efectuado para despeñarla.

En ese sentido, Chile ha manifestado que no reconocerá el próximo período presidencial de Nicolás Maduro, quien ganó limpiamente las elecciones. En los comicios participaron candidatos opositores al chavismo, y no hay ninguna acusación o prueba de fraude. El sistema electoral venezolano es uno de los más eficientes y controlados del planeta. Tal es así, que el propio ex presidente estadounidense Jimmy Carter, luego de estudiar el proceso electoral de Venezuela, lo calificó como ‘el más perfecto del mundo’.

Pues bien, el propósito de la guerra diplomática contra Venezuela es provocar algún tipo de intervención externa, que es la única opción que les queda a los enemigos de la Revolución. Incluso la guerra económica, que ha sido brutal, se ha ido resistiendo. Y ahí está el papel de Chile: es una pieza más para abatir a Venezuela.”

Somos una vergüenza…..

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*Foto de Portada: www.tele13radio.com