Sábado 20 Abril 2024

Por Alejandro Diaz-21 de agosto de 2022

A fines de julio el Papa Francisco salió de Roma, pero fue Jorge Mario Bergoglio quien llegó a Canadá.

Bergoglio lo hizo de nuevo. Otra vez intentó patear el tablero de una institución teológica, cómoda, rica, hipócrita, poderosa, violadora, genocida, pero por sobre todas las cosas, omertosa. Otra vez Bergoglio, se separa de la trayectoria de una iglesia en caída libre, e intenta tener un gesto correcto, moral y político, para con la historia y la memoria de los pueblos.

Mientras Italia vive una profunda crisis política en sintonía con la guerra en Europa -en “un mundo que parece que cae cada vez más bajo en medio de escándalos, guerras, engaños, injusticias, destrucción del ambiente, indiferencia hacia los más débiles, decepciones por parte de los que tendrían que dar el ejemplo”-, como dijera Jorge Bergoglio, es que él llegó a Canadá para postrarse ante las comunidades aborígenes de aquel país, que durante centenares de años han padecido el tormento de la colonización europea, que se esparció por el mundo de la mano de la Iglesia Católica.

Una colonización que la historia y los procesos de memoria, han demostrado una y otra vez, que fueron genocidios los padecidos por las comunidades aborígenes, genocidios que se han perpetrado a lo largo de los años, y que se han transformado y reconvertido, y renovado a través de distintas formas sociales, atravesando conquistas, “independencias”, guerras, dictaduras y democracias. Siempre la sangre de los pueblos, siempre la sangre de los pobres regando la tierra.

“La colonización no se detiene, sino que en muchos lugares se transforma, se disfraza y se disimula”, dijo el pontífice. Durante seis días, Bergoglio recorrió territorios y visitó comunidades intentando tomar contacto con una realidad que aceptó, al menos en partes, el reconocimiento.

“También hoy, también aquí, quisiera decirles que estoy muy apenado y quiero pedir perdón por el mal que cometieron no pocos católicos que en esas escuelas contribuyeron a políticas de asimilación cultural y desvinculación”, dijo el argentino.

Pese a que muchos representantes de los pueblos locales, recibieron con agrado la visita del religioso, y la consideraron sincera, reclamaron falta de precisión al referirse a los casos de abuso sexual por parte de los clérigos; así como también lo referido a la derogación de la doctrina del descubrimiento, que impulsaba, avalaba y premiaba la colonización de tierras y pueblos no cristianos, con todo lo que eso implica en materia de derechos humanos y saqueo.

Bergoglio, investido como Papa, pide perdón por los crímenes cometidos por curas y representantes de la Iglesia Católica, que el pretende conducir. Bergoglio pide perdón ante las noticias que se han publicado en los últimos meses sobre los crímenes cometidos en los orfanatos y particularmente contra las violaciones sistematizadas, perpetuadas por los clérigos, contra miles de infantes y adolescentes.

Bergoglio, empuñando el anillo del pescador, le marca la cancha a toda una oligarquía de cardenales y obispos que lo secundan. Bergoglio, le marca la cancha a toda una cadena de mando, altamente jerarquizada, que debería obrar en consonancia con su líder. Bergoglio hace uso de su investidura, para dar un claro mensaje a sus filas, ahora o nunca.

Es ahora cuando los miles y miles de curas, forjados en la cultura de la impunidad y del silencio, deben correr el velo, más que de la ilusión, del secreto, y revelar cuánto crimen el Vaticano haya cometido, y continúa cometiendo hasta el día de hoy. Porque idílicamente, el Papa debería ordenar, como ha ordenado la excomulgación de los mafiosos, y sus súbditos deberían obedecer. Pero, pocos cristianos hay en las filas del Vaticano, que se ha transformado desde muy temprano en un nido de víboras y de serpientes.

Quizás Jorge Mario Bergoglio haya ido a Canadá, pero el Vaticano se quedó hasta el momento en Roma, mamando como siempre la lecha de la loba. Bergoglio pide perdón, ¿lo hace el Vaticano?

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*Foto de portada: prensa-latina.cu