El recientemente asumido gobierno de Pedro Castillo, enfrenta su primera crisis política

Por Alejandro Diaz-18 de octubre de 2021

José Pedro Castillo Terrones asumió su mandato el pasado 21 de julio, luego de vencer en una reñida segunda vuelta a Keiko Fujimori, la hija del expresidente, exdictador y criminal de lesa humanidad, Alberto Fujimori, con todo lo que eso significa. Es la tercera vez que Fujimori se postula a la presidencia, habiendo sido derrotada en todas las elecciones en segunda vuelta por estrecho margen. Mientras tanto Castillo, docente, de origen campesino y de formación sindical y comunitaria, obtuvo la presidencia en su primer intento. Cabe destacar que en la primera vuelta se habían presentado 19 candidatos.

La diferencia electoral entre una marcada derecha y una marcada izquierda fue muy poca, dejando en claro el amplio abanico político que hay en el país que es al mismo tiempo cuna de Sendero Luminoso y modelo de negocios en la región, de los mercaderes neoliberales.

A tan solo tres meses de gestión es prácticamente imposible concluir que la crisis política que atraviesa el gobierno de Castillo es netamente suya. La realidad, es que la crisis de inestabilidad institucional del Perú, al menos a nivel del Ejecutivo, comenzó en el 2017. En aquel presente, era presidente Pedro Pablo Kuczynsky, quien está formado ideológicamente desde el seno del Banco Mundial. En el primer lapso de su gobierno generó tensiones con la oposición electoral, no necesariamente política, que comanda Keiko Fujimori. Al poco tiempo, en diciembre de 2017, a raíz de las investigaciones de la causa Odebretch, en la cual Kuczynsky estaba involucrado, se inició un “proceso de vacancia por incapacidad moral”, un recurso propio del Congreso con el cual es posible exigir la remoción del primer mandatario. En aquel momento no se logró la mayoría necesaria para avalar la moción. Muy pocos días, vaya a saber Dios por qué, Kuczynsky firmó un indulto para Alberto Fujimori. Las críticas y las protestas no se hicieron esperar. Luego en octubre de 2018, el Juzgado Supremo de Investigación Preparatoria declaró inaplicable el indulto y Fujimori volvió a la cárcel donde debe estar.

Pero los escándalos no pararon. Salieron a la luz una serie de videos donde funcionarios del Ejecutivo negociaban, compraban, los votos de los congresistas, para evitar un segundo pedido de vacancia contra Kuczynsky. Ante tal magnitud de eventos el presidente presentó su renuncia el 21 de marzo de 2018. Ese mismo día juramentó Martín Alberto Vizcarra Cornejo, quien a ese momento ocupaba la vicepresidencia, pero las tensiones con el fujimorismo siguieron su curso.

Las investigaciones del caso Odebretch llegaron a las puertas del expresidente Alan García, y antes de que los efectivos policiales ingresaran a la vivienda, García se quitó la vida. “En estos tiempos de rumores y odios repetidos que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar, vejar y no para encontrar verdades. Por muchos años me situé por sobre los insultos, me defendí y el homenaje de mis enemigos era argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias. No hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riqueza. La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podrá haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano. Por eso repetí: otros se venden, yo no”. Esta es parte de una carta que García había firmado cinco meses antes y que fue leída por sus familiares durante el velorio. La misma se titulaba: “La razón de mi acto”.

A fines de octubre de 2019, Vizcarra anunció la disolución del Congreso, a partir de un mecanismo legal, ante la reiterativa falta de confianza, por parte del Congreso, en distintas decisiones ejecutivas. Ante esta situación, mientras el Tribunal Constitucional dirimía la situación, desde el Congreso se declaró la suspensión de la presidencia y nombraron como presidenta interina a Mercedes Araoz, quien presentó la renuncia al día siguiente dejando en ridículo los pedidos del congreso. Finalmente, el 14 de enero de 2020, el Tribunal Constitucional avaló la disolución del Congreso y el 26 de enero de 2020 se llamó a elecciones extraordinarias, donde el principal derrotado fue el fujimorismo, que no solo perdió la mayoría, sino que quedó en sexto lugar, en número de escaños.

El cambio de Congreso no salvaría el gobierno de Vizcarra. Hacia noviembre de 2020, se eleva un nuevo pedido de vacancia por incapacidad moral, ante evidencias de corrupción, el cual se hizo efectivo por votos de la mayoría a mediados de noviembre. Ya sin posibilidad de sucesores a la presidencia dentro del ejecutivo, asumió como primer mandatario Manuel Merino, quien hasta entonces presidía el Congreso.

La presidencia de Merino fue efímera, apenas duró una semana, pero fue lo suficiente para dejar dos muertos sobre la calle, como consecuencia de la represión desmedida con la que se enfrentó las persistentes manifestaciones en repudio, no solo a un gobierno, sino a toda una generación política. “Que se vayan todos”, se volvió a escuchar en América Latina.

El Congreso, colapsado, manoseado y en estado de emergencia, nombró como presidente del recinto a Francisco Sagasti, quien había asumido en las elecciones extraordinarias, lo que conllevó directamente, ante la acefalía del Ejecutivo, a que asumiera la presidencia del país. Su gestión de tan solo unos meses -el periodo presidencial que había iniciado Kuczynsky vencía en julio de este año- fue un gobierno de transición que supo apaciguar un poco las aguas, teniendo también, quizás, morbosamente a su favor, la pandemia. El único detalle a considerar de este breve tiempo, fue el descabezamiento de la Policía Nacional.

Y así llegamos al presente y a Pedro Castillo.

A tan solo tres meses de asumido el nuevo gobierno, la fuerza de coalición que lo acompañó comenzó a fracturarse. En un principio tuvo dificultades en las elecciones de su ministerio, lo que le valió fuertes críticas desde distintos sectores, en especial contra el presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, quien era acusado de comentarios machistas, misóginos e incluso por apología al terrorismo, en el sentido de algunos comentarios referidos a miembros de Sendero Luminoso, y por mostrarse en apoyo al gobierno cubano. Bellido era uno de los hombres claves de Perú Libre, liderada por Vladimir Cerrón, quien fue el principal aliado de Castillo, y que iba a ocupar la vicepresidencia, si no fuera porque fue inhabilitado debido a una causa judicial por corrupción.

Ante el cambio de gabinete, Cerrón, de tendencia marxista-leninista, retiró su apoyo a Pedro Castillo, y la inestabilidad política y la vacancia volvieron a ser tema de conversación. Desde Perú Libre acusaron al gobierno de hacer un giro hacia la derecha, algo que fue completamente desmentido desde sectores afines a Castillo.

“La ruptura de Cerrón con el gobierno es un error, exagera cuando habla de derechización del gobierno. Esta decisión no se explica solamente por la ambición de Cerrón por tener poder, como dice la derecha. Hay una serie de factores. Cerrón es una persona con un pensamiento radical, un marxista-leninista ortodoxo y dogmático, detrás de esta ruptura hay una ideología radical que tiende al sectarismo”, declaró el sociólogo Alberto Adrianzén a Página/12.

La presidencia del Ministerio paso a ocuparla Mirtha Vázquez, quien, también de izquierdas, tiene un discurso más conciliador teniendo como consideración que el primer punto de la agenda política de Castillo tiene que ver con una nueva Constitución, lo que se alinea a la tendencia regional que hoy día está cursando Chile, y para lo que necesitará una fuerte base de consenso. También forma parte del discurso de Castillo una reforma agraria y cambios en la competencia de los organismos que protegen los derechos de los consumidores.

El clima en Perú es complejo. La posibilidad de que nuevos actores políticos, surgidos de asambleas populares alcancen espacios de representatividad legítima y directa, parecen alentadores, pero al mismo tiempo, “a rio revuelto, ganancia de pescadores”, dice el refrán. Como supo decir el abogado argentino Marcelo Parrilli, más que de grieta política, hay que hablar de la eterna lucha de clases. A esta altura de crisis, más que política, humanitaria. Los discursos ideológicos, deben necesariamente proyectarse en la realidad de los pueblos.

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*Foto de portada: subrayado.com