Testean alimento a base de soja transgénica en niños Wichí, en Salta
 
Donde las afecciones en la niñez tienen como principal causa la desnutrición.
 
Por Daiana Carracedo, desde Argentina-25 de agosto de 2021

"¿Si la soja y la sopa son tan buenas por qué no la comen los ricos? La comida tiene que ser la mejor para todos. No hay comida para pobres", dice Miryam Gorban, la primera nutricionista en recibir el doctorado Honoris Causa de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

Una mesa abundante de refrigerios, acompañados del mejor café. Alrededor de ella están reunidos el médico Antonio de los Ríos, su hermano Martín y miembros del ministerio de Salud. Mientras degustan la comida, discuten cuál es el mejor camino para solucionar la desnutrición infantil: alimentos a base de soja genéticamente manipulada. Pero es algo nuevo, que no está aprobado ni testeado. Entonces deciden probarlos en niños del pueblo Wichí.

Antonio es integrante de la Mesa Interministerial de Emergencia Sanitaria del norte provincial, exsecretario de servicios de Salud de Salta. Su hermano, Martín de Los Ríos, se desempeña actualmente como ministro de Producción y Desarrollo Sustentable, es también presidente de Propuesta Republicana y dueño de una de las empresas de fumigaciones más grandes de la provincia. Las magdalenas son producidas por la empresa Monte de Lirio.

"Magdalena esponjosa, de sabor a vainilla, limón y dulce de leche, que logró la aceptación entre los niños Wichí que se estaba buscando", fue la descripción que brindó la subsecretaria de Medicina Social de Salta, Gabriela Dorigato. Sin embargo, las comunidades Wichí no fueron consultadas ni mucho menos informadas sobre el contenido del alimento, ni tampoco fue analizado en laboratorios especializados. Solo después del pedido de especialistas de los sectores de la salud y ambiente, el ministro de Salud de la provincia de Salta, Juan José Esteban, decidió dar participación a las sociedades científicas para estudiar la composición. Al ser consultado sobre la participación que debería haber tenido en este caso en particular la cartera sanitaria, antes de que el alimento fuera testeado en la población infantil Wichí, Esteban se desligó de responsabilidades: "Yo asumí después de que se iniciaron las pruebas". Mientras, Julio Díaz, el cacique de Alto La Sierra, en donde las magdalenas fueron testeadas en 30 niños y niñas Wichí, afirmó, que a ellos no se les dijo nada sobre la disposición de este alimento.

El ministerio de Salud de Buenos Aires se lavó las manos. Desde la cartera afirman, que de los ingredientes que componen estas magdalenas "ninguno está por encima de los límites aprobados por las autoridades regulatorias correspondiente". Sin embargo, afirman que "desde la cartera sanitaria no promovemos el consumo de esos alimentos. Pero no hay nada para impedir su comercialización o consumo".

El cuestionamiento a la soja no solo es sobre su calidad como alimento. Ahora se suma (según Gorban, en el 2000 aún no sucedía), la manipulación genética para hacerla resistente a los agrotóxicos. Pero la legumbre es además el símbolo que representa al agronegocio, la concentración de tierras y sus consecuentes conflictos con el recurrente desalojo de comunidades originarias y campesinas, el desmonte, y el atentado a la soberanía alimentaria.

En una carta pública que presentaron 85 organizaciones médicas y sociales piden que se deje de usar este producto a base de soja y que se presenta como forma de magdalena. La Sociedad Argentina de Pediatria (SAP) no recomienda el consumo de soja en niños de 2 a 5 años debido a que se generan alteraciones hormonales.

"No se necesita que el agronegocio argentino invente ahora un superalimento basado en soja", afirman en el comunicado. Además, exponen que "nuestra soja transgénica está cargada de residuos de agrotóxicos, las últimas mediciones conocidas daban 96 miligramos de glifosato por cada kilo de poroto de soja, glifosato que daña el desarrollo cerebral e induce cáncer".

Las comunidades originarias no necesitan de un súper alimento para combatir la desnutrición. Necesitan que les dejen vivir en su territorio como ancestralmente lo hicieron, alimentándose de la tierra y sanando con medicinas naturales. Necesitan del monte, que ya lo han quemado las grandes empresas.

Las políticas públicas deben están destinadas a recrear su territorio antes que el negocio de la soja arrase con su forma de vida. Ante esto, el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo dice: “Deberá impedirse que personas extrañas a esos pueblos puedan aprovecharse de las costumbres de esos pueblos o de su desconocimiento de las leyes por parte de sus miembros para arrogarse la propiedad, la posesión o el uso de las tierras pertenecientes a ellos".

Las industrias farmacéuticas y alimentarias experimentan con nosotros desde hace años. Pero experimentar con niños es aberrante. Y que sea con niños de comunidades originarias es doblemente condenable.

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*Foto de portada: lv12.com.ar