Jueves 25 Abril 2024
Por Dennis Pinzone-05 de mayo de 2021

La violencia y el exterminio contra líderes sociales continúa su curso en el Perú. Esta vez le tocó el turno a la activista italiana Nadia De Munari, quien fue asesinada en su casa.

Nadia era una misionera laica italiana, originaria de Schivo, en la zona de Vicenza. La voluntaria, de cincuenta años, pertenecía a la Operación Mato Grosso. Después de una primera experiencia de un año en Ecuador, en 1995 se había establecido en Perú, más precisamente en Nuevo Chimbote, donde estaba a cargo de coordinar seis jardines de infancia y una escuela primaria en un barrio pobre. También gestionaba el centro "Mamma mia", construido por el padre Ugo De Censi, y se ocupaba principalmente de la formación de profesores locales.

"Escuela significa educación, emancipación. No me gustaría saber que las actividades de mi hermana molestaban a quienes manejan a esas personas con violencia, explotación y opresión".

Estas palabras fuertes y de denuncia fueron expresadas por su prima, Katia De Munari, quien no convencida de la hipótesis del robo que salió mal y que terminó en el brutal asesinato, pidió a la Interpol que intervenga en la investigación.

Según lo comprobado hasta el momento, entre la noche y la madrugada del día miércoles 21 de abril, alguien ingresó a su habitación y le destrozó el cráneo con una serie de golpes (supuestamente con un machete). Nadia trató de protegerse y se nota por la fractura en su brazo derecho. Quien la mató tomó dos celulares y se escapó, sin siquiera intentar buscar en los cajones donde se guardaba el dinero. No estaba sola en el edificio, pero el resto de las jóvenes residían en otra ala y por eso no escucharon ningún ruido. Por la mañana, al no verla llegar a desayunar, se alarmaron y pidieron ayuda. Encontrada aún con vida, Nadia fue trasladada inicialmente a un centro de salud local, pero dada la grave condición, fue trasladada al hospital de Lima donde fue operada. Lamentablemente, sin embargo, las heridas sufridas en el ataque fueron muy graves y al cabo de unas horas murió.

"Para una ambulancia había que esperar una hora y media, entonces Don Armando la subió al auto y la llevó al hospital de Chimbote. Lima está a 400 kilómetros, 6 horas de viaje. Nos prometieron un helicóptero que nunca llegó. Si murió también fue por estos retrasos", dijo su hermana, Vania De Munari, entrevistada después del hecho.

El incidente despertó de inmediato la perplejidad y el asombro de la población local, debido a la admiración y gratitud de que gozaba la misionera de Vicenza.

La policía de Nuevo Chimbote se movilizó rápidamente para buscar al autor (o autores) del crimen. Interrogó a cinco personas que se encontraban en la casa, incluida otra mujer, Lisbet Ramírez Cruz, quien fue agredida y cuyo testimonio podría ser crucial. Después de un análisis inicial de la escena del crimen, los investigadores siguen la pista de un intento de robo que terminó mal, dado que en la habitación de Nadia no se encontró su teléfono. Sin embargo, un factor determinante que podría cuestionar esta pista sería el hecho de que no se tomó el dinero de la cámara. Frente a esta dinámica, es seguro que quienes mataron bárbaramente a Nadia sabían cuándo y dónde atacar de la mejor manera posible, para luego desaparecer en el aire sin dejar rastro alguno.

Las investigaciones aún están en curso. Pero hoy, y a la espera de su desarrollo, lo que en realidad queda es otro nombre que se suma a la ya lamentable larga lista de hombres y mujeres asesinados por el mismo sistema al que denunciaban en su vida cotidiana.

Una lista negra que crece día a día con historias y vidas muy a menudo olvidadas. Mártires del Estado y mártires de la tierra, cuya única culpa fue luchar por la libertad junto a un pueblo que, sin rendirse jamás, sonríe imperturbable ante la vida. Y cuando esa sonrisa se desvanezca, tal vez sea demasiado tarde para disculparse.

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*Foto de portada: www.ilgiornaledivicenza.it