Los fotogramas sucesivos de la acción muestran la llegada de un par de vehículos todo terreno de la policía federal, de una ambulancia y de periodistas y operadores de la televisión local. El hombre herido gritaba y pedía socorro, mientras agentes, enfermeros, cronistas, obreros y curiosos se acercan al vehículo. Una gran llamarada, un estruendo, la bomba ha sido detonada desde lejos con el celular. Sobre el piso cuatro muertos y una docena de heridos. Esto es el Méjico de la guerra entre el gobierno y los narcos que desde el 2006 ha dejado sobre el terreno casi 25 mil muertos. Desde el jueves 15 de julio a las emboscadas, a las represalias a golpes de metralleta, a los homicidios dirigidos, a los policías honestos asesinados frente a sus casas exactamente en la misma forma que aquellos corruptos, a los adversarios secuestrados, torturados, filmados y después decapitados o ahorcados en el puente más cercano, se ha agregado el terrorismo de la auto bomba. Terror como en Irak o en Afganistán, pero cocinado en una salsa mejicana con la idea nunca vista antes del anzuelo vivo y herido para atraer al adversario. Porqué los narcos han elegido alzar el nivel de los enfrentamientos no está todavía del todo claro. En Ciudad Juarez, ciudad donde basta atravesar un puente para estar en Los Estados Unidos, destino final de la mayor parte de los envíos de droga de los carteles mejicanos, los traficantes no quieren interferencia en su actividad. ¿El gobierno ha ordenado a la policía federal y al ejército a patrullar las calles? Y ellos responden con la autobomba para crear un clima de terror, para decir sin sobreentendidos estamos listos para hacer de Ciudad de Juarez la Bagdad o la Kabul de Centro América. La única posible comparación es con la Colombia de los años ochenta cuando el cartel de Medellín usó el terrorismo y llegó a hacer explotar una bomba en un avión en vuelo como represalia contra a decisión de extraditar algunos criminales en los Estados Unidos. Por lo tanto la bomba dice a quienquiera, comenzando con las fuerzas de seguridad, de estar lejos de los tráficos de los carteles, de quedarse seguros en las comisarías y en los cuarteles. Sus negocios son millonarios: según la última estimación de la  Drug Enforcement Agency  (DEA) americana la facturación anual de los narcos oscila entre los 18 y los 39 millones de dólares. El mensaje está dirigido también al presidente Felipe Calderón, que hace 4 años, apenas electo, declaró la guerra a los carteles, haciéndole saber que sus esfuerzos no rasguñan el poder criminal organizado. Cada salto de calidad en la violencia criminal de la guerra que se combate en el interior de Méjico, se lleva detrás una estela de interrogantes. El denominador común en el modo de actuar de los miembros de los carteles es que la violencia debe ser total y sin frenos morales, bastaría recordar que al inicio de la escalada las seis cabezas cortadas de otros gánster fueron clavadas sobre un vallado frente a una comisaría en la turística Acapulco
No tiene otra lógica sino aquella de la exhibición de la violencia al estado puro la acción de comando militar perpetrada la última semana de junio en Gómez Palacio, en el estado de Durango. En plena noche, hombres armados han entrado en un centro de rehabilitación de tóxico dependientes y han abierto fuego. Resultado, nueve muertos. ¿Cuál era el objetivo? Respuesta cierta ninguna, solo hipótesis. Que entre los presentes hubiera algún rival de alguna otra pandilla? O que estuviesen a la caza de algún informante reclutado por la policía entre los tóxico dependientes. O más aún, un mensaje para decir que era inútil esconderse en un centro de tratamiento para huir del reclutamiento forzado en los carteles. Tanto la muerte está siempre a la vuelta de la esquina.
Cualesquiera que sean los motivos del atentado, este modo de actuar se ha convertido en una constante en las acciones de los narcos. En todo Méjico. Y no es la primera vez que en la mira acaban los pacientes de una casa de rehabilitación para la tóxico dependencia. Siempre en el pasado junio, un comando entró en acción en un centro de Chihuahua, dejando en el suelo 19 muertos. Acciones análogas habían sido llevadas a cabo en Ciudad Juarez en el 2008 y en el 2009, de nuevo otra vez en un centro de rehabilitación de la droga, causando casi 30 muertos. Naturalmente ni uno de los responsables de estas masacres ha sido localizado nunca, ni una explicación cierta del porqué de estas muertes ha sido dada de forma oficial.
La policía parece incapaz de encauzar la oleada criminal. Y los arrestos, que a pesar que son en un gran número (en el 2009 han terminado esposados también 400 funcionarios de Estado infieles), como los secuestros de cargamentos de cocaína o el descubrimiento de los laboratorios para la producción de droga sintética se parecen a picaduras de alfiler sobre el cuerpo de la organización criminal. Mientras la política parece incapaz de encontrar solución a esta guerra. Por cuarta vez en menos de cuatro años, el presidente Calderón ha despedido al Ministro del Interior, el segundo cargo más importante en el gobierno porque tiene a su cargo la seguridad nacional y las relaciones con los partidos de la oposición. Y ha llamado a la unión de las fuerzas políticas: “Los mejicanos pueden derrotar al enemigo común…Es en la división entre los mejicanos que el enemigo puede encontrar espacio, mientras frente al desafío que el crimen ha lanzado es impensable que haya alguien que crea sacar de ello dividendos políticos". Pero en las elecciones por la renovación de 14 gobernadores, el cuerpo electoral ha contestado suspendiendo casi siempre a quien estaba al gobierno sin tener en cuenta el partido de pertenencia.
El costo que Méjico está pagando es altísimo. De año en año el número de las víctimas está aumentando en modo exponencial hasta alcanzar casi los 25 mil muertos. Los datos más recientes los ha provisto el Ministro de Justicia Arturo Chávez: desde que Calderón es presidente y hasta finales de junio de 2010, las víctimas han sido 24.826, sólo en el 2010 las víctimas son 7.048 y la ciudad más violenta es la propia Ciudad Juarez donde en el 2009 han sido asesinados 2.660 personas.  De modo oficioso las fuerzas de seguridad han hecho saber que el número de policías y soldados que han perdido la vida (y muchos de ellos estaban al servicio de los carteles) alcanza casi el 7 % de la cifra total: solo hasta junio del 2010, se cuentan 103 víctimas entre los hombres de uniforme.
El presidente mejicano ha puesto en el campo 45 mil soldados y 5 mil agentes de la policía federal para combatir los narcos de los carteles de Sinaola, del Golfo; de Juarez, de Nuevo Laredo, de Michoacán, de Oaxaca, de Tijuana. Pero las organizaciones están en continua transformación y a su alrededor han nacido micro bandas que recogen los restos del gran negocio y se mueven de un cartel a otro según la conveniencia y de las alianzas que se hacen y se deshacen continuamente. Es un mercado del trabajo criminal que funciona perfectamente y donde la oferta supera siempre la demanda. Además en Méjico están en escena Los Zetas, un grupo de gánster que tienen origen en los cuerpos elegidos de las fuerzas armadas mejicanas: han pasado, en el sentido literal, armas y equipajes de servir al estado al tráfico de estupefacientes. Y las armas no faltan: los 3200 km de frontera con los Estados Unidos son el punto de pasaje de armas compradas legalmente en los negocios en base al derecho constitucional (en EEUU) de poseer armas para la defensa personal y revendidas ilegalmente en Méjico. Cuando no se compran, se roban, como es el caso de 800 kg de explosivos robados en Texas por bandidos enmascarados. Pero los puntos de abastecimiento son infinitos: en las manos de los carteles terminan millares de bombas que los EEUU proveyeron en los años ochenta a los gobiernos centroamericanos que combatían los diversos grupos de guerrilla.
La situación de Méjico preocupa y no poco al presidente de los Estados Unidos Barak Obama. Apenas llegó a la Casa Blanca fue a Méjico en visita oficial y hace pocos meses recibió a Calderón en Washington. El conflicto con el crimen organizado es de hecho una guerra a las puertas de casa que, junto con la de Iráq y Afganistán, amenaza con pesar mucho en la política interna americana. El gobierno de EEUU, con George Bush, ha asignado 1.200 millones de dólares bajo el nombre de  “Mérida Initiative”: hasta ahora se ha gastado poco más del 10 %  de esa suma y un expediente  de la Government Accountability Office, enviado al Congreso el 28 de julio, sostiene que no hay modo de comprender si aquel dinero haya llevado a algún resultado. Méjico ha solicitado ayuda a EEUU también para tratar de reducir el tráfico de droga en dirección norte y el de las armas en dirección sur. Obama ha decidido que la presencia militar norteamericana será entonces más visible desde el primero de agosto. Este día 1.200 hombres de la Guardia Nacional estarán alineados a lo largo de las fronteras de cuatro estados – Texas, Arizona, Nuevo Méjico y California- que son la enorme puerta de ingreso de los narcos mejicanos

Imitamos a Colombia. Charla con Enrique Krauze
por Antonio Carlucci

“El voto para los gobernadores es una señal que podría cambiar los escenarios políticos nacionales en los próximos dos años. Quien venía dado como vencedor en las próximas presidenciales, no es seguro que lo será más” Dice Enrique Krauze, historiador, documentalista y animador de “Letras Libres”, una revista de cultura y política muy apreciada. Krauze no ama los extremismos de ningún tipo y sobre el problema criminal que atenaza a su país dice que “hace falta seguir el ejemplo de Colombia y saber que el recorrido por venir es largo y hecho de muchos pequeños pasos hacia adelante”.
¿Que cosa cambiará después de las elecciones de gobernadores cuyo resultado ha visto la derrota de los salientes sea cual fuese el partido de pertenencia?
“Antes que nada el resultado es un paso adelante en la democracia de Méjico porque los electores han demostrado de ir a las urnas no obstante las amenazas del crimen organizado y sabiendo bien que su voto era un instrumento de poder en sus manos. Y lo han usado para decir no a quien había gobernado mal, no por sus intereses sino solo por los de su propio grupo político”.
En muchos estados se ha registrado una curiosa alianza entre el Pan, el partido de centroderecha del presidente Felipe Calderón, y el Pdi, el Partido de la Revolución Democrática, que es de centroizquierda. ¿Qué quiere decir?
“Muchas cosas.  Primero, los electores pidieron que los partidos políticos convergiesen hacia una política de centro y no querían posiciones extremistas. Segundo, esta alianza podría cambiar los escenarios de las próximas elecciones presidenciales del 2012, para las cuales era dada por segura la victoria de un candidato del Pri, el Partido Institucional Revolucionario que ha gobernado Mejico por 70 años sin interrupciones. Tercero, el voto es también un pedido de reconciliación política para encontrar un camino común en la guerra contra el crimen”
¿Cuales don las elecciones políticas que permitirán a Méjico vencer la batalla contra los carteles?
“Mucho ha sido hecho y muchísimo hay aún por hacer. Quien gobierna debe trabajar para reforzar las instituciones de todo el País, de las fuerzas de seguridad a las cortes de justicia, de un sistema financiero capaz de reconocer los flujos de dinero sucio a las prisiones.
Es necesario tener siempre presente el recorrido hecho en Colombia en la batalla contra los narcos: ha durado diez años pero al final los carteles han sido derrotados”


Fuente: L’Espresso

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