Martes 23 Abril 2024
El Skyvan estaba en los Estados Unidos, y será emplazado en el museo de la exESMA

De esta aeronave arrojaron al mar a tres de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo

Desnudo, maniatado y sedado, un cuerpo incapaz de movimiento alguno, cae al vacío en el silencio de una eterna noche, que se interrumpe por el estruendo del choque contra el agua, que, por el efecto de la velocidad, pierde momentáneamente su estado líquido, transformándose en una pared de concreto, en una lápida que se traga un cuerpo sin nombre, sin identidad, que habrá de esfumarse de la existencia. No puede desaparecer lo que nunca existió.      

El Estado argentino comenzó las gestiones para repatriar uno de los aviones que utilizaron las Fuerzas Armadas para realizar los nefastos vuelos de la muerte, durante la etapa militar de la dictadura cívica, empresarial y eclesiástica. La aeronave en cuestión, modelo Skyvan, había sido vendida en 1994 a una firma con sede en Luxemburgo, eliminando de esta forma una evidencia crítica de los crímenes de lesa humanidad cometidos contra la población. 

El avión fue localizado en el 2010 en los Estados Unidos, gracias a un trabajo incansable llevado adelante por la periodista Miriam Lewin -quien es sobreviviente de la ESMA-, y el fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo. La aeronave, registrada originalmente como PA-51, estaba en actividad cumpliendo viajes postales en Fort Lauderdale en el Estado de Florida, bajo la matrícula N80GB, bajo propiedad de la empresa GB Airlink Inc. Luego fue transferido a la empresa Win Win Aviation, que lo registró con la matrícula N190WW, y es su actual propietaria.

El superministro de Economía Sergio Massa, hizo una pausa en su plan de ajuste antipopular, y firmó los documentos para ampliar la partida presupuestaria que será utilizada para que el Estado argentino adquiera la aeronave y pueda ser repatriada. Hasta el momento se aprobó un presupuesto de 323 millones de pesos (unos 2 millones de dólares, al cambio oficial). Este gesto de Massa, leído en clave política, intenta apaciguar un poco la relación tensa que tiene el gobierno de Alberto Fernández con los movimientos de derechos humanos, que no se encuentran representados en el rumbo del gobierno. Pero, más allá de esto desde Madres de Plaza de Mayo, celebraron la movida. “No hacemos más que agradecerle a Sergio Massa porque dijo ‘lo hacemos’ y lo hizo. Fue una decisión histórica que se tomó con la anuencia del gobierno”, dijo Taty Almeida a Página/12.

La Armada argentina tenía dispuesto para los vuelos de la muerte un total de ocho aeronaves, tres Electra y cinco Skyvan. Uno de los Electra fue el utilizado por el excapitán Adolfo Scilingo, quien confesó la existencia de los vuelos de la muerte al periodista Horacio Verbitsky en una serie de diálogos que fueron compaginados en el libro ‘El Vuelo’, que se publicó por primera vez en 1995. El testimonio de Scilingo, fue una pieza fundamental para comenzar a deshilvanar la cruda verdad detrás del destino final de cientos y cientos de detenidos desaparecidos. De los cinco Skyvan, dos fueron utilizados y derribados durante la guerra de Malvinas en 1982. Los otros tres fueron vendidos en 1994.

Las evidencias recolectadas hasta el momento permiten afirmar que el Skyvan que se pretende repatriar, fue el utilizado para arrojar al mar a Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco, tres de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, secuestradas en diciembre de 1977 y desaparecidas días más tarde, en lo que se conoce como el caso de los 12 de la Santa Cruz. En ese vuelo -que se habría efectuado el miércoles 14 de diciembre de 1977-, también fueron arrojadas las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet. Aquella noche la aeronave fue pilotada por Enrique José de Saint Georges, Mario Daniel Arru y Alejandro Domingo D’Agostino. El mecánico fue David Fernández.

Es importante destacar que la Marina nunca entregó información sobre los vuelos, manteniendo una posición contraria a los intereses de la población y del Estado argentino. La dirigencia política, desde el retorno a la democracia, ha mantenido una postura condescendiente con el silencio oficial, al menos en este tema. Los Skyvan estaban bajo tutela de Prefectura Naval, más allá de que operativamente respondieran a la Marina. Y Prefectura llevaba un registro de cada partida, no así de la operación que cumplían. Pero estas planillas -que fueron rescatadas gracias a las gestiones de Nilda Garré, cuando estuvo al frente del Ministerio de Seguridad en el periodo 2010-2013-, permitieron identificar la regularidad de los vuelos.

“En el avión, aparecen lo que se llaman technical log. No son planillas de vuelo reales, sino que son papeles de anotación mecánica. Ahí dice las fechas, quiénes eran los pilotos que manejaban y el tiempo de vuelo. Las planillas -que entregó la Prefectura- te dan mucha más información”, afirmó el fotógrafo Giancarlo Ceraudo durante una entrevista con Página/12. “Si Prefectura hubiera dependido de la Armada, esos papeles podrían no haber aparecido porque había una negativa de proporcionar la información”, dijo por su parte Lewin. 

La reconstrucción de la memoria es mucho más que un gesto político. Los símbolos del genocidio no deben ocupar los museos como reliquias de un pasado extinto. El hecho de que el avión continuara en funcionamiento nos invita a reflexionar sobre los efectos y la continuidad de las políticas de Estado impuestas por la dictadura. Una dictadura que pretendió ocultar tras la violencia sistematizada su lógica corporativa. Una lógica que continúa operando impunemente hasta nuestros días.

Foto: El Submarino Jujuy

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