Su defensa tiene como plazo el 18 de mayo próximo, para presentar alegatos a la ministra del Interior británica
Por Andrés Volpe-22 de abril de 2022
Voltaire una vez dijo: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero hasta con la vida defenderé el derecho que tienes de decir lo que piensas”. Y esas palabras tomaron cuerpo, y esa acción tomó presencia y aquella expresión revolucionaria se está haciendo efectiva, lenta y lastimosamente, no por fatalidad del destino, sino por egoísmo humano, o visto desde otro ángulo, por la acción desinteresada de un hombre.
La justicia del Reino Unido finalmente, después de meses de audiencias en diferentes instancias, ordenó este miércoles la extradición de Julián Assange, a EEUU, donde deberá responder ante la justicia estadounidense por publicar documentos secretos de ese país y denunciar graves crímenes de guerra, y su pena ni más ni menos podría alcanzar los 175 años de prisión.
El caso, como ya había trascendido, fue remitido a la ministra del Interior, Priti Patel, quien tiene en sus manos la llave para su extradición. La defensa de Assange tiene hasta el próximo 18 de mayo para presentar sus alegatos ante la ministra.
Stella Morris, la esposa de Julian, ha prometido ir contra viento y marea contra lo que representa “casi una sentencia de muerte” para el periodista de WikiLeaks.
Además, Morris fue más allá y denunció que Assange fue víctima de una estratagema para ser asesinado por la CIA. Durante todo el periodo judicial donde se dirimió su extradición, la justicia ha desestimado este argumento.
Un dato no menor, que da esperanzas y a la vez indigna, es que existen precedentes del papel ministerial en procesos de extradición en Reino Unido. Un mediático ministerio, dio beneficio al dictador chileno Augusto Pinochet, quien fue detenido en Londres, en 1998, bajo una orden internacional firmada por el aquel entonces, juez Baltasar Garzón. Trascurrido año y medio, el ministro Jack Straw revirtió el fallo judicial de extraditarlo a España porque, según dijo, Pinochet estaría “incapacitado”, mental o físicamente, para hacer frente a los juicios planeados por genocidio y torturas.
Salud al límite
El especialista en Tortura de Naciones Unidas, Nils Melzer, ya había expuesto su preocupación por la exposición de Assange a un “severo dolor y sufrimiento, infligido mediante varias formas y grados de tratamiento o castigo cruel inhumano y degradante, que claramente constituye tortura psicológica”. El experto denunció públicamente este atropello a la libertad de un hombre justo después de examinar al líder de WikiLeaks durante una visita a la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, en mayo de 2019, acompañado de dos expertos, el psiquiatra Pau Pérez-Sales y el profesor en medicina forense Duarte Nuno Vieira.
Según el neuropsiquiatra y profesor emérito del King’s College, Michael Kopelman, y el doctor Quinton Deeley, especialista en trastornos del espectro autista, Assange padece depresión recurrente, síndrome de Asperger y altibajos suicidas. Como autoridades en la materia llamados a declarar por la defensa en las audiencias de primera instancia, ambos concordaron que Julian, de 50 años, podría poner fin a su vida si su extradición se hace efectiva.
La libertad pende de un hilo
Una decisión que sea favorable para EEUU por parte de Patel, no sería concluyente para una inmediata deportación del recluso. Su defensa aún tiene una estrategia guardada en el mazo, y llegado el caso, recurriría a la Corte Europea de Derechos Humanos. Los tribunales tomaron los fundamentos de Washington a la sentencia de la corte de Westminster. Y el equipo legal de Assange tiene previsto presentar una “contraapelación” a los argumentos que fueron desestimados por Vanessa Baraitser. La jueza bloqueó la extradición por motivos de salud y pasó por alto cuestiones de fondo, como el carácter político del procedimiento, la libertad de prensa y el derecho de todo periodista a publicar información veraz.
Otra cuestión a tener en cuenta es el alcance de la jurisdicción norteamericana para perseguir penalmente a un periodista extranjero, sin residencia ni lugar de trabajo en EEUU.
Para Baltasar Garzón, en declaraciones a los medios, la situación representa un “gravísimo atentado al derecho a la libertad de prensa en el mundo”. “Assange y WikiLeaks recibieron información de fuentes anónimas relativa a la comisión de graves crímenes de guerra y simplemente procedieron a su publicación, en asociación con los grandes medios del mundo, que no han sido perseguidos. Por lo tanto, se está criminalizando la propia labor del periodismo”, argumentó.
Volviendo a la extradición, un detalle que trascendió en los últimos meses, es la probable ubicación del juicio, en el estado de Virginia, que es sede de los servicios de Inteligencia, y que fueron cómplices en la opereta de espionaje en la embajada de Ecuador, un dato no menor que podríamos graficar sin esfuerzos, un triste desenlace.
Ningún allegado a Assange tiene esperanzas de que el fundador de WikiLeaks recibiría un juicio justo en EEUU. La Constitución de EEUU protege la libertad de prensa, pero su familia cree que puedan negarle el reconocimiento como periodista o lo consideren fuera del amparo constitucional debido a su residencia en Europa.
Por estas horas, la defensa del periodista se está jugando el todo por el todo, preparando sus últimas municiones, con la esperanza que una mano salvadora arroje un manto de sobriedad a una decisión que echa por tierra a cientos de años de luchas por el derecho a expresarse.
“Temen que la gente vea a Julian como un ser humano”, escribió el día de la boda, Stella Moris en el diario ‘The Guardian’, “quieren que Julian permanezca invisible al público… que desaparezca de la conciencia pública”.
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*Foto de portada: Imagoeconomica