EDITORIALES

Son tiempos difíciles los que estamos atravesando. Desde hace dos años, la pandemia del Sars Covid-19 se apoderó de todo el planeta, provocando millones de muertos, una gigantesca crisis económica y el condicionamiento de nuestros modelos de vida. El 11 de enero del 2020 se registró la primera víctima del virus en Wuhan, la ciudad china epicentro del brote de Covid. Dos años después queremos volver a proponer la reflexión escrita por María Fida Moro, mujer indomable, intelectual e hija del Excmo. Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana asesinado por las Brigadas Rojas y el Estado terrorista el 9 de mayo de 1978, sobre el clima de ese año que aún hoy -a pesar de las vacunas que aún no se habían creado y de las modernas medidas de seguridad- se mantiene en nuestra sociedad.

Por María Fida Moro-31 de agosto de 2020

"¿De verdad creen que todos somos estúpidos? La alerta permanente, a la larga, logra el efecto contrario como en el famoso cuento de 'El lobo, el lobo'. La seguridad no existe, en ningún nivel ni en ninguna capacidad y, sin embargo, es necesaria para vivir, trabajar, ir a la escuela, hacer las cosas cotidianas, viajar y descansar. No se escuchan más que números que se contradicen entre sí y además son muy aburridos. Mientras 'juegan' a los boletines, la vida continúa sin ustedes. Cada día que pasa, se quedan más atrás. Están aterrorizados de la vida, de la cual la muerte forma parte. Y no hay cura, no hay vacuna, no porque no haya vacuna, sino porque cuando se soluciona un problema de inmediato surge otro. La vida es un devenir y nos pone a prueba todo el tiempo. Debemos aprender a existir en paz y a convivir con las cosas malas. Debemos darnos la paz, de lo contrario lo nuestro nunca será vida, sino solo terror”.

“Dejen que los niños vayan a la escuela de la manera en que sea posible. Dejen que ellos y también nosotros respiremos oxígeno y no dióxido de carbono. La vida se cura a sí misma: lo ha estado haciendo durante milenios. Recuerden que la vida avanza hacia la vida y no, como tendemos a pensar, hacia el oscuro olvido. En nuestra era -llamada civil- falta la cultura de la muerte, que es sólo un momento de transición hacia algo extraordinario y tanto mejor que ni siquiera podemos imaginar porque estamos limitados por el juego de rol que vivimos aquí. Si solo recordáramos un atisbo de la magnificencia que nos espera, nos iríamos de inmediato. Por favor, quedémonos quietos un momento para respirar lentamente y mirar a nuestro alrededor. La belleza nos habla de amor, de alegría y de verdad. Es posible que hayan visto dormir a un recién nacido seráfico, a salvo de todo, en su lugar en el cosmos. Nos agitamos y, en cambio, deberíamos reducir la velocidad. La eternidad es. No va y viene: es nuestro destino cósmico -nadie puede evitarla- la eternidad es, desde siempre y para siempre, y en este preciso momento, aquí, estamos junto a ella en todas las cosas. Gotas de mar, granos de arena, altas montañas, pequeñas flores delicadas y galaxias sin límites. Si nuestro destino es la eternidad ¿qué nos puede hacer un virus que también tiene un lugar y una función en la creación? Estamos aquí con un propósito muy específico, para experimentar y elegir, después de muchas pruebas y errores, el AMOR del cual provenimos y que mantiene todo unido. Nuestro destino no es el sufrimiento ni la muerte, sino la luz resplandeciente y la alegría sin fin. No nos dejemos encerrar en un capullo de números, dejemos que la alegría "la máxima expresión de la vida misma" esté en todas partes y para todos. Nosotros, Gaia, el Covid, el clima, las comadrejas, las zarigüeyas y los cristales de roca, los guerrilleros, los afroamericanos y los enfermos somos todos uno y estamos jugando juntos el juego de la vida que nos conduce como un río, vuelta tras vuelta, a la iridiscente maravilla de la que venimos y a la que inevitablemente volveremos".

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Extraído de: clisvap.it

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*Foto de portada: Imagoeconomica