Nació en 1931, en la región de Matlosana, Sudáfrica; fue hijo de una trabajadora doméstica llamada Aletta Tutu y de un maestro de escuela llamado Zacharian Tutu. Mundialmente fue conocido como el primer arzobispo anglicano de raza negra que confrontó -en los años sesenta- a quienes, desde el poder, y en la sociedad civil, practicaban la segregación racial. Fue un activista que se hizo sentir en todo el planeta, porque su voz y su lucha perduraron hasta el último momento de vida, antes de apagarse este domingo 26 de diciembre, a la edad de 90 años, tras un período de internación, en el centro médico Oasis Frail Care, de Ciudad del Cabo, tras sufrir un cuadro infeccioso, cuyas causas no fueron divulgadas.
Desde mi adolescencia, supe de su militancia y de su relevante lucha contra los segregacionistas sudafricanos (y mundiales); una militancia, propia de un gran gigante que blandía en sus palabras durante las manifestaciones públicas, como religioso, una fusta severísima dirigida contra quienes eran propiciadores y practicantes del apartheid. Daba fustazos con su oratoria, con los hechos y con acciones, pacíficas, pero cargadas de una energía y de una sed de justicia, admirables, que causó estragos entre los sectores del poder político y de la misma iglesia, que eran racistas.
Por aquellos años, me despertó admiración y hoy, que la noticia de su deceso ya recorre el mundo, esa admiración se fortalece, porque su lucha, si bien no fue en vano, desafortunadamente, sigue estando presente, con su sello y su estilo, en la voz de otros que, como él, confrontan sin restricciones a quienes todavía en el mundo, entienden que los racismos hacen parte de nuestras sociedades, como vestigio de épocas en las que las intolerancias se erguían con pasmosa impunidad (tal como ocurre, todavía aún).
Hoy, el nombre Desmond Tutu, es (para unos) solo un nombre, de un personaje de la historia de la humanidad famoso; pero para muchos, es el nombre de un emblema, de una corriente moral, que sólidamente se opuso a los que pisoteaban los derechos de su semejante, solo por tener otro color de piel. Y su voz, fue la voz de lo que no tenían voz, por ser de la raza negra, y por reclamar se respeten los derechos civiles, en su tierra natal Sudáfrica. Y su voz trascendió fronteras. Su voz contra el racismo.
Ese racismo recalcitrante, que hoy sigue campeando en diferentes regiones del planeta, en el marco de una doctrina de avasallamiento de los derechos civiles, llevada a la práctica bajo diversas modalidades, en perjuicio de personas de la raza negra, y en perjuicio de las comunidades indígenas, que hacen parte de sociedades hipócritas que permiten esas diferencias sociales, enmascarando sus bajos instintos bajo un nuevo apartheid. El apartheid de este milenio, de rostro diferente, pero no por ello menos criminal o menor lacerante.
Desmond Tutu, arzobispo, en los años 60, en Sudáfrica, decía a viva voz: “Tenemos que construir una sociedad democrática y justa, sin divisiones raciales, con igualdad de derechos civiles para todos. Si eres neutral en situaciones de injusticia, es que has elegido el lado opresor”.
Hoy, en su ancianidad, seguro estoy que su mirada al mundo, y en particular sobre los constantes naufragios de migrantes africanos en aguas del Mediterráneo fruto de la intolerancia racial de gobiernos europeos -Italia, entre ellos- hubo de ser harto severa, y crítica. Y en tal sentido amplío, que Desmond Tutu, quien además fue Premio Nobel de la Paz en 1984, en el 2013 dijo que no adoraría a un Dios que fuera homófobo” en ocasión de lanzar una campaña en favor de los derechos de las personas LGTB, en Ciudad del Cabo. Pero un año atrás, en el 2012, se sumó a una campaña impulsada por otro Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, quien buscaba reunir a Premios Nobel de la Paz, de cuatro continentes para exigir al entonces primer ministro británico, David Cameron, que atendiera el reclamo argentino de soberanía de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.
Las agencias de noticias, tras su deceso, dieron a conocer las palabras sobre su persona, del Papa Francisco, afirmando además, que Desmond Tutu fue una de las personas que los inspiró al momento de escribir su última encíclica, Fratelli Tutti, en 2020: "Es este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por San Francisco de Asís, y también por otros hermanos que no son católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y muchos más”.
Su santidad Papa Francisco dijo a los medios que sintió una gran tristeza al saber del deceso de Desmond Tutu, y desde la Oficina de Prensa pontificia se dio a conocer una misiva en la que se puntualizaba que "consciente de su servicio al Evangelio a través de la promoción de la igualdad racial y la reconciliación en su Sudáfrica nativa, su Santidad encomienda su alma al amor misericordioso de Dios todopoderoso”.
Desmond Tutu, dejó a la humanidad un legado de ética y de posicionamiento desde su investidura, que no podemos ignorar, y que, en contrario, debemos reactivar, refrendar, extender y por, sobre todo, luchar para que se mantenga en la memoria.
Los racismos y las intolerancias frente a las comunidades negras en el mundo, no han desaparecido. Se han realzado, se han promovido desde círculos de poder y se han instalado de tal forma, que las consecuencias han sido de muerte y de dolor. La casuística es numerosa. Algunos ejemplos: en Estados Unidos, en algunos de sus Estados, las fuerzas policiales, nos lo han demostrado en más de una oportunidad, segando vidas de personas de la raza negra, en procedimientos con un claro tinte criminal y segregacionista; en Brasil, la muerte de la activista negra Marielle Franco, es otro claro ejemplo del autoritarismo racista e ideológico.
La nómina de casos, nos ocuparían varias páginas. Es la triste e indignante realidad,
Desde una redacción en la que todos sus periodistas -por unanimidad- hacen de la lucha contra el racismo, una causa militante, a través de la irrestricta denuncia pública, lo menos que podemos hacer es reconocer y honrar a este religioso anglicano, que se nos acaba de ir de nuestras manos, a la vista pública.
Desmond Tutu, tu lucha y tus enseñanzas no habremos de dejar que se pierdan en el olvido de la opinión pública. No lo permitiremos, porque no somos cómplices de las infamias del hombre blanco, que, no solo se regodea de serlo, sino que, además -más grave aún- en el nombre de una criminal supremacía de su raza, atenta descaradamente contra la vida de quienes no hacen parte de ella.
¡No al racismo! decimos, una vez más, a viva voz (como lo decía Desmond Tutu).
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*Foto de portada: elconfidencial.com