Viernes 19 Abril 2024
En San Martín, Argentina, un juicio en curso para exigir justicia
 
Por Malena Sánchez desde Argentina-16 de setiembre de 2021

"Vieja, prepara las cosas para el mate que estoy yendo para casa” era el último mensaje que, hace 4 años y 5 meses, recibía una madre de su hija. Los minutos enfriaban el agua del termo mientras aquella madre esperaba por una promesa nunca cumplida. “Estoy yendo para casa”, una garantía que quedó destrozada en el camino, pues los pasos de su hija fueron desviados del recorrido al encontrarse con las siniestras circunstancias de un mundo estructurado para arrebatarnos la vida y libertad.

Araceli Fulles, se llamaba aquella hija arrebatada. Tenía 22 años cuando la hallaron asesinada y enterrada en una casa de la localidad bonaerense de José León Suárez, en 2017. Hoy esa madre, esa familia que no volvió a ver regresar a Araceli, comienza el camino de la justicia, pues el juicio por este femicidio empezó este lunes en San Martín.

Quienes en este mundo hicieron la tarea de arrebatar a Araceli, fueron un grupo de hombres cómplices entre sí, que gozaron durante estos cuatro años la libertad que a ella le quitaron. El único detenido fue uno, por amenazar a la madre de la víctima y a un testigo. A ella le mandó un video caminando por el barrio con una ametralladora diciendo “hay bala para toda la familia”. Luego, esta semana, otro quedó detenido por ingresar con un arma blanca en la audiencia. En total son ocho los imputados acusados por "homicidio agravado por femicidio y por la participación de dos o más personas".

Pero no fue solo ese grupo de hombres el culpable de tal arrebatamiento. Como dije arriba, este mundo está estructurado para ello. Sus instituciones sostienen la violencia, la encubren, la disfrazan y la hacen pasar impune. En un principio los medios masivos, dejando una imagen de Araceli como alguien “de drogas”, que salió “de gira y ya va a volver”. Y luego, la complicidad policial y desinterés judicial increíbles que caracterizaron al caso. Durante 27 días no se supo dónde estaba Araceli Fulles; la encontraron perros adiestrados pertenecientes a los Bomberos Voluntarios en un lugar que ya había sido allanado por la policía. Fue encontrado su cuerpo enterrado en la casa de Darío Badaracco, la última persona que la vio con vida, quien murió luego de haber permanecido internado tras ser atacado a golpes y quemado con agua caliente por dos compañeros de celda en el penal de Sierra Chica, ya que se encontraba allí porque había quedado detenido por el caso. Aun así, hubo un momento donde se fugó: después de declarar por tercera vez, ya que no fue detenido pese a ser sospechoso. Luego se supo que uno de los cómplices tenía un hermano que trabaja en la Comisaría a la que fue la familia de Araceli a pedir ayuda cuando la chica desapareció y podría haber sido quien pasaba información.

Irregularidades, lentitudes, atrasos… las mismas características de siempre en lo institucional. Una mujer es asesinada y a quienes deberían hacerse cargo no parece importarles en absoluto. Tanto la policía, la justicia, el Estado, los medios, son cómplices o inoperantes, demostrando en cada caso que el aparato institucional protege a los violentos.

Hoy, acompañamos a la familia en el juicio y exigimos justicia. Acompañamos a cada familia de cada Araceli, de cada Micaela, de cada Lucía y pedimos basta de impunidad. Acompañamos porque ahí vamos a estar, cada vez que nos arrebaten otra compañera, para ser miles, porque somos nosotras organizadas, quienes tenemos la fuerza para generar cambios de fondo, para desestructurar este mundo y hacerlo nuestro.

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*Foto de portada: eldiarioar.com