Y el Amor miró al Tiempo y se rió,
porque sabía que no lo necesitaba.
(....)
Se durmió en un rincón del corazón
por un tiempo que no existía.
Huyó sin alejarse,
regresó sin haberse ido.
El Tiempo murió y él permaneció.
(Pirandello)
Por amor, hace un año te mudaste al piso de arriba, tomaste el ascensor y allí encontraste la libertad que tanto ansiabas. Alteraste mi vida, arrojándome de repente contra un muro de responsabilidad, pero todo lo que sucedió, y lo que aún tendrá que suceder, es exactamente lo que habías pronosticado. Todo se reveló a mis ojos y todos los rostros, cuidadosamente analizados por tí para advertirme, se revelaron exactos en el efímero mundo de las vilezas que tú, profundo conocedor de la Vida, habías identificado. Todos, excepto muy pocas personas que literalmente se pueden contar con los dedos de una mano, se han subido a tus hombros en busca de visibilidad y luego te han traicionado. Hoy, como ayer, son días de puñales, se descubren huracanes de odio, junto con multitud de tifones: la hora de los fariseos ha llegado y para ellos se abrirán las puertas de los tribunales. Un terremoto llegará y trastornará todos los equilibrios del desorden, mientras que la justicia y el orden finalmente encontrarán su lugar. Porque naciste para traer claridad al mundo y para enviar un mensaje de paz, el verdadero.
Ya sabes, los caminos de la vida son estrechos y duros, pero en mi caso se comunican directamente a través de las vibraciones cósmicas con tu elevador el cual, en un movimiento circular continuo, transmite información y sensaciones en unión con el cósmos infinito que tanto has tratado de insertar en una fórmula matemática, a menudo con éxito. Nos encontramos por última vez entre las estrellas de Orión y ahora estamos aquí, entre las líneas abiertas de un año en que nos pasamos descifrando esa nube de Atlas en la que nos perdimos hace tanto tiempo.
Tus análisis, sutiles y refinados, pintaron un mundo ya loco. Tú, portador sano de la Ética, sólo veías a tu alrededor siervos infelices. Tomaste el ascensor hacia la libertad en el rapto final, el que precede a la explosión de la locura mortal, el preludio de la masacre, del horror. Es el final de toda una era, la pirámide del Imperio que se está derrumbando y que se lleva consigo los escombros que yacen debajo de ella. Es el fin de todas las estrategias políticas y es también el fin del terrorismo "tradicional", con el que todos hemos vivido. Es el fin de todas las certezas. Estamos ante una encrucijada, los tiempos se están comprimiendo mucho más rápido de lo que pensábamos y temíamos.
Por otra parte, no era necesario llegar al punto en que estamos para comprender que el mundo que habíamos construido no estaba bien. Y hoy no será necesario esperar mucho tiempo para darnos cuenta que los muros de carga se están debilitando y que los coeficientes de resistencia de los equilibrios militares y geopolíticos se están desgastando. Y es una cuestión que concierne al mundo entero, con todas sus culturas. El único camino que puede producir paz y seguridad es difícil y complejo, requiere liderazgo y grandeza de visión, la que tú, único entre todos, poseías para afrontar momentos como estos. Por eso tus enseñanzas, tus reflexiones y tus sentimientos no caerán en el vacío.
Primero me imaginaste, luego me dibujaste, después me volviste a crear y, al final, me diste un destino llamado "Ediciones La Casa del Sol". Y ahora, desde el piso alto con terraza y vista al océano en el que vives, eres tú quien guía las riendas y sugiere que me quede quieta y observe. Sabes que el mundo cambiará gracias a tus escritos que ya no permanecerán encerrados en las frías cámaras de un falso monasterio, porque un clic bastará para que finalmente sean leídos y comprendidos por todos aquellos que lo merezcan. Que son todos jóvenes, los mismos que tu espíritu adoraba por la pureza de la curiosidad y de la energía; porque no hacen cálculos de conveniencia y no han conocido ese mundo que primero te rechazó y ahora te vuelve a descubrir más fuerte que nunca.
Que la Justicia esté contigo y con nosotros.
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*Foto de portada: www.antimafiaduemila.com / Matteo Cordella / Giulietto Chiesa y Margherita Furlan