No he tenido el gusto de conocerla personalmente, pero he tenido el placer de degustar su pensamiento e ideario, y su accionar en el campo de batalla que ha sido su trabajo como docente, realizadora y como puntal de Historias Debidas, en la televisión argentina. Y aunque al lector le pueda resultar disonante, hablar de ella en términos de degustación, a mí no me resulta desacertado, porque, bien sea quizás por su personalidad, o por sus ojos incisivos, pero resplandecientes de ternura, su mordaz manera de horadar la vida ajena, hace que uno como espectador (y quizás como interlocutor) se sienta atrapado a quemarropa (aclaro, que no dije hipnotizado) por su sensibilidad humana, sin ir en desmedro de su tarea de escrutar en los recovecos más insondables de quien tiene delante, bajo las luces del plató en el que se instala para su militante, emblemática y semanal tarea de recuperar del pasado (y del presente) historias que desestructuran y que en definitiva confrontan al sistema, de diferentes maneras, las más de las veces desafiando destinos, opacidades de la condición humana y experiencias de lucha de hombres y mujeres (y jóvenes) inmersos en un mundo, en el que los poderes fácticos anidan tempestades inenarrables, que son un cáncer para la humanidad, muy hastiada de la corrupción, la indiferencia y los paternalismos que se abrazan con los capitalismos depredadores de nuestro tiempo.
El semanario uruguayo Brecha, en el mes de noviembre del pasado 2020, celebrando sus 35 anos de existencia, convocó online -entre otros colegas- a Ana Cacopardo, para exponer sobre “Periodismo y Poder” y sobre “los desafíos impuestos a la labor en la difícil coyuntura que viven nuestros países”.
Y Ana Cacopardo, fiel a su perfil de hacedora incondicional del desafío que significa ser periodista con sello propio (aunque quizás no le guste esta mi apreciación) no escatimó ni pensamientos, ni calificativos, ni posiciones, a la hora de cumplir con los colegas uruguayos que la arrebataron de su aislamiento por el Covid 19, para un contacto de la mano del periodista Raúl Zibechi, compartiendo mesa con la periodista brasilena Natalia Viana, fundadora de la Agencia Pública y ganadora del Premio Gabo de Periodismo; el fotoperiodista salvadoreño Víctor Peña de El Faro, primer periódico digital de América Latina, fundado en 1998; y Carlos Fazio, corresponsal de Brecha en México y columnista de La Jornada.
“Gracias a Brecha por la invitación. Me siento muy honrada”, fue la presentación. Y ya de una allanó caminos con palabras particularmante demoledoras: “Además de participar de este distinguidísimo panel, me preguntaba de las tres provocaciones que nos compartieron desde Brecha, que si hablamos del poder quizá necesitaba compartir, ya que estábamos hablando del poder, cómo nos situamos. Estamos hablando de la globalización neoliberal, estamos hablando de un capitalismo tardío donde la tensión es entre capitalismo y vida. Estamos hablando de un poder que no puede pensarse ya –desde hace mucho tiempo- en los términos tradicionales de los estados-nación, que están rebasados por arriba pero también por abajo, por un conjunto de experiencias que lo resisten”.
Relacionando su participación con la de Carlos Fascio (siguiendo muy de cerca los procesos autonomistas en México) Ana Cacopardo las destacó sin tapujos “como experiencias que rebasan las soberanías de los estados-nación por abajo, experiencias que son resistentes”. También ahondó sobre los feminismos en Argentina, “que se nombran plurinacionales porque no reconocen las fronteras identitarias y políticas de los estados-nación”.
Continuando con su exposición, Cacopardo no declinó hablar de “un escenario donde la política está profundamente antagonizada y donde se han consolidado derechas que han rebasado los partidos tradicionales y que cuando nacen de los partidos tradicionales han desplazado los sectores más moderados. Las derechas son derechas que además tienen la característica de haber convocado a los perdedores de la globalización. Han convocado a sectores obreros que son parte de los grandes perdedores. Si hoy pensamos las identidades políticas-sociales, el sistema de clases está completamente desestructurado por la precarización, y los han convocado con discursos racionalistas, racistas, profundamente patriarcales. Tienen discursos radicalmente antifeministas, y este es uno. Cuando hablan de las ideologías de género, es una de las formas de antagonizar el campo de la política, del otro lado del mostrador están las ideologías de género. Todo esto lo vemos en el caso de Bolsonaro claramente ejemplificado y en el crimen político de Marielle Franco. Pero esta derecha ha tenido dos éxitos ideológicos enormes: el primero es la instalación de los discursos securitarios y punitivistas, la mano dura, que interpelan fuertemente a los movimientos populares, que no saben, que no pueden, que no logran posicionarse y que están atravesados por esos punitivismos,también los feminismos están atravesados por los discursos punitivistas. Creo que el segundo gran éxito ideológico que han tenido es socavar una idea de sociedad solidaria. Han cortado ese lazo que nos hacía sentir como parte de una comunidad donde hay reciprocidad, donde el otro no es otro peligroso. Las comunidades son cada vez más cerradas, más auto inmunes, si me permiten la metáfora virósica en el momento de la pandemia”.
Los éxitos de las políticas sociales (en bùsqueda de la igualdad) han sido mencionados por Ana Cacopardo, sin tapujos: “Cualquier política social, vista incluso por sectores de la cltase media, media baja, no como una forma de apostar a una sociedad más igualitaria sino como esa ayuda que se les da a los que no quieren trabajar, a los vagos. Estamos bien lejos de la búsqueda de la igualdad sino estamos en el reino de la meritocracia. En este contexto a los medios dominantes, hegemónicos, que los tenemos que pensar como poderosas corporaciones de negocios, en escenarios cada vez más concentrados. En Argentina hemos tenido una derrota enorme después de la esperanza que fue la Ley de servicios audiovisuales sancionada en 2010 y fue una derrota enorme, que con ese instrumento en la mano hoy tengamos en la Argentina después de los años del Macrismo un escenario de concentración inédito, similar al que vemos en otros países hermanos de América Latina que naturalmente condiciona las democracias como ya hemos visto y no hace falta ahondar mucho en eso. Este es el escenario frente al que estamos, de crisis civilizatoria, de profundo antagonismo en el campo de la política, y podríamos decir que en este escenario vamos al giro autoritario o la posibilidad de algo nuevo, de algo distinto”.
Y agregó, con ánimo de sentencia: “Yo creo que América Latina es un formidable laboratorio de resistencias al orden neoliberal. Yo ahí me sitúo, y permítanme que hable en primera persona porque simplemente voy a compartir mis dilemas, mis opciones. Me sitúo en un periodismo feminista, me sitúo como activista de derechos humanos, me sitúo en un periodismo que geopolíticamente se ubica en América Latina, que mira al campo de lo social. No estoy mirando en las narrativas audiovisuales, en lo que hago en el periodismo, no estoy mirando tanto la lucha política en sus formas más institucionales sino me importa mirar en el campo de lo social. Y ahí en el campo de lo social se rompe esta cosa binaria de bloques, que confrontan, que se enfrentan frontalmente. Porque cuando miramos el campo de lo social aparece una cantidad de resistencias como nos ha enseñado la querida maestra Pilar Caldeiro, nuestra querida maestra, politóloga, sobreviviente de la Esma. Cuando Pilar piensa las resistencias nos invita a pensar cómo operan subterráneamente, cómo operan desde los bordes, desde los intersticios. Me parece que ahí, cuando nosotros miramos, recuperamos la esperanza, porque hay una cantidad de experiencias profundamente creativas, vitales. Creo que hay que hacer, a mí me encanta apostar también desde el periodismo a construir una teoría de la retaguardia, como nos invita la aventura. Si vemos las experiencias autonómicas de México de las que aprendí enormemente cuando visitamos a una comunidad que se rebela contra el narcoestado, que nos enseña que hay otras formas de la democracia que no son necesariamente las formas del lenguaje moderno occidental que son democracias asamblearias, ecológicas, y después los feminismos. Me parece que un gran horizonte emancipatorio que hoy tenemos en el continente declaradamente antineoliberal”.
La realidad argentina, en la administración Macri, continuó siendo el centro de la atención de Ana Cacopardo. Sus puntualizaciones salieron de su muy convincente cepa feminista, orientado a subrayar que se están instalando muy valiosos horizontes emancipatorios y no menos oportunas narrativas de las resistencias (que confrontan a las resistencias homogénicas): “En Argentina el primer paro a Macri lo hicimos las feministas, y lo digo con orgullo.En las articulaciones de los feminismos con los movimientos sociales hay una potencia enorme, se ensancharon los horizontes emancipatorios. Es interesante mirar qué pasa con esos horizontes emancipatorios, y entonces desde ahí yo he tenido la posibilidad de hacerlo desde la televisión pública. Creo que otros colegas como la experiencia maravillosa del Faro han fundado medios. En otros casos, colegas que se han vinculado a los movimientos sociales. Pero en todos los casos se está construyendo algo que a mí me gusta nombrar como narrativas de las resistencias.¿Y por qué digo de las resistencias? Si son de las resistencias es porque confrontan con una narrativa hegemónica. Y en esa narrativa hegemónica, ¿qué hay? Hay violencias extraordinarias, atroces, que no le encontramos ninguna lógica pero que nos dan terror y miedo. Hay, como diría Rita Selgato, una pedagogía de la crueldad, una normalización de la violencia que además rompe toda posibilidad de sentirnos empáticos con los otros. También en los medios hegemónicos, en las narrativas hegemónicas, veo a demasiados cuerpos sin nombre y sin voz propia. Son otros los que hablan por ellos, son los especialistas, los periodistas, los políticos. En esa construcción de unas narrativas de las resistencias que estén mirando el campo de lo social, lo que estamos intentando en mi caso en esa construcción de las narrativas de la resistencia que estén mirando el campo de lo social. Lo que estamos intentando, en mi caso, desde una serie que se llama historias de vida, que hacemos desde la televisión pública pero también desde el documentalismo en América Latina, en África donde también hemos estado trabajando, nos importa primero un enfoque situado. Esto significa territorializar e historizar, y si podemos hacer eso significa pensar cómo opera el poder global pero también cómo se lo resiste localmente y cómo se lo resiste exitosamente, porque muchas de estas experiencias de las que estamos hablando son experiencias exitosas que creo que invitan a no resignarse, a que esto no es lo único posible. Me parece que ahí nosotros como periodistas en la construcción de esta mirada emancipadora podemos ofrecer herramientas para la crítica y para la emancipación. Yo trabajo muchos testimonios, trabajo con victimas pero cuando trabajo con víctimas desde las madres de Soacha, las Madres de Plaza de Mayo, los estudiantes de Ayotzinapa, los indígenas criminalizados, los docentes que se oponen, el magisterio que se opone a la privatización de los sistemas educativos, no son víctimas arrasadas, son violencias atroces del orden neoliberal. Pero no son víctimas arrasadas, son actores políticos”.
Coherente, preferentemente con su sensibilidad de periodista, cuya trinchera es la misión humana de recabar (atesorar) el vivir humano, como voz esencial e indispensable, Ana laceró los oídos de los que se oponen precisamente a lo “testimonial”. Y fue directa. Tan directa y tan precisa, como una bofetada muy bien dada al periodismo (al colega) complaciente, pacato, acartonado, servil, y cobarde.
“Hay ahí una experiencia que es la de la escucha, la voz testimonial, porque esas voces testimoniales nos permiten no solamente reconocer las violencias del orden neoliberal, reconocerlas, porque cómo se yo cuáles son las violencias de los policías en los barrios marginales de nuestros países si no es a través del testimonio de los pibes, de las jóvenes morochas, pobres, que padecen el hostigamiento policial sistemático. Yo creo que ahí la voz propia tiene mucho para decirnos, y después mirar las articulaciones, porque me parece que el gran desafío para las izquierdas, para quienes buscamos un mundo distinto, es pensar cómo se construye una contrahegemonía, cómo todas estas experiencias que quizás resisten sin una articulación manifiesta logran disputar y construir un mundo en una clave histórica que sea capaz de pensarse desde América Latina, de nombrarse desde América Latina. Ahí tenemos un reto enorme, un rol muy fuerte que cumplir desde el periodismo, desde las narrativas, desde la mirada que seamos capaces de construir”.
La voz cantante de Ana Cacopardo se nos hace propia, en el sentido de que cada uno de sus pasos, ya conocidos, en la Argentina, en la región y en el mundo, coinciden perfectamente con nuestro sentimento de lucha por la libertad, por encontrar en esta América Latina (desangrada y que sigue con las venas abiertas) los caminos emancipadores, frente a un cáncer predador como es el neoliberalismo agazapado a calles y campos, haciendo del ser humano un número y no una vida.
Anna Cacopardo es una colega que entendemos pertenece al mundo de los sentipensantes (como Eduardo Galeano). Y esa es una de las razones por las que (desde la redacción de Antimafia Dos Mil) alineamos nuestros brazos y nuestros esfuerzos para construir (como ella) vidas y narrativas de las resistencias. Que urge.
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*Foto de portada: www.diariofull.com.ar