Por Giorgio Bongiovanni
Era inevitable. Era necesario. Era indispensable. Extender, casi obligatoriamente, el periodismo de denuncia de Antimafia Duemila Italia al Paraguay, un territorio de Sudamérica donde la criminalidad organizada se ha instalado desde hace mucho tiempo dentro mismo de una democracia turbulenta, a juzgar por los acontecimientos políticos de los últimos diez años, incluido un reciente juicio político a ministros de la Corte Suprema de Justicia y parlamentarios del Paraguay, como resultado de un reciente hecho vergonzoso para el país y para la región, como ha sido el asesinato del periodista Pablo Medina, a manos de la narco política.
Los tiempos del periodismo libre se están codeando con los tiempos del sistema criminal sentado en el trono del poder político, triste e indignante realidad de una sociedad paraguaya siempre flagelada por la inestabilidad institucional y condicionada por la intriga, hasta extremos inimaginables, con el costo inclusive de vidas humanas. Basta con informarse sobre los hechos políticos y sociales de los últimos diez años –masacre de Curuguaty y caída de Lugo, por ejemplo- para darse cuenta de la realidad histórica de ese punto del planeta.
En este contexto, lo que literalmente nos ha repugnado del presente paraguayo, y perfectamente vale esa expresión, ha sido toda la antesala del hecho criminal que acabó con la vida de un colega y amigo de nuestra redacción. Porque el periodista Pablo Medina, además de un hombre íntegro y libre, era un hombre y un profesional de nuestra absoluta confianza que no dudó ni un instante, desde hace muchos años, a denunciar al sistema mafioso operativo en la región de Curuguaty, zona en la que el narcotráfico y otras modalidades delictivas sentaron sus respectivas bases, con crueldad y con sutileza mafiosa, atemorizando y amedrentando a la población con impunidad y descaro increíbles.