Lunes 18 Marzo 2024
BERLUSCONILa mafia y los periodistas de cuatro patas

Por Saverio Lodato - 01 de octubre del 2017

Dicen que Silvio Berlusconi ha cambiado. Que ha resurgido. Que se está dedicando a una vida sentimental y sexualmente moderada. Que nunca más defraudará al fisco. Que no cederá a la tentación de los negociados parlamentarios para hacer caer a éste o aquél gobierno. Que se prepara para vivir sus próximos cien años de vida política al servicio de Italia dejando de lado, definitivamente, sus gigantescos conflictos de intereses. Que ya no fundará partidos políticos con la ayuda de mafiosos, como Marcello Dell'Utri. Que ya no tendrá asistentes mafiosos para cuidar a sus caballos, como Vittorio Mangano. Que incluso será la columna vertebral del populismo.

Los comentaristas políticos aplauden. Ellos creen en su palabra. Lo consideran el líder que será decisivo el día después de la votación, cuando se sepa que nadie ha alcanzado el fatídico 51 por ciento.

Tenemos poco que decir sobre el tema. Y -por desgracia- nada que hacer.

Se nota, sin embargo, que han vuelto al primer plano esos periodistas de cuatro patas que en los últimos tiempos habían estado algo camuflados, que de algún modo se habían limpiado, finalmente liberados de la correa del dueño.

¿Y cómo?

Haciendo el trabajo que hicieron tan bien en el pasado: insultando a los símbolos de la antimafia. Entendámonos: en materia mafiosa son súper profesionales, en el pasado participaron en todas las campañas del periodismo militante que, utilizando el escudo del "garantismo" y el "proceso justo", acabaron defendiendo a la flor y nata de los delincuentes en circulación. Permítanme ubicar el nacimiento del periodismo de cuatro patas en ese programa de televisión que, hace casi 40 años, definió a Michele Greco, entonces jefe de la cúpula de Cosa Nostra, como un buen "cultivador de limones". Cuánta agua ha pasado bajo los puentes. Entonces eran jefes y soldados que se defendían de las acusaciones hechas por gentuza como Falcone y Borsellino, Costa y Chinnici, Boris Giuliano y Cassarà, Basile y D'Aleo, todos los cuales fueron hecho pedazos de forma pragmática. Y se podría seguir enumerando.

Hoy, el periodismo militante tiene que defender otras categorías de delincuentes. Delincuentes de guante blanco. Delincuentes con uniformes y penachos. Delincuentes que crecieron en la cuna de las instituciones.

Delincuentes que nunca se han arrepentido, que no se arrepienten y nunca se arrepentirán. Delincuentes que no empuñan pistolas ni ametralladoras porque no hay necesidad de derramamiento de sangre. Calumniar, enlodar, murmurar, acechar, maltratar por aquí y por allá a los familiares de las víctimas de la mafia hoy es más que suficiente.

Entre otras cosas debería decirse que los periodistas de cuatro patas hoy se han convertido en los edulcorados aduladores "vivos" de esos jueces, policías, carabineros, periodistas e incluso políticos que, en aquellas décadas, fueron masacrados por los buenos "cultivadores de limones" como Michele Greco.

Es por eso que los periodistas de cuatro patas crean redes de noticias periodísticas (por asi decirlo) donde, para escribir, el redactor debe usar veneno en lugar de tinta.

¿Y el veneno contra quién va dirigido?

Pero está muy claro: contra aquellos fiscales, testarudos y tercos, que quieren condenar a los delincuentes de guante blanco. Y Nino Di Matteo, valga su nombre por todos, de eso sabe algo.

Usted preguntará. Pero además del veneno ¿qué más hay en el kit de supervivencia de estos periodistas de cuatro patas?

Pocas cosas, pero buenas.

Las palabras del mafioso Graviano, que ha puesto en evidencia la responsabilidad de Silvio Berlusconi en las masacres, deben ser lanzadas rápidamente a la letrina.

Los jueces deben ocuparse hasta el infinito del "caso Scarantino", si es posible acorralando a Nino Di Matteo, al que han tenido la "bondad" de escuchar aceptando su solicitud de la comisión antimafia después de semanas de tenerlo en la picota.

El juicio en curso en Palermo sobre la tratativa entre el Estado y la mafia se convierte, en el kit del periodista de cuatro patas, en una "locura absurda".

Las "mentes refinadas" de las que hablaba Falcone se transforman en un hipocampo judicial, un monstruo con el cuerpo de un caballo y la cola de un pez, y por eso mismo muy difícil de encontrar en la naturaleza. Imagínense que el hipocampo, de falconiana memoria, pueda ser sometido a juicio.

E incluso los "mandantes", como las "mentes refinadas", se convierten en figuras de la zoología fantástica.

La agenda roja de Paolo Borsellino no es más que el símbolo de esos muchachitos ("los muchachos de la agenda roja") que cada año van a romper los cojones a via D'Amelio.

Pero todavía hay más en el kit del periodista de cuatro patas.

Hay, por ejemplo, una veneración (que se remonta a la época de Michele Greco) para los abogados de los mafiosos que defienden –hoy como ayer- a mafiosos "con ciencia y conciencia". Y los mafiosos, hoy, son los delincuentes de guante blanco de más arriba. Y también ellos encuentran abogados que los defienden "con ciencia y conciencia".

Existe también el uso ocasional de aquellas familias víctimas de la mafia, o componentes de ellas, cuando sus declaraciones pueden ser utilizadas contra Di Matteo y todos los que son como él.

Pero digamos la verdad. El pobre Silvio Berlusconi esta vez no tiene nada que ver con esto.

Es el "berlusconismo de los serviles" que, sólo de escuchar que el nombre del dueño vuelve a estar de moda, sienten la nostalgia de la correa. Y el tema de la antimafia es un excelente banco de ejercicios.

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