Ellos son los que lo único que saben hacer es fingir que no pasa nada. Que saben de maravilla mirar para otro lado. Que jamás podrán decir evangélicamente: Si, si, no no. Que se la pasan eternamente en la ventana para olfatear de qué lado sopla el viento. Que no quieren recordar. Que no quieren servirse de las lecciones del pasado y de la historia de lo que ocurre. Que pretenden adormecer las inquietudes, la voluntad de cambio, la indignación, la rabia de aquellos ciudadanos que no se conforman. Son Ellos. De Ellos estamos hablando.
Aquellos que incluso lograron fingir que no pasa nada frente a la manifestación del 14 de Noviembre en la Plaza de los Santos Apóstoles de Roma, organizada para expresar la solidaridad a Nino Di Matteo. Aquellos que no escribieron ni un solo renglón en sus periódicos con la excusa de que la Antimafia es algo anticuado, es un asunto que tiene que ver solo con Sicilia, una obsesión de los Fiscales con el síndrome de la celebridad, de los que culpan sin escrúpulos, de aventureros facciosos que no hacen más que recalentar una misma sopa que a esta altura a los italianos les resulta irremediablemente indigesta.
Son siempre ellos. Los que se especializan en aniversarios y ceremonias, en galas de Estado y coronas fúnebres en memoria de los caídos. Aquellos que a la mejor Antimafia la ven representada por una interminable hilera de estatuas. Aquellos que no conciben la idea de que se deba declinar la antimafia a las futuras generaciones, porque mientras la mafia no recurra al uso de las armas no es necesario preocuparse más de lo necesario. Ellos aman vivir sin sobresaltos, en un letargo asistido,  apergaminados en sus certezas, sin riesgos, confiando en la oscura solidaridad de legiones de indiferentes.
Son siempre ellos . Aquellos por los que, si realmente hay que combatir a la mafia, que se la combata no más, pero cuidado a meterse en la cabeza que hay que derrotarla para siempre. Porque si existe en Italia desde hace un siglo y medio no logran aceptar que alguien haya tenido la absurda idea de ponerla en un museo ahora que estamos en el Tercer Milenio.
Son ellos. Los que simpatizan con los corruptos y con los conniventes, con los políticos ya sean procesados, indagados, condenados, o con especuladores y arribistas , jefes mafiosos, delincuentes menores, prófugos, culpables que quizás queden absueltos en un aula de los tribunales, al grito de batalla: ¡es lo que hacen todos! Porque así es más cómodo y reconfortante para ese letargo de las conciencias que simplifica la vida.
Y ¿quiénes somos nosotros? Nosotros somos los que consideran que sea indigno para Italia tener que convivir todavía con la Mafia, con las Mafias. Nosotros somos los que  no aceptarán jamás, como si fuera una calamidad natural, que la política se haya convertido en un indistinguible revuelto envenenado de legalidad e ilegalidad, de intereses públicos e intereses privados, de carreras criminales que incluso planean pasar largos paréntesis cuantiosamente retribuidos en los Palacios del Poder. Nosotros somos quienes consideramos inaceptable que magistrados, policías, carabinieri, agentes de la guardia de finanza, no puedan desfilar en las manifestaciones antimafia o tomar la palabra en los escenarios democráticos si no quieren tener que pagar después con medidas disciplinarias, traslados, o inevitables represalias de los organismos a los que pertenecen.
¿Ellos?
Son aquellos que afirman que detrás de miles y miles de delitos, de masacres, de atentados, no hubo ideólogos. Como si en Italia hubiera existido un ejército criminal descarriado que no seguía las órdenes de nadie ensangrentando al país durante décadas. Aquellos que ríen socarronamente apenas escuchan hablar del Juicio sobre la Negociación Estado-Mafia. Porque, para ellos, la negociación no existió y se ofenden con el simple hecho de saber que alguien pueda pensar lo contrario. ¿Nosotros?
Nosotros somos muy diferentes a ellos. Estamos convencidos de que Italia está poblada de ideólogos impunes, que hasta el día de hoy han logrado escapar a la ley. Nosotros creemos que nunca es demasiado tarde para descubrir y entregar a la justicia a los ideólogos de los atentados que Ellos, de una vez por todas, querrían cubrir con el sudario de la prescripción.
Nosotros somos los que no reímos socarronamente apenas escuchamos hablar de la Negociación, si es cierto que hasta los norteamericanos se dirigieron a los jefes mafiosos de entonces antes de desembarcar en Sicilia. Ellos, a nosotros, nos definen como irreducibles. Creen, que diciendo así, nos podrán detener. Es cierto. Somos irreducibles. Y menos mal que hay otro irreducible que responde al nombre de Salvatore Borsellino, al frente de su “Movimento delle Agende Rosse” (Movimiento de las Agendas Rojas). Sería terrible si no existiéramos los irreducibles.
Y a menudo nos preguntamos: ¿En qué habríamos tenido que convertirnos después de 23 años de los atentados de Capaci y de Via D'Amelio, si ya no tuviéramos ni siquiera una migaja de dignidad para seguir reclamando la verdad sobre lo ocurrido? ¿En qué habríamos tenido que convertirnos para no ser hoy los irreducibles de lo cual nos sentimos orgullosos, si hubiéramos aceptado a cabeza gacha el comportamiento de un Estado que por un lado construye puentes de oro para un criminal mafioso, que desde hace veinte años se encuentra prófugo, llamado Matteo Messina Denaro, mientras que por el otro encierra en una sofocante campana de vidrio a ese Nino Di Matteo, otro irreducible sin cura, condenado a muerte en redes unificadas por un siniestro personaje llamado Salvatore Riina? Son los mismos investigadores que dan la caza a Matteo Messina Denaro los que declaran que tienen que lidiar con las altas complicidades que protegen a dicho Súper Prófugo. Ellos fingen no escuchar estas declaraciones. Nosotros, que somos los irreducibles, nos indignamos. Ellos consideran que todo es normal. Nosotros pretendemos explicaciones. Y ¿de quiénes las pretendemos? Las pretendemos de los mismos que, incluso encontrándose en los más altos cargos de las instituciones, aún no han sentido la necesidad de pronunciar ni siquiera una sola palabra a favor de Nino Di Matteo.
¿Lo veis?
Para ellos son historias diferentes, separadas, la del Prófugo y la del Fiscal. Para nosotros es todo lo contrario: son caras de la misma  moneda, una moneda llamada Italia. Una Italia en la que se siguen moviéndose a su placer todas esas mentes refinadas, cuya presencia llegó a intuir Giovanni Falcone, antes de ser asesinado. Para ellos, esas mentes refinadas jamás existieron. Para nosotros fueron precisamente esas mentes refinadas las que con los atentados de Capaci y de Via D'Amelio, de Roma, de Florencia y de Milán, quisieron quebrantar para siempre la esperanza a millones de italianos de que la mafia llegara a ser derrotada para siempre.
Ha llegado el momento de que  los más altos cargos del Estado den una señal. Y que digan, sin reticencias, sin juegos de palabras, frente a millones de italianos, si están con Ellos. O si están con nosotros.
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Foto © Paolo Bassani
http://www.antimafiaduemila.com/rubriche/saverio-lodato/57768-chi-sono-loro-e-chi-siamo-noi.html