Viernes 29 Marzo 2024

En vista de aquel momento, sería de esperar que desde ahora los mejores “intelectos” de la nación pusieran manos a la obra para planear algo impresionante, espectacularmente visible, a mitad de camino entre las coreografías chinas de los juegos olímpicos y los fuegos palermitanos de artificio para la fiesta de la “Santuzza”.
Y la madrina de los festejos no podrá ser otra que Maria Falcone, la hermana del magistrado asesinado por la mafia. Lo decimos con todo el respeto que se le debe a un apellido tan excelso, pero también con toda la molestia que provoca una presencia que, perennemente muda, transcurre los 364 días del año, a la espera del nuevo aniversario. En fin, Maria Falcone, qué diga algo, si tiene algo que decir, sobre los problemas de la “antimafia” de hoy en día. O bien, que siga callando, como hace desde hace 23 años.
Sigamos adelante.
El hecho es que al leer los comentarios al día siguiente del 23 de Mayo, parecería ser que esta “antimafia” ya no le cae bien a nadie.
Era hora.
Era hora de que alguien se diera cuenta del burdel en el que se ha convertido la compañía en torno a la antimafia.
Pero aquí tenemos que ponernos de acuerdo.
¿De qué “antimafia” estamos hablando?
¿De la “antimafia” romana que un día al año, el 23 de Mayo, viene a desinvernar a Palermo?
¿De la “antimafia” romana que un día al año parece trasladar los más altos cargos del Estado a la tierra del tomate “Pachino” y de la albahaca?    
¿De la “antimafia” que se ha convertido en “antimafia” sin jamás haber conocido a la “mafia” en toda su vida?
Escuchamos a jovencitos de buenas esperanzas, de ideas siliconadas, que, a pesar de no haber conocido a los mártires en cuestión (estamos hablando de Falcone y de Borsellino), más allá del aspecto anagráfico ya que no habían ni nacido cuando ocurrieron los hechos, subiendo a los escenarios para decir lo que piensan, sobre cómo se tendría que hacer la “antimafia” (Cuántos nombres me pasan por la cabeza, cuántas firmas ilustres, cuántas señoras sedicentes “amigas de Giovanni”…).
Sigamos adelante.
Decíamos antes: pero ¿De qué “antimafia” estamos hablando? Precisamente.
De la “antimafia” que encuentra abiertas de par en par las puertas del Palacio Chigi, del Palacio Madama, del Quirinal, o del Vaticano?
¿O estamos hablando de otra “antimafia”?
De una “antimafia” minúscula, pequeña, muy pequeña, que es la que no aparece en los noticieros, en las primeras planas de los periódicos, en las representaciones épicas del régimen?
Aquí hubo una operación sucia.
Y ahora intentaremos explicarla en dos palabras.
Año tras año, a lo largo de estos 23 años de aniversarios ha ocurrido que en uno de los platillos de la balanza se arrojaba el peso del pasado, en forma de énfasis, de ceremonia, de pomposa retórica. El platillo del presente, de la actualidad, en cambio, siempre quedaba vacío.
Este era el truco, este era el juego.
Un sutil bisturí invisible cortaba, en manos de la institución, el hilo entre el pasado y el presente, entre lo que era una vez y lo que es “aquí y ahora”.
En fin, Falcone era una cosa y las mafias romanas son otra cosa.
Una cosa son los acusados por delitos mafiosos, que no dejan que se salve ninguna región, ni tampoco las capitales de las provincias, ni los partidos, otra cosa son los “mafiosos” bautizados como tales por Falcone hace treinta años.
Una cosa son “los” de aquel entonces, otra cosa son “los” de hoy (¡Nino Di Matteo docet!).
No lo hagamos muy largo.
Hoy en Italia, la mafia existe. Y son muchas las mafias.
Y que existe (y que existen), lo saben en todo el mundo.
Pero nosotros, que estamos en un país de juglares, el 23 de Mayo, y el 19 de Julio, fingimos conmemorar lo que ocurre. Y nos proclamamos “antimafiosos”.
Que muchos se hayan cansado, es algo fisiológico.
(Aunque no era necesario que pasaran 23 años para comprender de cuál de las dos “antimafias” estábamos hablando).

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Foto © Shobha