Pero hay algo que si sabemos. Y es la primera vez que nos viene a la mente. Que los más altos cargos del Estado son cuatro. En primer lugar está el Presidente de la República, Giorgio Napolitano. En el segundo el Presidente del Senado, Piero Grasso. En el tercero el Presidente de la Cámara (en este caso si se prefiere, “la” Presidenta) Laura Boldrini. En el cuarto el Presidente del Consejo, Matteo Renzi. Podríais decir: ¿qué tiene que ver toda esta lista? En cambio si tiene que ver. ¡Y mucho!
Los cuatro: Napolitano, Grasso, Boldrini y Renzi, siempre han estado muy atentos a no pronunciar el nombre del condenado a muerte, jamás lo llamaron por teléfono para expresarle su solidaridad humana, lo ignoraron cuidadosamente en cada una de sus declaraciones sobre el argumento y no es que no han tenido oportunidades en las cuales poder hacerlo. ¿Acaso es una casualidad? ¿Cuatro coincidencias en una? Es difícil de creer. Hace ya dos años que todos los italianos saben que el condenado a muerte responde al nombre de Nino Di Matteo, que no es, prestad atención, un cargo del Estado (ni máximo, ni mínimo), pero que sin lugar a dudas hace más que lo que hacen los otros cuatro juntos por la dignidad que queda de nuestro Estado. Es un punto sobre el que la vale la pena insistir. Sin embargo los cuatro lo ignoran. No reconocen en lo más mínimo su existencia.
Intentemos comprender el porqué.
Los más altos cargos del Estado, por lo general, prefieren brindar su solidaridad incluso a personajes de la así llamada “antimafia”, pero dichos personajes tienden a ser algo fanfarrones , no verdaderos protagonistas, sino en todo caso “figuras” o “figuritas” que pueden encasillarse, generalmente por su apellido ilustre, en un teatrillo , extendido a la política en el que ellos también tienen su lugar, y quizás hasta realizan grandes financiamientos, porque las instituciones no tienen nada que temer de parte suya. Valga la objeción: ¿qué tienen que temer los “políticos” de los “magistrados antimafia”? Que luego de lo que se ha descubierto en el escándalo de corrupción en Roma una objeción de este tipo sería excesiva, en el sentido de superflua.
Ésta es una primera razón del espeluznante silencio que rodea desde hace dos años a Di Matteo y a los demás como él (Vittorio Teresi, Roberto Tartaglia, Francesco Del Bene, estos nombres valen por todos los demás). Los magistrados antimafia, y los de Palermo especialmente, nunca fueron bien aceptados en Roma. Su forma de interpretar la función, marcada por una independencia programática, suena a los señores y señorones de la política romana como si fuera una blasfemia.
La actual Arrogantocracia – es decir, este Gobierno – caracterizada por las palabras vacías, por los grandes anuncios, por el lanzamiento de guantes como signo de desafío a derecha y a izquierda, por el desprecio vulgar de los valores (podemos recordar a la Ministra Maria Elena Boschi que entre Fanfani y Enrico Berlinguer mandaría al desguace a Berlinguer), por pretender la longevidad política que roza las cumbres de la eternidad como ocurría en el Panteón soviético, en el que uno moría al menos un mes después de haber muerto, y dónde trabajan en el Kremlín, ya desde los tiempos de Stalin, equipos de “embalsamadores” híper especialistas en la conservación de los “cadáveres ilustres”; como decíamos esta actual Arrogantocracia detesta instintivamente a los magistrados palermitanos. Pero esta es solo una parte de la verdad.
De hecho a esta altura al nombre de Di Matteo se lo relaciona inmediatamente con el juicio sobre la negociación Estado-mafia que se está celebrando en Palermo, a pesar de que no hayan faltado los rayos y las centellas del Palacio del Quirinal.
Al tácito teorema que une a los cuatro que hacen oídos sordos lo podemos explicar de la siguiente manera: Di Matteo es el hombre de punta de las investigaciones sobre la negociación; admitir que Di Matteo corre riesgo de vida significaría admitir implícitamente que quienes investigan en Italia sobre los cables de alta tensión (y vaya Dios si no lo son los cables descubiertos de un Estado que había negociado, que negociaba y que negocia con la mafia) corre el riesgo de terminar siendo asesinado, significaría admitir que el proceso judicial de Palermo es algo muy serio y que nuestro Estado, si es necesario, dispara. Sería la primera vez.
El teorema, a pesar de que no haya sido transcrito, a pesar de que esos cuatro nunca lo admitirán, es exactamente éste. En resumen significaría reconocer incluso la enorme importancia de algo que se pretende negar con uñas y dientes, manteniéndolo lo más posible de puertas afuera.
En fin, que para el 2015 Nino Di Matteo comience a aceptarlo, a pesar de que tengamos motivos para considerar que ya tiene una idea muy clara al respecto. Un hecho de público conocimiento – estríctamente mafiológico, por así decirlo – ha reforzado en forma notable nuestra convicción. Nos referimos al “arrepentimiento” de Vito Galatolo, el boss mafioso del barrio palermitano de Acquasanta que comenzó a colaborar precisamente con Di Matteo. Por lo pronto estamos hablando de una de las “familias” más feroces y con contactos con los niveles ocultos del Poder de la Cosa Nostra palermitana. Vito, cosa que incluso muchos entendidos tienden inexplicablemente a olvidar, es el hijo de Vincenzo Galatolo quien actualmente está pagando una cadena perpetua por el atentado a Carlo Alberto dalla Chiesa, por el atentado contra Rocco Chinnici, por el asesinato de Pio La Torre y por el de Ninni Cassarà; y que además está involucrado, junto a toda su familia, en el fallido atentado con explosivos que estuvo a punto de perpetrarse en Addaura, cuyo objetivo era el de eliminar a Giovanni Falcone, y lo que quedó bien sentado es que había sido organizado por “mentes muy refinadas”.
Todo esto sirve para decir que el Vito que se acaba de arrepentir no es uno cualquiera en cuanto a la heráldica criminal. Una prueba de ello es el hecho de que sus declaraciones ya han provocado un alud de arrestos. Pero el tema es que Vito ha vaciado su costal al hablar del reciente proyecto de un atentado en contra de Di Matteo, indicando detalladamente la cantidad de trotil que los mafiosos habrían comprado en parte a la ‘Ndrangheta calabresa; así como el custodio momentáneo del explosivo, Vincenzo Graziano, regente del “mandamento” (territorio mafioso) del barrio de Resuttana, recientemente capturado por la policía y los carabinieri; y el explícito ideólogo de la condena a muerte, es decir Matteo Messina Denaro, de Trapani, la prímula roja del momento.
El “caso Galatolo” es un excelente plano tornasolado a fines de nuestro razonamiento. Los magistrados que hablan con Galatolo han declarado que existen “formidables pruebas que concuerdan” con sus palabras, a pesar de estar muy preocupados porque todavía no aparece el trotil. Pero esta colaboración está teniendo muy poca repercusión en los medios de comunicación, mientras que según la lógica – en los tiempos de la retórica sobre los grandes éxitos de la antimafia – tendría que haber sido enfatizada. Y aquí no vale solo el teorema antes mencionado: en el que hablar de Galatolo significaría hablar de Di Matteo. De hecho la pregunta que surge espontánea es: Messina Denaro le pidió a la mafia palermitana que asesinara a Di Matteo, pero ¿quién se lo pidió a Messina Denaro? ¿Acaso un súper prófugo, alrededor del que se sigue cerrando el círculo luego del arresto de sus familiares más cercanos, de sus partidarios, gregarios, socios de negocios, testaferros no tiene otra cosa en la que pensar? ¿Se siente amenazado por las investigaciones de Di Matteo sobre la negociación Estado-mafia? ¿Y cómo puede ser?
Cada uno es libre de sacar las conclusiones que le parezca, así como nosotros hemos sacado una.
Nos interesa precisar una última cosa a propósito: no es ningún misterio que ni siquiera dentro del Palacio de Justicia de Palermo Di Matteo goza – si se puede decir – de “buena fama”. Son muchos los colegas que fruncen la nariz ante el arrepentimiento de Vito Galatolo. Son los mismos - lo decimos como aclaración – que abiertamente se opusieron a Antonio Ingroia cuando él se encontró en el centro de una violenta tormenta institucional-mediática que al final se definió con su abandono de la magistratura. Sería bueno que la deontología profesional no tuviera que sacrificarse jamás por razones de protagonismo y envidia que desearíamos se hubieran terminado con las tragedias de Capaci y de Via D’Amelio.
En ese sentido hay que decir que el nuevo Fiscal en Jefe de Palermo, Francesco Lo Voi, desde el principio tendrá mucho que hacer. Se ha escrito mucho sobre la forma en la que se llegó a su nombramiento, incluso en AntimafiaDuemila. Todo nació – como para variar, dan ganas de decir - de una intervención en forma de tackle del Jefe de Estado, Giorgio Napolitano,con miras de frenar la candidatura de Guido Lo Forte, otro “rebelde”, que podría interesarse del juicio sobre la negociación.
Quienes terminaron pagando – como es sabido ¬– son tanto Lo Forte como Sergio Lari, Fiscal en Jefe de Caltanissetta, ambos mucho más calificados que Lo Voi para cubrir ese cargo. Napolitano, cuando así lo quiso (y lo quiso varias veces a lo largo de sus dos mandatos), se olvidó por completo de los reglamentos, de los criterios objetivos, de las prácticas consolidadas, en materia de “administración” de la justicia y de la política. Pero también es cierto que quien salió con los huesos rotos de este nombramiento es el Consejo Superior de la Magistratura en su conjunto, que de lo único que fue capaz fue de ratificar el dictamen de Napolitano, y como es cierto además que la Presidenta de la Comisión Antimafia Rosy Bindi, quien se prodigó en elogios hacia el procedimiento adoptado por el CSM, perdió una enorme oportunidad para quedarse callada sobre un tema sobre el que, al principio de su mandato, ella misma admitió tranquilamente que no entendía nada. Y echemos un manto de piedad sobre los asesores laicos de los partidos “PD” y “Movimento 5 Stelle”, que se prestaron completamente a ese tipo de juegos.
En cuanto a Lo Voi, desde el puesto que ocupa actualmente, esperemos que sepa aprovechar todas las oportunidades posibles para demostrar que no es el “normalizador” que deseaba Napolitano y que en cambio muchos están temiendo. Y que si fue designado personalmente por Silvio Berlusconi para ocupar el cargo de delegado italiano en “Eurojust”, eso no significa que se haya atado las manos de por vida en reverencia a un condenado al que Renzi y Napolitano han elegido para rediseñar los poderes en nuestra República.
Pero es demasiado obvio que será antes que nada el juicio sobre la negociación, en un sentido u otro, el nudo principal de los años futuros de la Fiscalía de la capital siciliana. Lo Voi – así como lo han recordado diferentes sectores – se ha caracterizado, en el pasado, por “no haber firmado” páginas de la historia de la Fiscalía palermitana que en cambio tendrían que haber sido firmadas y refrendadas: el juicio en contra de Giulio Andreotti y la denuncia y apelación de ocho Fiscales sustitutos para echar al “jefe” Pietro Giammanco, al día siguiente de los atentados de Capaci y de Via D’Amelio.
Difícilmente, tomando distancia de una forma u otra de la investigación que se está llevando a cabo sobre la negociación, Lo Voi podría reivindicar aquel “gesto” evocando al ‘espíritu volteriano’. Lo Voi – de quien conocemos su inteligencia – lo comprende perfectamente por sí solo, sin necesidad de que alguien se lo recuerde.
Y quizás el condenado a muerte, en la noche de Fin de Año, hará una reflexión análoga a la nuestra en este sentido.
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