Por Saverio Lodato - 8 de Junio de 2015
Nino Di Matteo, Fiscal de primera línea en el juicio sobre la Negociación Estado-mafia que se está celebrando en la ciudad de Palermo, hace menos de una semana, apareció en televisión, en el programa de Fabio Fazio “Che tempo che fa”, para presentar su último libro: “Collusi”, que cuenta con una larga entrevista a Salvo Palazzolo, recientemente publicado por la editorial “Bur”.
Como ocurre generalmente en casos de este tipo, el libro quedó de fondo, al ser un tema, el que trata en el mismo, que no es precisamente literario, sino de una candente, ardiente actualidad. Di Matteo hizo muy bien en participar en el programa. En someterse a las luces de los reflectores. En exponer frente a millones de italianos el amargo balance de un magistrado que, habiendo investigado durante años, ha llegado a algunas conclusiones tan evidentes, tan innegables, tan documentadas, que ya solo con enumerarlas se podría comprender por qué Italia se ha convertido en lo que es Hoy. Y porque la previsión de Giovanni Falcone, sobre la mafia que como todas las cosas de la vida, si tuvo un principio tendría también un fin, no se ha cumplido y, al menos por ahora, no se puede cumplir.
Di Matteo, sin mantener una actitud de tribuno de la plebe, sin dirigirse a las “sociedades civiles” que lamentablemente, como habría dicho Machiavelli a propósito de ciertos “principados”, ahora ya hemos comprendido que “no lo son de verdad”, si no se unen al sonido del parloteo de los que sueñan con “nuevos personajes políticos”, sin violar el secreto de sumario al que tiene que atenerse un magistrado, en pocas palabras, sin instrumentalizar el tema, ha logrado plantear una acusación que no podría haber sido más impresionante.
Di Matteo ha explicado que desde hace 150 años la ambición de Cosa Nostra es la de tener contactos directos con el Poder y con la Política. Que desde hace 150 años el Poder y la Política no solo no evitan abrazarse, sino que en realidad se sienten honrados de hacerlo. Que la compra de votos es el plato principal de este banquete fermentado. Que la corrupción es la linfa vital para las mafias de todo tipo. Que el gran empresariado del Norte, apenas desembarca en Sicilia, no sufre las imposiciones de Cosa Nostra, sino que se presenta directamente a su puerta, solicitando un pacto que sea preliminar al cumplimiento de los objetivos empresariales que se quieren alcanzar. Que la “Comisión antimafia” hace muy bien en redactar sus listas de candidatos “impresentables”, pero sería mucho mejor si los partidos sancionaran “políticamente” ciertos comportamientos, sin esperar - y al respecto Di Matteo ha citado a Paolo Borsellino – las sentencias definitivas de “tercer grado” para remediar la situación. Que la mejor forma de sancionar a los “impresentables” sería la de no “presentarlos”. Que detrás de delitos como el asesinato de Piersanti Mattarella, o el atentado contra Rocco Chinici, y los atentados de los años ’92 y ’93, en Roma, Florencia, Milán, se entre ven garras pequeñas y grandes de poderes ocultos y de servicios desviados, que han instigado, sugerido, favorecido a la mafia para luego despistar los juicios que surgieron a causa de dichos hechos sangrientos. Que precisamente por ello esas páginas negras no tendrían que ser consideradas como “casos cerrados”, como muchos pretenderían. Que ni siquiera hace falta buscar una “interlocución” con la mafia –otra que “negociar”-, si no se quiere que el Estado sea poco creíble en el momento que se dirige a las víctimas de extorsiones alentándolas a que denuncien el chantaje del pizzo (impuesto mafioso). Que en el caso de Marcello Dell’Utri, fundador del partido “Forza Italia”, con sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada, quedó demostrado que un gran empresario hacía política a niveles apicales por más de veinte años, y que la sigue haciendo.
Y ha concluido admitiendo, sin énfasis retórico, que “siente miedo” ante las repetidas condenas a muerte lanzadas en su contra por parte de Totò Riina, el carnicero, y ante la noticia de que en Sicilia circulan 200 kg de trotíl destinados a su eliminación. Pero que, a pesar de todo, “ama la verdad”.
Los italianos, al menos aquellos que han visto el programa “Che tempo che fa”, han podido escuchar sus palabras, darse una idea.
¿Di Matteo es un “Juez protagonista”? ¿Se ha dejado escapar “opiniones”, o “conjeturas”? ¿Tiene “ambiciones políticas”? ¿Ha dejado de cumplir con su rol de “magistrado” que lo único que tiene que hacer es lograr que se respete la ley? ¿O no será que en realidad ha hablado, como ha afirmado varias veces, “con documentos en la mano”? Por “documentos en la mano” se entiende las responsabilidades penales de sujetos y ambientes demostrados por veredictos definitivos.
Y ¿qué ocurrió después de que respondiera a las preguntas de Fazio? Absolutamente nada. O mejor dicho, se desató la Ácida Tormenta del Silencio. Silencio de todas las máximas autoridades del Estado, sin excepciones.
Silencio del Consejo Superior de la Magistratura.
Silencio de las grandes firmas del periodismo de derecha.
Silencio de las grandes firmas del periodismo de izquierda.
Silencio de los hombres políticos de derecha, de izquierda y de centro.
Silencio del Primer Ministro y de los Ministros.
Silencio de ciertas figuritas de colección de la antimafia que no pierden oportunidad para hacer declaraciones, pero que, si el juego se pone difícil ellas también tienen la boca cerrada (lamentablemente esto también ocurre).
Pero la Lluvia Ácida del Silencio ya no puede ocultar toda la mala fe interesada, muy interesada, de los que atacan, a despropósito, a Nino Di Matteo. Y que, precisamente por las cosas que dice, Nino Di Matteo corre riesgo de vida.
Y vaya si lo corre.
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