Por Giulietto Chiesa – 15 de mayo del 2018
La masacre de Gaza (52 muertos y más de mil heridos sólo hoy) dice algo muy claro: Israel está convencido de que puede hacer lo que quiere. La protección de los Estados Unidos está asegurada. La prensa occidental, incluida la italiana, deja hacer. Imagínense lo que hubiera pasado si en Moscú o en Teherán se hubieran contado decenas de muertos desarmados. ¡Otra que sanciones! Estaríamos listos para lanzar nuestros misiles y elevar los aviones de la OTAN. Estaríamos en la movilización general, obviamente en nombre de los "derechos humanos". En cambio, las muertes palestinas son la norma. O casi. Cada medida es superada. Para peor. Después de que el límite de lo imaginable ha saltado, es lógico esperar otro salto hacia la locura. Este salto es el Líbano (donde hay soldados italianos). O es otra serie de bombardeos en suelo sirio con la excusa de golpear a los iraníes. Mientras tanto, seguiremos disparando contra las "cucarachas" (la expresión no es mía) que se agitan, desarmadas, sobre el alambre de púas del campo de concentración de Gaza.
La embajada de los Estados Unidos le regala Jerusalén a Israel, como su capital, con un gesto que ofende a miles de millones de creyentes cristianos y musulmanes. Otro "gesto" incalificable, que dice una sola cosa: a Israel todo le está permitido. ¿Incluso el ataque contra Irán? Escribo estas líneas desde Mashhad, la segunda ciudad iraní, una ciudad sagrada para los chiítas. Mido el crecimiento de la tensión desde aquí. ¡Si los italianos supieran el riesgo que corren a causa de la impudicia israelí, salvaje y tribal, llevada a cabo por aquellos que odian a Occidente mientras se jactan de representarla en el Medio Oriente! Si los italianos supieran, reaccionarían. Pero no reaccionan. Duermen el sueño de la indiferencia, esperando la matanza.
Cada uno es rehén de la comedia de un gobierno que no sabe si se formará y que, si se forma, será tan cobarde de firmar con sus propias manos la rendición final a un imperio enloquecido.
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