Y la línea de demarcación, qué casualidad, nos dice muchas cosas que muchos líderes europeos habrían preferido que no se descubrieran tan brutalmente. Es la línea que correspondía a la “cortina de hierro”. Dos pedazos de Europa que fueron remendados uno con otro de prisa y corriendo, para mostrar  un rostro unificado frente a la “amenaza rusa”. El remiendo se ha roto. Europa central y oriental no quiso saber nada de compartir los pesos que tendrían que ser comunes y en cambio no lo son. Europa del Sur está bajo una presión que no puede sostener por si sola. Ni unos ni otros cuentan con estrategias, no han comprendido lo que ha ocurrido y, por lo tanto, no tienen las recetas para afrontar el problema.
Ahora, con un grave retraso, Alemania, trata de hacer valer al menos la razón, más que la humanidad, que ya ha perdido. El acuerdo entre Merkel y Holland (este último con reflejos paquidermos) dice que la asistencia es algo que no hay que negar y que dicha labor tiene que ser llevada a cabo en forma proporcional por parte de todos. Y se plantean los castigos y las multas para aquellos países que no respeten las decisiones comunes. ¿Acaso llegó finalmente el fontanero europeo que tapará los agujeros? No creo que lo logre. Porque esta Europa está llena de basura ideológica, que nubla la mente de sus líderes y de sus súbditos. No hay lugar para los derechos, ni para los valores humanos (que habrían tenido que ser los elementos distintivos de la construcción europea) allí donde impera el egoísmo y el interés de los más ricos y de los más fuertes. Es algo que se ha visto y se ve con Grecia, para la que toda idea de solidaridad quedó sacrificada en el altar de los beneficios bancarios. Pero, si no hay solidaridad entre europeos ¿cómo podría haberla con y hacia estos “invasores” desconocidos que llegan por millones sin ni siquiera llamar a la puerta?
Claro existe una necedad, una falta de vista a largo plazo, una verdadera estupidez de los líderes europeos. Pero también está la absoluta falta de preparación de los pueblos europeos para afrontar un colapso que nadie había previsto. Nadie les había dicho que, por ejemplo, el libre flujo de capitales, pactado hace treinta años por los gobiernos que ya estaban al servicio de la economía, llevaría, con el paso del tiempo, a este desastre. Con el paso del tiempo, porque el dinero viaja a la velocidad de la luz, pero luego los hombres se ven obligados a seguirlo, con su carne, con su sangre, con su vida. Simplemente tardan un poco más de tiempo. Pero he aquí, el tiempo ha llegado.
Nadie les había dicho que si se destruía un Estado, como el de Libia, se provocaría una oleada de éxodo. Nadie había informado a la gente que financiando a los fanáticos alrededor de Siria se abriría una vorágine, de la que se escaparían millones de prófugos.
¿Qué se puede hacer ahora? Si no queremos hundirnos en la hipocresía, mientras ellos se hunden en el mar, tenemos que invertir todas las rutas. Las primeras tendrían que ser las de los barcos de la OTA N que, a finales de septiembre, comenzarán la mayor maniobra militar de la postguerra. Dirigida en contra de Rusia. Se gastarán, en vano, seis o siete mil millones de euros, quizás muchos más. Pero ¿cuántos saben que fue la OTAN la que apoyó gran parte de las dos guerras que han ensangrentado la orilla Sur del Mediterráneo? ¿Quien le dirá la verdad a los pueblos europeos, que caminan hacia la nada mirando hacia el lado equivocado?
Extraído de: it.sputniknews.com
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