Por Giulietto Chiesa - 13 de Enero de 2015
14 de Enero, Giorgio Napolitano dimitó como Presidente de la República Italiana. A las 13 horas interrumpió su segundo mandatoenviando una carta formal de renuncia a la Presidenta de la Cámara de Diputados, Laura Boldrini, al Presidente del Senado, Piero Grasso y al Jefe de Gobierno, Matteo Renzi respectivamente.
Se trata de un acto obligado. De hecho la primera en recibir la carta tendrá la tarea de convocar al Parlamento a una sesión conjunta, en los próximos 15 días a partir de esa fecha, para proceder al inicio de la votación. El segundo tendrá que asumir – en términos Constitucionales - el ínterin, al ser la segunda figura del Estado. El tercero, Matteo Renzi, tendrá en sus manos muchas patatas calientes. De hecho Giorgio Napolitano se va sin tener un sucesor. O, mejor dicho, con un número infinito de potenciales nombres, de los cuales ninguno es seguro, muchos ya se han quemado antes de haber sido pronunciados.
De hecho el Presidente saliente no ha sido un Presidente incoloro. Al contrario su “mandato y medio” – nunca antes en la historia republicana se había dado el caso en el que un Presidente fuera confirmado nuevamente en su cargo después de su primer mandato de siete años – estuvo caracterizado por polémicas vehementes ya sea por su carácter, por su tono, por la sustancia política que él le dio a su función. Al punto tal que sus críticos llegaron a definirlo como el “Rey Giorgio”, por su constante actitud de intervenir en las crisis políticas italianas con la ya famosa “moral suasion” (una especie de acción preventiva sobre las controversias en curso), con sus continuas “declaraciones” incluso sobre temas en los que, por lo general, el Presidente de la República no solía intervenir. En fin, con sus reuniones y participaciones directas sobre los protagonistas de las crisis.
En cambio Giorgio Napolitano se caracterizó por ser un protagonista de la lucha política, olvidándose a menudo de su rol de árbitro por encima de las partes. En los hechos que llevaron a la caída de Silvio Berlusconi no quedan dudas de que él cumplió un papel directo y explícito. Lo mismo ocurrió con el nombramiento de Enrico Letta como Primer Ministro, a quien muchos consideraron precisamente como el candidato del Presidente. Lo que es un hecho es que todos los últimos acontecimientos ocurridos en la cúpula del Estado Italiano, hasta el nombramiento de Matteo Renzi, han estado directamente influenciados por las decisiones – mucho más que arbitrarias – del actual Presidente de la República.
La disputa sobre su sucesor tiene que ver precisamente con este aspecto. ¿El nuevo Presidente seguirá en esta dirección (es decir, será un Presidente “decisionista”)? ¿O bien el Parlamento optará por un Presidente más neutral? De todos modos es seguro que Renzi intentará tener un “Rey Rana” que lo ayude a seguir adelante con sus “reformas” sin poner obstáculos.
Pero el estado de la mayoría parlamentaria que maneja Renzi es cualquier cosa menos sólido. Si bien la oposición declarada, es decir el “Movimento 5 Stelle” y la “Lega Nord” es claramente minoritaria, obstáculos y fracturas son los que caracterizan a las complicadas alianzas que rigen la mayoría. Por lo tanto no hay nada que asegure que Renzi logrará imponer a algún candidato suyo. Y además hasta ahora Renzi ha tenido mucho cuidado de no manifestar sus preferencias, porque si algo está claro es que si lo hiciera quedarían “quemadas” inmediatamente en los altares del “gossip” italiano.
Parecería seguro que el Primer Ministro podría predominar solo con una candidatura de común acuerdo con Silvio Berlusconi. Quien se encuentra en evidente decadencia y dificultad pero que en la situación actual – y con los actuales números – es decisivo para garantizar una mayoría suficiente.
Pero esta convergencia – que en Italia se resume con la expresión “Pacto del Nazareno”, nombre que deriva del lugar donde se reunieron Renzi y Berlusconi, que dio vida, con la bendición de Napolitano, al Gobierno actual – se está viendo fuertemente amenazada por las luchas internas que están teniendo las fuerzas políticas que la componen. Y de aquí podrían surgir numerosas sorpresas.
En estas condiciones a Renzi quizás le bastaría un Presidente “débil”, que no tenga una posición muy clara, y que esté dispuesto a cumplir un “prudente” mandato de siete años amparado por las normas previstas por la Constitución vigente. Este Presidente podría ser precisamente el regente que a partir de mañana se mudará al “Palazzo Giustiniani” para cubrir la vacancia, es decir Piero Grasso.
Pero hacer pronósticos en esta situación es algo que no conviene. Los candidatos que rondan en numerosas listas son alrededor de treinta. Es imposible señalar a alguno que se destaque con respecto a los demás. Lo más probable es que sea el “número treinta y uno”, que saldrá del sombrero de Renzi a último momento, para sorpresa de todos. Pero también esta salida es solo una probabilidad: de hecho en todas las encuestas Renzi se encuentra en medio de una enorme caída en su popularidad. Sus reformas constitucionales, que fueron apoyadas por Napolitano, han quedado huérfanas de su protector. Si el próximo Presidente no les diera importancia, o incluso las abandonara, para Renzi podría ser el principio del fin.
Extraído de:italian.ruvr.ru