Lunes 20 Enero 2025

Recientemente, miembros de la etnia maorí del Parlamento de Nueva Zelanda realizaron un haka en la Cámara para detener la votación sobre un controvertido proyecto de ley que pretende reinterpretar un tratado de 184 años entre los británicos y los pueblos indígenas. Todo ello bajo la mirada inicialmente asombrada y luego resignada del orador, Gerry Brownlee, encuadrado durante mucho tiempo por la televisión del Parlamento con el fondo de canciones rituales, todas fuera de cuadro. Firmado por primera vez en 1840 entre la Corona británica y más de 500 jefes maoríes, el Tratado de Waitangi estableció que las dos partes podrían coexistir en el gobierno: la interpretación de las disposiciones del documento todavía guía la legislación y a la política en la actualidad.

El partido ACT Nueva Zelanda, un socio menor en el gobierno de coalición de centro derecha, presentó la semana pasada un proyecto de ley destinado a consagrar una interpretación más estricta del Tratado de Waitangi, lo que provocó protestas en la comunidad indígena. La acción de protesta, iniciada por la diputada opositora Hana-Rawhiti Maipi-Clarke, obligó al Parlamento de Nueva Zelanda a suspender el procedimiento.

Bueno, queridos parlamentarios italianos, esto es lo que hay que hacer contra las leyes liberticidas y fascistas: protestar y suspender el trabajo. La gran ética, el valor del honor del derecho civil y la dignidad manifestados en el Parlamento de Nueva Zelanda deberían ser un modelo a seguir. Un ejemplo a seguir. Sin embargo, muchos de los que se sientan en el Palacio Chigi y en el Palacio Madama son bufones, corruptos, fascistas, incluso amigos de criminales mafiosos y masacradores, como la presidenta de la Comisión Parlamentaria Antimafia, Chiara Colosimo. Personas que, en lugar de reivindicar honorablemente nuestra historia y nuestra identidad constitucional, permiten que este gobierno de extrema derecha siga legislando impávido con decretos y reformas fascistas. Incluso en Italia tenemos una historia que defender, como los maoríes.

Basta pensar en los partisanos, por ejemplo. Hoy en el Parlamento necesitaríamos partisanos, dispuestos a la revolución, como los maoríes, preparados para interrumpir el trabajo institucional, a silenciar a tal o cual ministro fascista -aunque sea el presidente del Senado, el matón y fascista Ignazio La Russa- sin refugiarse siempre en la habitual retórica del respeto a las instituciones. Cuando las instituciones están plagadas de gente corrupta o asesinos en masa -y la historia de Mussolini o Hitler son prueba de ello- hay que atacarlas. Y si es necesario, incluso habría que iniciar una "guerra" intelectual. Evidentemente, según las reglas democráticas. Miren y aprendan, señores del Parlamento italiano. Incluida la oposición, que en lugar de "rascarse" debería seguir el ejemplo de los maoríes.

*Foto de Portada: Antimafia Duemila