Por Giorgio Bongiovanni - 24 de enero del 2018
Ayer por la tarde en Rai Uno, dirigida por Michele Soavi y producida por Rai Fiction y Casanova Multimedia, fue puesta al aire "Rocco Chinnici - Tu beso en la frente es tan ligero". Una película que, gracias a la extraordinaria interpretación de Sergio Castellitto (demostrando que Italia tiene la dote de la excelencia real en el mundo de la actuación), muestra no solo la figura del magistrado (ideólogo del pool antimafia que luego será realizado por Antonino Caponnetto) sino también la del padre y el marido que, a pesar del compromiso en primera línea con la lucha contra la mafia, intenta estar presente junto a su familia.
Una vida que se rompió el 29 de julio de 1983 en la vía Federico Pipitone de Palermo, cuando el jefe de la mafia Antonino Madonia presionó el botón del control remoto que hizo explotar un coche bomba. Rocco Chinnici fue asesinado frente a la puerta de su palacio y junto con él perdieron la vida los dos agentes de la escolta, Mario Trapassi y Salvatore Bartolotta, y el portero del condominio, Stefano Li Sacchi. Sobrevivió gravemente herido solo el conductor, Giovanni Paparcuri, quien más tarde se convirtió en colaborador cercano de Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Un tremendo ataque que puso de manifiesto el auge de la llamada estrategia del terrorismo mafioso ya vista en 1963 cuando, en una aldea agrícola de Ciaculli, un Alfa Romeo Giulietta saltó por los aires matando a cuatro hombres del Arma de Carabineros, dos del Ejército Italiano y un suboficial del Cuerpo de Guardias del PS (actual Policía del Estado).
El ataque a las instituciones ya se había manifestado con los asesinatos del juez Cesare Terranova, del juez Gaetano Costa y con la del general Carlo Alberto dalla Chiesa, en via Isidoro Carini, pero las masacres mafiosas con el uso de explosivos, que luego volverán en 1992 y 1993, comenzaron precisamente con el ataque a Chinnici.
Se conocen la historia del magistrado, su actividad investigativa en la lucha contra la mafia, su compromiso para sensibilizar a los jóvenes sobre los riesgos de la drogadicción y los vínculos entre las drogas y la mafia. Pero hay algunos detalles que a menudo no se recuerdan o que se abordan poco por la dirección estratégica de "profesionales de la conspiración y el silencio" que tienden a centrarse en particular en el ala militar de la Cosa Nostra. En tantos años hemos oído hablar de una mafia derrotada, casi a cero. Sin embargo, aunque no podemos sino aplaudir las numerosas operaciones que llevaron a cabo los organismos de investigación (la última en estos días), debemos darnos cuenta de que, incluso hoy, hay un nivel de la mafia que no está muerto ni ha caído. El consejero instructor, Rocco Chinnici, fue el primero en adivinar que, además de los jefes y soldados, había un tercer nivel (que también en la película se destaca), más allá de la cúpula mafiosa. Había personajes ocultos que actuaban en las sombras y que reforzaban la organización criminal. Fue por esta razón que lo mataron y así se reconoció incluso en sentencias como la histórica del año 2000, por la cual el Tribunal en lo Penal de Caltanissetta (presidido por Ottavio Sferlazza e integrada por Giovambattista Tona) condenó a cadena perpetua tanto a ejecutores como a mandantes (incluidos Salvatore Riina, Bernardo Provenzano y Antonino Madonia). Condenas que fueron confirmadas por la Casación en noviembre del 2003, excluyendo a Matteo Motisi y Giuseppe Farinella (absuelto en segundo grado). En aquel primer ensayo, donde la acusación estuvo representada por magistrados como Antonino Di Matteo y Anna Maria Palma, se demostró que "el asesinato del juez Chinnici fue encargado por los primos Ignazio y Nino Salvo y ordenado por la cúpula mafiosa, debido a las investigaciones que el magistrado realizaba sobre las conexiones entre la mafia y los santuarios político-económicos".
Los Salvo, se lee en los documentos, eran "hombres de honor de la familia de Salemi. Desempeñaron un papel de liderazgo en la escena política siciliana como figuras destacadas en un importante centro de poder político y financiero, entre la Cosa Nostra y una cierta clase política". En particular, con la corriente de Andreotti en la Democracia Cristiana.
En ese juicio, conducido por el fiscal Di Matteo que hoy es el representante de la acusación junto a los otros fiscales Roberto Tartaglia, Vittorio Teresi y Francesco Del Bene en el proceso sobre la Tratativa Estado-mafia, se obtuvo evidencia definitiva de que no fue solo la mafia la que mató al juez instructor. Gracias al aporte decisivo de los colaboradores de la justicia, pero también con la contribución de testigos como Paolo Borsellino y Ninni Cassarà, era una imagen que aparecía como evidente.
Fueron reconocidas como particularmente importantes las declaraciones del colaborador de justicia Giovanni Brusca, aunque en ese momento su colaboración fue muy problemática. Di Matteo encontró evidencias en las palabras del ex jefe del mandato de San Giuseppe Jato, reo confeso del crimen y capaz de proporcionar numerosos detalles sobre el aspecto organizativo del ataque. Brusca también contó la historia de la decisión de matar a Chinnici, hablando sobre un encuentro entre Nino Salvo, su padre Bernardo Brusca y Totò Riina, al final del cual el Jefe de Jefes le dijo en persona: "Finalmente ha llegado la hora de romperle los cuernos a Chinnici, ponte a disposición de don Nino".
Los resultados posteriores han dejado en claro que Cosa Nostra había actuado bajo el impulso de otros. Y siempre es Brusca quien habla de "referentes romanos". Y esa declaración también se menciona en la sentencia de primera instancia: "Desde el gobierno central de Roma vino una señal - dice Brusca – un impulso del honorable Andreotti, quien le hizo saber a Lima, Lima a Salvo, Salvo a mí y yo se lo hice saber a Riina. Dice que nos calmemos porque de lo contrario se vería obligado a tomar medidas. Riina me envió de vuelta a Salvo: hazle saber que nos deja hacerlo". Con esa sentencia, de hecho, se creó una línea divisoria que demuestra que a menudo Cosa Nostra no actuaba solo por orden de Riina o de la Cúpula, sino también en solicitudes de otros poderes del Estado y de la política. Es la demostración de que para ciertas masacres existieron y existen autores ideológicos o mandantes externos. Un hecho que nadie quiere recordar y que con demasiada frecuencia se olvida.