Domingo 8 Diciembre 2024

dallachiesaPadre de la Patria asesinado por el Estado-mafia

Por Giorgio Bongiovanni - 03 de septiembre del 2017

"Pero qué diablos ... a quién carajo le importaba matar a dalla Chiesa... Y por qué tuvimos que hacerles este favor...". Quien pronuncia estas terribles palabras es el médico y alto mando de Brancaccio, Giuseppe Guttadauro, jefe mafioso que explica a uno de sus soldados cómo y por qué los líderes de Cosa Nostra ordenaron matar al general Carlo Alberto dalla Chiesa en la noche del 3 de septiembre de 1982. Los que interceptaron las palabras del jefe, en el 2001, fueron los magistrados de Palermo coordinados por el fiscal Nino Di Matteo, quienes investigaban al ex gobernador de Sicilia Salvatore Cuffaro, finalmente condenado en sentencia firme por ayuda agravada a la mafia.

Con esta intercepción ya se puede considerar como un hecho que no fue sólo la mafia quien mató a dalla Chiesa y que Cosa Nostra fue solamente el brazo ejecutor. De hecho, existieron claramente los directores externos señalados ya en la sentencia del maxi proceso cuando, en referencia a la matanza de Carini -donde además del general fue asesinada su esposa Emanuela Setti Carraro y el agente de su escolta Domenico Russo- se habló de "convergencia de intereses entre Cosa Nostra y sectores políticos y económicos". Un contexto también descripto en la sentencia definitiva del caso dalla Chiesa, que condenó a los asesinos (Raffaele Ganci, Giuseppe Lucchese, Vincenzo Galatolo y Nino Madonia, junto con los colaboradores de la justicia Francesco Paolo Anzelmo y Calogero Ganci) y a los autores intelectuales dentro de Cosa Nostra (Totò Riina, Bernardo Provenzano, Michele Greco, Pippo Calò, Bernardo Brusca y Nenè Geraci). La sentencia de la Corte Penal de Palermo destacó "la coexistencia de intereses específicos -incluso dentro de las instituciones- en la eliminación del peligro que representaba la determinación y la capacidad del general". Sin embargo, todavía hay muchos agujeros negros en la masacre del 3 de septiembre de 1982.

¿Cómo no recordar, a este respecto, la desaparición de los documentos guardados en la caja fuerte de dalla Chiesa cuando, en la noche del 3 al 4 de septiembre, alguien -¿quizás agentes del Estado?- se introdujo en Villa Pajno, la residencia del General? ¿O la desaparición similar y misteriosa de los papeles guardados en el portafolio que dalla Chiesa tenía con él en la noche del ataque? Un maletín que fue hallado en el 2013, en los sótanos del Tribunal de Palermo. Y que, no hace falta decirlo, estaba vacío.

Dalla Chiesa, asesinado sólo cien días después de su llegada a Palermo, conocía muchos secretos del Estado, como los del rapto de Aldo Moro y la verdadera esencia de la Logia Masónica P2, en cuyas listas también fue encontrado el nombre del general precisamente porque, al infiltrarse, habría reconstruido y tal vez aniquilado, si no hubiera sido eliminado, una de las logias ocultas más poderosas de nuestro país. En los libros de su hijo, Nando dalla Chiesa, se puede ver cuánta conciencia tenía su padre del muy alto componente mafioso infiltrado en la corriente andreottiana de la Democracia Cristiana en Sicilia, unida por un mismo hilo a los poderes de más allá del Atlántico y a Cosa Nostra. Un testamento que se hace eco de las recientes declaraciones del procurador general de Palermo Roberto Scarpinato cuando, ante la Comisión Parlamentaria Antimafia, habló del hecho de que "la orden de eliminar a dalla Chiesa llegó a Palermo desde Roma", dando el nombre del “diputado Francesco Cosentino”.

De Falcone a Borsellino, de Chinnici a la masacre del ‘93, el hilo rojo de los magnicidios se extiende a lo largo de los momentos claves de la historia de nuestra República. Al fondo, los ideólogos externos que querían y ordenaron la masacre de Via Carini, y que probablemente todavía estén allí, constituyendo la encrucijada de poderes llamada Estado-mafia.