Treinta y cuatro años después de la tragedia que no podemos olvidar
Por Giorgio Bongiovanni y Aaron Pettinari - 03 de Septiembre de 2016
“Apenas salió con su mujer lo seguimos a una cierta distancia. Podía hacerlo ahí, para que fuera más espectacular, en el hotel, pero a mí no me gusta este tipo de cosas... Al día siguiente le dije: ‘Pino, Pino (se refiere a Pino Greco, también llamado “Scarpuzzedda”, uno de los sicarios más famosos de Cosa Nostra) ve a buscar estas cosas que… preparamos armas”. “Así de primeras, de primeras – concluyó –fuimos nosotros… éramos como siete, ocho, de los terribles, éramos terribles. Mientras tanto él ya estaba muerto pero por más que estaba muerto le disparamos donde estaba, apenas salió fa… ta… ta… ta… y murió”.
Con estas palabras el jefe mafioso corleonés Totò Riina, jefe indiscutido de Cosa Nostra, describió el homicidio del general Carlo Alberto Dalla Chiesa, asesinado el 3 de Septiembre de 1982, junto a su joven mujer, Emanuela Setti Carraro y a su agente de escolta, Domenico Russo. Una masacre perpetrada en pocos instantes, cuando los sicarios de la mafia se acercaron al coche en movimiento y dispararon ininterrumpidamente con kalashnikov AK-47.
En ese “flujo de conciencia” suyo, junto a su compañero de la hora de aire, Alberto Lorusso, Riina manifestó toda su ferocidad. La misma que había demostrado en otras matanzas y atentados y que querría aplicar hoy en contra del Fiscal de Palermo, Antonino Di Matteo. A la noche, después de la muerte del General, nuestro verdadero Padre de la Patria, en la pared aún manchada de sangre, alguien puso una sábana con la siguiente frase “Aquí murió la esperanza de los palermitanos honestos”. Es difícil no estar de acuerdo con ello si se piensa en que a distancia de treinta y cuatro años reaparecen sombras preocupantes sobre este atentado.
Lo que es cierto es que por el asesinato fueron condenados a cadena perpetua los sicarios Raffaele Ganci, Giuseppe Lucchese, Vincenzo Galatolo, Nino Madonia y a 14 años los mafiosos arrepentidos Francesco Paolo Anzelmo y Calogero Ganci. También es cierto que fueron condenados, siempre a cadena perpetua, como ideólogos los más altos cargos de Cosa Nostra, es decir, el mismo Riina, Bernardo Provenzano, Michele Greco, Pippo Calò, Bernardo Brusca y Nenè Geraci. Sin embargo no se conocen los rostros encubiertos de los ideólogos, probablemente hombres de Estado. Lo que parece ser muy evidente es que quien se quiso beneficiar con su muerte no fue solamente Cosa Nostra. En una conversación interceptada entre Giuseppe Guttadauro, médico y jefe del mandamento (territorio mafioso) de Brancaccio, y Salvatore Aragona, otro médico cercano a los jefes mafiosos, se habla abiertamente de un favor que se le hizo a alguien.
“-Salvatore... - decía Guttadauro – pero tú empieza por el 82, en vez de… pero a quien cojones le interesaba matar a Dalla Chiesa… vamos, digámoslo claro…”. Entonces Aragona respondía: “Y porque teníamos que hacerle aquí este favor… Pero porque tenemos que pagar siempre nosotros las cosas…”. “Y porque teníamos que hacer este favor…”, decía Guttadauro.La interceptación telefónica es de 2001 y estas palabras se suman a las del arrepentido Tullio Cannella, cercano a Pino Greco "Scarpuzzedda", que se habría quejado con él por haber tenido que organizar el crimen (“Este homicidio de Dalla Chiesa no hacía falta... Ahora harán falta mínimo diez años para poder volver a tomar el timón”) y a las de los colaboradores de justicia como Francesco Paolo Anzelmo y Gioacchino Pennino. El primero había dicho que el asesinato no había sido determinado por la guerra de mafia sino que era “algo que iba por fuera”, mientras que el segundo había hablado de convergencia de intereses ajenos a Cosa Nostra. Esta fue una pista que en su momento siguieron los Jueces del primer maxi-proceso. Al punto tal que los mismos Giovanni Falcone y Paolo Borsellino hablaban precisamente de “convergencia de intereses entre Cosa Nostra y sectores políticos y económicos”. Lo que es cierto es que Dalla Chiesa fue asesinado apenas cien días después de haber llegado a Palermo en calidad de Prefecto y el Ministro Rognoni le había prometido que le serían asignados “poderes extraordinarios”. “Poderes” que jamás pudo utilizar. ¿Qué es lo que habría hecho si se los hubieran dado con tiempo? Podemos imaginarlo si consideramos que el mismo general le dijo a Giulio Andreotti, poco antes de que viajar hasta Sicilia: “No tendré ningún miramiento con la parte contaminada de su corriente política”. Al punto tal que el “Divo” Giulio, siempre según lo escrito por Dalla Chiesa en su diario, se “puso blanco”. Es fácil pensar además que habría cumplido con su deber en contra de Cosa Nostra, investigando a fondo sobre las relaciones que la organización criminal mantenía con la política, la economía y la parte más secreta y desviada del poder.
Dalla Chiesa ya había tenido éxito en contra de las Brigadas Rojas y es muy probable que hubiera logrado extirpar este otro cáncer. No tuvo el tiempo justamente porque le “faltaban esos poderes”. Incluso en la sentencia de la condena de los jefes mafiosos está escrito que “se puede, sin lugar a dudas, coincidir con quienes sostienen que sigue habiendo amplias zonas de sombra, relativas tanto a las modalidades con las que el general fue enviado a Sicilia para hacer frente al fenómeno mafioso, como a la coexistencia de intereses específicos dentro de las instituciones, como a la eliminación del peligro constituido por la determinación y la capacidad del general”.
Que hayan pasado 34 años y aún no se conozca el rostro de los ideólogos del homicidio sigue siendo un hecho grave, como es igual de grave la presencia de puntos oscuros que van más allá del mismo y que desembocaron en la desaparición de los documentos de la caja fuerte y del maletin de Dalla Chiesa, sobre lo cual la Fiscalía de Palermo estáinvestigando.
Dos historias diferentes y particularmente preocupantes. Alguien entró a la casa del Prefecto en Villa Pajno durante la noche del 3 al 4 de Septiembre de 1982. Llegó a la caja fuerte y la vació. El 4 por la mañana los familiares de Dalla Chiesa buscaron la llave para abrirla pero no la encontraron. En cambio esa llave apareció el 11 de septiembre por la tarde, en el cajón de un secretario. Pero al abrir la caja fuerte en su interior no quedaba nada más que una caja (que también estaba vacía).
Posteriormente, en el año 2013 se encontró el maletín de cuero del general en el subsuelo del Tribunal de Palermo. En el mismo no había ningún documento.
Sin embargo en el informe redactado por la policía científica durante la pericia, que quedó asentado en el expediente judicial relativo al atentado de calle Carini, quedó certificado que poco después de las 21:30 hs. del 3 de septiembre de 1982 Carlo Alberto Dalla Chiesa (que ya había fallecido aproximadamente unos quince minutos antes en su coche) tenía el portafolio entre sus piernas y el mismo estaba lleno de papeles. En otra acta, con fecha del 6 de septiembre, también hay un facsímil de la policía de Palermo enviado a la Fiscalía de la República pero aquí se menciona únicamente el maletín del comisario. ¿Y los documentos? Que desaparecieron de la faz de la tierra. Documentos que se suman a esa grande y enorme cantidad de piezas faltantes de las verdades que han caracterizado la historia de nuestro país.
Fragmentos de historia que hasta el momento siguen quedando oscuros. ¿Quién robó esos documentos? ¿Acaso puede ser que en estos papeles exista algo inconfesable? ¿Acaso puede ser que el general haya descubierto una parte de ese “Juego grande” del cual más tarde hablaría Giovanni Falcone? ¿Acaso puede ser que es por ese mismo motivo que era necesario que murieran? Dalla Chiesa... Falcone... Borsellino... víctimas del Sistema Criminal Integrado que hoy es más fuerte que nunca y que está listo para “eliminar”, profesional y físicamente, a quienes se opongan a su poder y que quieran descubrir la verdad sobre estas muertes.
Es una historia que se repite, esperemos, que sin nuevos sacrificios.
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