el atentado

de Giorgio Bongiovanni y Lorenzo Baldo - 7 de mayo 2015
Palermo. Una atmosfera surreal es la que se respira hoy en el aula bunker de la cárcel del Ucciardone.
Una enésima audiencia del proceso negociación Estado-mafia. A través de video-conferencia está el colaborador de la justicia Vito Galatolo. En las pantallas se ve a un hombre de espaldas con un sombrero en la cabeza. Sus palabras impactan duramente.
El proyecto del atentado en contra del magistrado Nino Di Matteo tomar forma. El procurador adjunto Vittorio Teresi le apremia  con preguntas seguidas a las cuales el arrepentido de mafia no se substrae.  Había que matar a Di Matteo “porque estaba yendo demasiado lejos” en su trabajo, sobre todo en lo que se refiere a las investigaciones “de este proceso”.

Galatolo habla de 200 kg de trotil destinados al magistrado palermitano. Según el hijo del boss de Acquasanta, Vincenzo Galatolo, el boss sanguinario Matteo Messina Denaro habría puesto a disposición un artificiero. “Teníamos la orden de no presentarnos con esta persona –explica el colaborador de justicia-. Nos sorprendía el hecho de que no teníamos que saber quien era este hombre de Messina Denaro... Nosotros entendimos que era una persona externa a Cosa Nostra y que podía ser alguien del Estado que tenía interés en que se hiciera ese atentado”.
Galatolo especifica además que, había sabido de misivas en las Messina Denaro había tranquilizado a sus sicarios evidenciando que “haciendo ese atentado (contra Di Matteo, ndr.) no teníamos que preocuparnos porque esta vez había quien nos cubría”. ¿Se trata de esas “coberturas” de las que el colaborador de justicia mismo ya había oído hablar al boss Filippo Graviano en tiempos cercanos al atentado de via D’Amelio? “En el Fondo Pipitone, donde vivíamos, se reunía el top de Cosa Nostra  -afirma el hijo de Vincenzo Galatolo-. A veces venían también otras personas. Para una familia mafiosa, mantener contactos con hombres de los Servicios secretos, significaba obtener una especie de ‘protección’. Podíamos obtener informaciones sobre eventuales investigaciones, blitz, arrestos antes de que fueran efectuados. ¿Quién venía? Recuerdo el cuestor Arnaldo La Barbera, pero también a Bruno Contrada. Había hombres con y sin uniforme, hombres de los Servicios secretos, del Ros –reparto especial-”.
Según dice el arrepentido, La Barbera figuraba “en el libro de pagos del clan mafioso de los Madonia”, ya que “nos daba informaciones y recibía dinero”. Galatolo recuerda además a un hombre “con la cara desfigurada” al que llamaban “el monstruo”.  “Una vez le vi entrar junto a Bruno Contrada (el ex número 3 del Sisde, -servicios secretos- ndr.). A esta persona la reconocí en las fotos que me mostraron”.
El neo-arrepentido prosigue con su relato explicando que el ex boss de la Arenella, Gaetano Scotto “era uno que estaba en contacto con los servicios secretos, que tenían una oficina en el Castillo Utveggio, en el Monte Pellegrino que domina el lugar del atentado de via D’Amelio. Nino Madonia mismo “es jefe del territorio mafioso de Resuttana, ndr) estaba en contacto con representantes institucionales”.
En el aula queda evidenciado que el proyecto de atentado contra el fiscal Di Matteo preveía también una especie de plan “B” que realizar en Roma con los kalashnikov. Di Matteo habría tenido que ser ‘llamado a Roma a través del arrepentido Salvatore Cucuzza”, cuenta Galatolo. “Teníamo un contacto con él y sabíamos que estaba muy mal y que tenía un restaurante cerca del Tribunal de la Casación”. El proyecto de muerte preveía “dejar los kalashnikov” en el local del arrepentido. Cucuzza mismo “tenía que ocuparse de hacer ir a Di Matteo a su restaurante para hablar del proceso Estado-mafia. En el apartamento de en frente hombres de Cosa Nostra habrían controlado la llegada del magistrado. Y a ese punto se habría efectuado la emboscada”. Pero Salvatore Cucuzza se ha muerto a causa de un tumor maligno poco después de haber sido involucrado en este proyecto criminal.
Di Matteo está sentado al lado de sus colegas del pool y escucha nuevamente esta historia de atentados anunciados que le involucran en primera persona. “¡Las palabras tienen su peso!”, dice con fuerza el magistrado condenado a muerte ante el contexto realmente surreal que asume el contra-examen del ex boss.
Si se ponen en fila las palabras dichas y no dichas en toda esta historia uno se da cuenta de los matices que son cada vez más grises. Por una parte tenemos la sentencia a muerte de Totò Riina, las relativas directivas de Matteo Messina Denaro y las revelaciones de los colaboradores de justicia; por la otra se percibe cada vez más el silencio –culpable- de los máximos exponentes de las instituciones ante una condena que sigue pendiente todavía (empezando por el ex presidente de la República, Giorgio Napolitano, el primer ministro Matteo Renzi, los presidentes del Senado y de la Camara de diputados, Piero Grasso y Laura Boldrini, hasta tocar transversalmente una buena parte de las varias alineaciones políticas).
¿Qué país es aquél que intenta disminuir la gravedad de lo que está ocurriendo alrededor del magistrado más protegido de Italia? ¿Y que se le puede decir a una magistratura culpable de airlarlo mediante bajezas dignas de la peor casta (basta ver por ejemplo los encargos “ordinarios” de los cuales Di Matteo tiene que ocuparse quitando tiempo precioso a investigaciones más que delicadas, además del rechazo por parte del CSM -Consejo superior de la magistratura- de las solicitudes presentadas por él para una promoción en su carrera, que de hecho lo sobreexponen aún más).
Desde hace meses se busca en Palermo ese trotil del que habla Galatolo, pero el ritmo de la búsqueda parece haber disminuído mucho, hasta ser casi imperceptible. Contemporaneamente se es testigo de la precisa voluntad de atenuar el peso de las declaraciones del ex boss de Acquasanta torciendo la nariz ante sus afirmaciones sobre el papel que jugaría Matteo Messina Denaro, poniendo en duda su afidabilidad, por lo menos evitando hablar de ello a nivel mediático.
Es la misma historia que se repite. Como si no hubieran bastado los veinte años después de los atentados. Pero el silencio institucional hacia Nino Di Matteo continúa incrementando su volumen. Todavía no se ha oído una palabra firme y clara del Presidente Mattarella a este propósito. Y este silencio suyo, vista la historia trágica ligada a su familia, parece del todo incomprensible y sobre todo grave. Una condena a muerte de parte de Cosa Nostra nunca queda en prescripción.
La integridad moral de la mayor parte de los representantes de nuestro Estado (en todos sus matices), sin embargo, ya está archivada desde hace tiempo: hoy se llama colusión.

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