DICTADURA URUGUAYA QUE FUE, SERA UN DIARIO BATALLAR CONTRA LA IMPUNIDAD
Por Jean Georges Almendras
Hacía mucho frío. Los montevideanos vivían días en extremo difíciles a pesar de que la rutina de su microcosmos no dejaba de estar ausente. Cada uno, con un ojo atento a lo que los medios de comunicación difundían. Cada uno, con el otro ojo, atento a lo que pasaba en las calles. Cada uno, subsistiendo en un Uruguay del año 1973. Un Uruguay en el que los vientos de la incertidumbre parecían ser una suerte de avance de una tormenta con sabor a prepotencia y autoritarismo, une vez más, porque esto ya era asunto conocido desde el inicio de los años 60, y mucho antes. La década del cincuenta no desconocía violencias ni represiones, las que obviamente se fueron recrudeciendo. En oposición a este panorama estaba la conciencia ciudadana, la conciencia obrera, la conciencia estudiantil y los acontecimientos regionales y mundiales.
Hacía mucho frío, aquel 26 de junio de 1973, veinticuatro horas antes del golpe de Estado. En el Palacio Legislativo, los diputados y senadores se aprestaban a llevar a cabo una sesión más en aquellos agitados días. Sería la última. Fuera del recinto parlamentario el presidente Juan María Bordaberry se encontraba en la residencia de Suárez y Reyes, en la zona del Prado, de Montevideo. De acuerdo a las informaciones periodísticas, padeciendo un estado gripal. Lapso antes, detalle a tener en cuenta, Bordaberry se había reunido con los comandantes de las tres armas.
En la sesión extraordinaria del parlamento, de ese día 26 de junio, corrió la noticia de que se avecinaba, en cuestión de horas, el golpe de Estado. Más aún, se comentaba inclusive que ya estaban redactados los decretos por los cuales se disolvían las cámaras. Pero la sesión parlamentaria siguió adelante, con los ánimos tensos. Senadores, diputados y funcionarios del Palacio Legislativo se encontraban sumergidos en uno de los episodios democráticos más significativos de aquellos días. Hubo varios oradores. Se comenzaron a escuchar perfectamente los sones de una democracia a punto de ser decapitada, después de haber sido manipulada y ultrajada, desde antes de los tiempos del presidente Jorge Pacheco Areco –cuyo régimen se caracterizó por el autoritarismo, con sabor a dictadura encubierta, plena de avasallamientos y arbitrariedades- pese a que los ideólogos de siempre lo nieguen tozudamente, barnizándola de democracia legítima. Quizás legítima, pero perversamente ultrajada.
Fueron muchas las intervenciones de los legisladores aquel 26 de junio de 1973 en el parlamento, pero la más emblemática, la más representativa de lo que se estaba viviendo, perteneció al senador Wilson Ferreira Aldunate, un dirigente inigualable del Partido Nacional, cuyas palabras resonaron con solvencia y convicción, válida para esas horas,¿ y por qué no ? para hoy. Palabras fundamentadas en su don de caudillo. Palabras fundamentadas en su don de legislador íntegro. Palabras de un hombre honesto, que fueron muy oportunas para el momento refiriéndose a los rumores del golpe:” si ello llegara a cumplirse es correcto decir que a Bordaberry y a sus cómplices los juzgará la historia. Estamos dispuestos a negociar, a lograr acuerdos con todos los hombres y mujeres, con todos los partidos, con todas las organizaciones que honradamente quieren defender la causa de la República. Con mi emoción más intensa, permitirán que antes de retirarme de sala arroje al rostro de los autores de este atentado el nombre de su más radical e irreconciliable enemigo, que será, no tengan la más mínima duda, el vengador de la República ¡Viva el Partido Nacional!”.
Por su parte, el senador colorado Amilcar Vasconcellos, dijo:” los tiranos sentirán el látigo de la historia sobre sus nombres y el de sus hijos como una mancha indeleble por la inmensa traición que cometen contra Uruguay”
Enrique Rodríguez , del Partido Comunista, dijo: “Después de esta jornada aciaga, en la calle, en la dura lucha, en las confrontaciones, en la sangre que seguramente verterán los que llevaron al país a esta encrucijada, más allá de todo esto, surgirá un pueblo que como aquí se ha dicho no ha nacido para ser esclavo y en el centro de ese pueblo, que nadie lo dude, estarán las fuerzas que componen el núcleo político que nosotros representamos y dentro de él estará, lo digo con orgullo, con la bandera desplegada en su forma más alta y gallarda, la bandera, la clase trabajadora que nunca ha fallado a las causas populares y no fallará ahora”, dijo.
Pocas horas después el Palacio Legislativo fue literalmente copado por efectivos militares. Ya no se encontraban los parlamentarios. Cada uno de ellos comenzaría a batallar contra la impunidad de los golpistas, dentro y fuera del territorio nacional. Unos exiliados, otros detenidos, otros perseguidos. Como tantos otros ciudadanos. La maquinaria del terrorismo de Estado, ya instaurada desde mucho antes, esa noche no hacía otra cosa que presentar cartas credenciales a la sociedad uruguaya y al mundo. A las cinco de la madrugada marchas militares y música folklórica se irradiaban por las emisoras de radio. Se daba lectura al decreto dando cuenta de la disolución de las cámaras. Se daba orden de captura para dirigentes sindicales y dirigentes políticos de la oposición. Los medios de comunicación fueron ocupados y todas las libertades estaban sujetas al poderoso de turno. En las calles se ponía en práctica una huelga general decretada por la CNT, la que fue declarada ilegal sin mucho trámite.
El diario El Día titulaba:” Ambas ramas legislativas disueltas por decreto”; El Popular: “Graves horas. Se reunió el senado en defensa de sus fueros y la constitución. Circulan versiones sobre la detención de legisladores”; el diario Acción titulaba: “Clausuran cámaras, renuncian ministros. Consejo de Estado sustituye al Parlamento y proyectará reforma de la Constitución”; por su parte El País titulaba así: “Disolverían las Cámaras, crearían un Consejo de Estado, renuncian varios ministros. Los salarios aumentarían 50%, suba de servicios estatales del 20%”; mientras que El Diario decía:” Fue disuelto el Parlamento. El presidente Bordaberry dirigirá hoy un mensaje a la nación”.
Recordar estos episodios, no es necesariamente homenajearlos. Recordarlos es resaltar que no deben pasar inadvertidos ni para el presente ni para las generaciones del futuro. Y recordar que trascurrieron ya 40 años de la dictadura uruguaya nos lleva inevitablemente a la reflexión de que en el correr de estas cuatro décadas, en democracia, la buena memoria ciudadana debe permanecer incólume, para resaltar en cada tramo de la convivencia nacional, que ese período de la historia del Uruguay –período tenebroso y marcado por el terrorismo de Estado, con el costo de vidas humanas, entre otras pérdidas- no debe pasar intrascendente para cada uno de los uruguayos.
Solo por una cuestión de sensibilidad no es viable que los orientales ignoren que se vivió esa época de avasallamiento, de muerte y de represión a todo nivel, dentro de nuestra historia nacional, la que atesora ya otras dictaduras, con sus respectivos focos subversivos de resistencia. Pero hablando de la dictadura del 73, apelando a la cronología convencional, el día 27 de junio de 1973, marco el mojón de su inicio formal. Pero es solo una fecha, porque el golpe de Estado en sí tuvo su fase embrionaria una década antes y más atrás también. Y lo que aconteció en la madrugada del 27 de junio no fue más que el momento en que –una vez más- el telón de la democracia se cerró por espacio de casi doce años, tras una secuencia de episodios políticos –diría yo, deterioros de la democracia- que comenzaron a sacudir el país con anterioridad al brote guerrillero en el Uruguay, contrariamente a lo que piensan personas que ideológicamente lo niegan rotundamente, aún habiendo evidencias históricas flagrantes de que el quiebre institucional fue causado por múltiples desatinos de los demócratas de la época. Pero literalmente (tendenciosamente) siempre es más conveniente endilgar la responsabilidad prima del advenimiento de la dictadura militar al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Una vieja práctica de los conservadores y de la ultraderecha uruguaya.
Entonces, recordar, que hubo dictadura en el 73, es esencialmente no olvidar que hace 40 años una dictadura militar se instauró en nuestra comunidad y que las heridas no se cerraron aún. Heridas que están a flor de piel. Heridas con las que uno se puede tropezar a cada instante, en cada segundo de nuestra vida.
Entonces, recordar, que hubo dictadura en el 73, es responder con la verdad a las generaciones que no vivieron esos días de dictadura y que seguramente se pregunten sobre esas instancias y sobre los motivos y circunstancias por los que 40 años después todavía seguimos cargando la mochila de los desaparecidos, de las investigaciones para llevar a prisión a los culpables de violaciones de los DDHH, de las investigaciones para ubicar cuerpos enterrados en predios militares, en definitiva de la responsabilidad de derribar el muro de una impunidad bochornosa y repugnante, que en los último meses se vio reflejada en dos episodios muy definidos: el traslado de la jueza Mariana Mota y la declaración de inconstitucionalidad de la Ley Interpretativa de Caducidad, entre otras cosas.
Entonces, recordar, que hubo dictadura en el 73, es aproximar el pasado al presente para explicar (y entender o asumir) que todavía los asesinos del Estado, que cometieron delitos de lesa humanidad, se atreven impunemente a transitar por nuestras calles, plazas, paseos y playas, como si nada hubiera pasado, con la indignante idea de que nuestros pedidos de justicia no son otra cosa que planteos revanchistas o de neta venganza.
Entonces, recordar, que hubo dictadura, es repudiar la impunidad y es distanciarla de nuestra conciencia; es educar a nuestra juventud a pensar en valores de justicia; es educar a nuestra juventud a mirar hacia adelante pero sin ignorar, sin olvidar y sin minimizar los daños de una asonada criminal que se jacta de mantenerse cobijada por la impunidad y amparada en la mentira.
Entonces, recordar, que hubo dictadura, es crear conciencia para que se trabaje bajo diferentes formas y a diferentes niveles, para que la “omerta” (el pacto de silencio) de la casta militar se derrumbe por mandato de la Justicia y no pueda contar con la complicidad de algunos políticos, que por motivaciones de cuño ideológico y en ocasiones mafioso, no permiten que se separe el trigo de la cizaña dentro de las Fuerzas Armadas, para construirnos sin lastres ni asignaturas pendientes.
Entonces, recordar, que hubo dictadura, es al mismo tiempo homenajear a quienes lucharon contra ella. A quienes dieron su vida. A quienes estuvieron presos. A quienes perdieron hijos, nietos, padres, hermanos, amigos, correligionarios y compañeros de resistencia.
El 27 de junio de este 2013, en democracia, con un gobierno frenteamplista, con un ex guerrillero en la cúpula del Poder Ejecutivo –aún con la impunidad beneficiando a la mayoría de los criminales del terrorismo de Estado, no obstante los procesamientos y prisión dispuestos por la justicia de algunos de los implicados, estando entre ellos el mismísimo Juan María Bordaberry (ya fallecido) y el Gral. Gregorio Alvarez- el recuerdo de esos dolorosos años accionó, desde filas gubernamentales, la brillante idea de difundir masivamente aquellas horrendas vivencias de las víctimas del terrorismo de Estado, a través de audiovisuales o documentales exhibidos en lugares públicos, entre otros actos y seminarios propios de una sociedad civil gobernada –felizmente- por un gobierno de izquierda , porque de no ser así dudo mucho que esas iniciativas de difusión y de toma de conciencia de batallar contra la impunidad, hubieran prosperado.
Pero hay más, porque el 27 de junio de este 2013, además de promover voluminosos informes periodísticos, en diarios y semanarios, en televisión y radio – informes de vanguardia y progresistas y en contrario, es decir conservadores en extremo- desató una muy interesante polémica en tiendas del Partido Colorado, a la luz de toda la opinión pública. Precisamente en ocasión de un acto realizado en el Parlamento uruguayo, en las primeras horas de la tarde del mismo día 27 –donde hace 40 años fue el escenario de una memorable seguidilla de brillantes y revolucionarias intervenciones de legisladores en la noche previa al golpe, como consignamos en un párrafo anterior- uno de los parlamentarios del Partido Colorado, en su representación, materializó para la nutrida y plural concurrencia una intervención que fue en definitiva la piedra del escándalo dentro de su sector político, desatando un fuerte cruce de reacciones entre correligionarios de la vieja y de la nueva guardia.
El abogado Ope Pasquet, militante del Partido Colorado por Vamos Uruguay (cuyo líder máximo es precisamente otro colega suyo, Pedro Bordaberry, hijo de Juan María Bordaberry, quien firmara el decreto de la disolución de las cámaras cediendo su espacio de mando a las Fuerzas Armadas, aquel 27 de junio de 1973- dijo, aludiendo al golpe de Estado:” De los hechos resultan culpas, méritos y responsabilidades”, aclarando luego, que si bien no era prudente hacer señalamientos tenía “el deber de señalar las responsabilidades” de su Partido Colorado porque “el decreto de la disolución de las cámaras fue redactado por el presidente Juan María Bordaberry que fue elegido por el Partido Colorado. Esa es nuestra gran responsabilidad”. Y enseguida aclaró que Juan María Bordaberry no fue electo por la convención partidaria ni por internas “pero eso no le quita el hecho de la responsabilidad”. También recordó que algunos colorados lo apoyaron cuando tomó esa decisión “y uno de ellos fue Pacheco Areco. Otros colorados manifestaron su tajante oposición como los senadores del Batllismo” . En otro momento de su intervención aludió a que el golpe de ese 1973 no fue algo “sorpresivo” sino que fue “el desenlace de una serie de hechos que comenzaron a suceder mucho tiempo antes. La sociedad estaba enferma de muchos males, envueltos de un contexto internacional que mucho repercutió en nuestro país”. Pasquet hizo inmediata referencia a la guerra fría y al mayo francés, agregando “Nadie nos garantiza la plenitud democrática. Porque si no estamos predestinados a esa plenitud, la podemos perder. Hoy, conmemoramos 40 años del golpe del 73 pero también podríamos conmemorar, con algunos meses de diferencia, los 80 años del golpe del 33. No hay vacunas contra las embestidas democráticas y depende del esfuerzo de todos para cuidar y mejorar la democracia”
Las palabras de Ope Pasquet transfiguraron los rostros y las mentes de algunos integrantes del Partido Colorado. Los uinos dentro del recinto parlamentario. Los otros en la comodidad del hogar. Y en menos de 24 horas llovieron los peros y las duras críticas sobre los dichos del senador Pasquet, quien en definitiva lo único que hizo, con tono transparente (porque seguramente –y el tendrá sus razones- quiso ser transparente embanderándose con la autocrítica) fue hacer público un mea culpa partidario, de ribetes históricos, y nada menos que cuarenta años después de los hechos que tuvieron como verdugo de la democracia al presidente colorado Juan María Bordaberry. Obviamente, para la mayoría de los colorados fue una blasfemia. Fueron, para ellos, expresiones desafortunadas.
Jorge Batlle, ex presidente del Uruguay, dijo al diario El Observador que lo dicho por el senador colorado es “una visión equivocada de la realidad de lo ocurrido en el Uruguay. Como todas las cosas de la historia, nada es hijo de un solo hecho, sino que hay un proceso. Al golpe de Estado se llega luego de un largo proceso de guerrilla instalada en el Uruguay desde 1960. O sea, del 60 al 73 van 13 años de guerrilla. Si no hubiera existido la guerrilla no hubiera habido golpe de Estado. Los militares, que fueron por el Parlamento libre y legalmente elegido, encomendados a cumplir con la tarea de concluir con ese Estado permanente de guerra interna que la guerrilla había establecido en el Uruguay, creyeron que tenían que sustituir al poder político, y por eso, pasaron por encima del presidente de la República, que sin ninguna duda, cometió el gravísimo error, imperdonable, de no haberse ido para su casa en lugar de firmar el decreto que los militares impusieron de disolver las cámaras y dar el golpe de Estado. En el año 1972, precisamente en el mes de octubre, 25, yo denuncié públicamente a través de la televisión, que en el Batallón Florida se estaba desarrollando un proceso de entendimiento entre los tupamaros y los oficiales para dar un golpe de Estado y establecer en el Uruguay una dictadura del tipo de la de Velazco Alvarado en Perú. Ese hecho determinó que los militares me detuvieran y me hicieran un juicio por el delito de atentar contra la fuerza moral del Ejército".
Luego agregó ( lo que no quiere decir que se ajuste a la verdad) : "Está probado, por las propias declaraciones de los integrantes de la sedición tupamara, que existió, tanto en el cuartel del Pantanoso como en el cuartel de Florida, un acuerdo, del que participó el señor Sendic y el señor Rosencof para llegar a un entendimiento político entre los guerrilleros y los militares para establecer una dictadura cívico militar. Por tanto, en el año 1972, ya habían acordado los integrantes del MLN-Tupamaros, con los militares, establecer una dictadura. En todo este asunto, el señor Bordaberry fue un títere. Y en todo este asunto el Partido Colorado actuó como debía, porque el primero que fue preso y el primero que denunció el golpe de Estado fui yo".
Finalmente recalcó en tono áspero:"Esta es la respuesta al idiota de Pasquet. Está clavado que es idiota. Esto está mucho antes organizado, esto no lo organizó Bordaberry, el imbécil de Pasquet... Nunca he visto un imbécil más grande".
Por su parte en su cuenta de twiter, el diputado colorado Fernando Amado respondió a Batlle: “que bien le haría al país, y mucho más al Partido Colorado, que el ex presidente Jorge Batlle entienda que ha cumplido su ciclo, que debe retirarse. Qué desprecio, qué soberbia, qué falta de respeto, repudio totalmente las palabras del Sr. Jorge Batlle. Mi respaldo total a Ope Pasquet”. El diputado Amado, resumiendo la actividad del presidente Batlle concluyó:”Toda una vida prepoteando, descalificando, rebajando e insultando a correligionarios por sentirse dueño de la verdad. No va por ahí la cosa”
Y Ope Pasquet, a través de su cuenta de Twitter, fue directo y contundente con el ex presidente Jorge Batlle:” Desde la soberbia, J.Batlle me insulta. Se ve que ni leyó lo que dije. Perdió toda capacidad de autocontrol. Yo no. No contestaré insultos”
Pedro Bordaberry no podía estar ausente en la polémica, porque a través de una carta que hizo llegar a los medios de comunicación y refiriéndose a los dichos del senador Ope Pasquet dijo:”yo en gran parte no la comparto. Como expresé, no quiero dictadura en mi país como tampoco quiero iluminados que se alcen en armas contra gobiernos democráticos. Pero más allá de su contenido creo que se debió hablar del futuro, de la construcción. Me resisto a seguir discutiendo hacia atrás y creo que hay que hablar del mañana. No se trata de no hablar del pasado, pero hay que construir el mañana. Tampoco estoy de acuerdo con las descalificaciones y los insultos con aquel que discrepa. Por más distinguido y por más credenciales que tenga quien las profiera. No estoy dispuesto a trabajar para discutir sobre el pasado, pelear o insultar”
Históricamente hablando, cuarenta años después, Ope Pasquet fue el único de los legisladores del Partido Colorado que tuvo el coraje de remover las aguas de la autocrítica en los términos consignados, enfrentando posiciones y en particular añejas estructuras, distantes de la realidad, porque –insisto, históricamente hablando- los hechos no son ciertamente tal como se ha venido exponiendo por parte de la mayoría de los dirigentes de los partidos tradicionales del Uruguay, respecto a las causas o responsabilidades de la dictadura del 73, estando entre ellos su más emblemático vocero, el ex presidente Julio María Sanguinetti, permanentemente aferrado (a decir verdad atornillado, por conveniencia ideológica y partidaria) a la teoría de demonización del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, como principal responsable de la dictadura militar del 73. Teoría que Sanguinetti sacó a luz, una vez más, cuando se le dio la palabra en la noche del miércoles 26 de junio de este 2013, en el programa Código País de Teledoce, como introito de un informe sobre los 40 años del golpe de Estado del 73, por cuanto completo, por cuanto a riesgo de ser complaciente con la tradicional versión de “apuntar todas las baterías a la subversión” , a juzgar por el sitial asignado a su persona dentro del informe, no obstante haberse invitado al Capitán de Navío retirado Oscar Lebel, cuya intervención hubiese sido muchos más constructiva y más digna para los tiempos que corren y para la juventud, por tratarse de un militar anti golpista, notoriamente más íntegro y más leal a la democracia que el ex primer mandatario, quien –cada vez que puede- descaradamente, prefiere olvidar, ignorar o distorsionar nuestra historia, marcando siempre línea de que los desórdenes nacionales fueron exclusividad de la subversión de los años setenta, como si en el Uruguay los tupamaros hubieran sido los únicos “delincuentes” que se alzaron contra la prepotencia del Estado. Claro está que el Dr. Sanguinetti parece tener amnesia sobre los movimientos revolucionarios contra el dictador Terra, quien debió lanzar su aparato represor contra los “tupamaros” , los “apátridas”, los “delincuentes” de la época, mayoritariamente ilustres personalidades de los partidos tradicionales , tal como se consigna en el magistral y sólido libro (por su contenido histórico y testimonial) “Alto el Fuego” de los periodistas Nelson Caula y Alberto Silva, publicación que recomendamos muy especialmente al lector, como fuente de consulta .
Entonces, recordar los días del golpe del 73, cuarenta años después, es reconstruirnos democráticamente, porque tener memoria de los episodios de esa época, forma parte del presente, por muchas razones. Razones humanas. Razones políticas. Razones sociales. Razones democráticas. En concreto, razones inherentes a la sensibilidad del hombre nuevo, que llevamos dentro. Ese hombre nuevo que quiere que los terroristas de Estado sean debidamente juzgados, para construirnos todos, en democracia, sin mentiras y sin las hipocresías de los tiempos que vivimos.