Jueves 25 Abril 2024
Jorge Tróccoli ya fue condenado en Roma en la causa Plan Cóndor

Ahora se revisan los casos de José Luís Potenza, Raffaela Filipazzi y Elena Quinteros

"A donde vayan los iremos a buscar", suele escucharse cantar a los manifestantes durante los reclamos por memoria, verdad y justicia por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la etapa militar de las dictaduras latinoamericanas. Esta promesa, que históricamente quedó contenida dentro de los parámetros de la justicia social, hoy encuentra lugar también en los tribunales de Italia, dónde, con mucho esfuerzo por parte de los actores y activistas civiles, se lograron condenas contra un grupo de represores que operaron dentro de la lógica del Plan Cóndor, entre los que se encuentra el marino uruguayo Jorge Tróccoli. De esta investigación surgieron datos e informaciones que permitieron vincular al represor uruguayo con los crímenes cometidos contra el matrimonio integrado por argentino José Luis Potenza y la ítala argentina Raffaela Filipazzi; así como también el caso de la uruguaya Elena Quinteros. 

Las audiencias, que tienen lugar en la sala búnker de la Corte Penal del Tribunal de Roma, comenzaron a mediados del año pasado. En los días recientes se presentaron a brindar su testimonio el exdiputado uruguayo Luis Puig, Mena Narducci, Elba Rama y el profesor Álvaro Rico, respecto al secuestro de la maestra Elena Quinteros, que tuvo lugar en la Embajada de Venezuela en Montevideo, el 28 de junio de 1976, cuando intentaba pedir asilo político. El crimen cometido por agentes de inteligencia uruguayos, con la complicidad de las máximas jerarquías cívico-militares del gobierno, causó la ruptura diplomática entre ambos países. Un hecho que dejó en evidencia que la violencia política del terrorismo de Estado no tenía fronteras. En este sentido también aportó sus conocimientos el periodista Roger Rodríguez, respecto a un viaje que realizó a la Argentina el represor Tróccoli, en diciembre de 1977, en el marco de un gran operativo de inteligencia internacional donde resultaron secuestrados y desaparecidos al menos 22 ciudadanos uruguayos, vinculados al GAU, los Grupos de Acción Unificadora.

"La vida no podía ser la misma"

Puig inició su relato historiando un poco la fundación del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), que se organizó primero en Argentina hacia principios de 1975, con la participación de uruguayos que estaban exiliados. La represión desatada contra este grupo fue feroz, en ambas orillas. En Uruguay, los operativos estuvieron bajo control del Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA), y contó con la participación del Servicio de Información y Defensa (SID), y Fusileros Navales (Fusna).

Elena Quinteros formaba parte de las filas del VPV. Puig la describe como "una maestra con un profundo compromiso por la educación pública y la justicia social". Y agregó, “participó en las misiones socio-pedagógicas en las cuales maestros y universitarios concurrían a los lugares más profundos del Uruguay rural, lugares con extrema pobreza". En el mismo sentido se refirió Mena Narducci, quien conoció a Elena en el año 1971, en las reuniones barriales y sindicales, cuando ella, siendo estudiante, participaba de las actividades del movimiento obrero-estudiantil.

Narducci, también recordó detalles del día de su detención, que ocurrió en el domicilio familiar. “Tocaron la puerta, mi padre abrió y recuerdo a los militares. Estaba al mando el capitán Jorge Silveira -conocido por su apodo de pajarito, y señalado por ser un violador serial-. Fueron a buscar a mi cuñado y a mi hermana, primero la llevaron a ella y a una amiga. Entonces, un policía me quitó el documento, lo vi hablando con Silveira y luego volvió a buscarme. Recuerdo que nos subieron a una especie de furgoneta. A los dos días nos liberaron”. Durante su detención fue torturada por José Nino Gavazzo. Narducci intenta reconstruir la tensión y preocupación de sus padres, de sus familiares y amigos, entre ellos Quinteros, quien “llamó a mi madre a todas horas, hasta que yo misma contesté el teléfono porque me habían dejado en libertad (...). Fue Elena la que me dijo que debía irme a Argentina porque la represión estaba empeorando”. Ambas se volverían a ver en Buenos Aires, y también en el retorno a Montevideo. Mena recuerda que la última vez que se vieron fue en mayo del 76. Luego ella tuvo que volver a exiliarse en Buenos Aires, donde recibió la noticia del secuestro de Elena. 

Elba Rama conoció a Elena durante el exilio de ambas en Argentina, y resaltó plenamente la condición humana y el compromiso militante de la maestra. Elba también participaba de las actividades del PVP. Fue secuestrada en Buenos Aires y retenida en Automotores Orlleti, donde bajo la dirección de Aníbal Gordon, funcionaba uno de los más nefastos Centros Clandestinos de Detención (CCD), que tuvo la particularidad de ser pieza clave en el circuito de torturas de muchos ciudadanos extranjeros, entre ellos los uruguayos. Rama, luego de diez días de cautiverio y torturas, fue trasladada de manera ilegal a Montevideo, en lo que se conoce como el ‘primer vuelo’ de la Fuerza Aérea Uruguaya, una lógica dentro del Plan Cóndor para el traslado de detenidos entre países. Ya en Uruguay permaneció detenida primero en el CCD conocido como ‘300 Carlos’, emplazado en un chalet de Punta Gorda. Luego fue trasladada a la sede del SID. Su detención -que se originó a partir de un secuestro clandestino e ilegal en Buenos Aires-, sería “legalizada” a partir del montaje de un operativo antisubversivo a las afueras de Montevideo, conocida como ‘la farsa de Shangrilá’.

Secuestro sin fronteras

Elena Quinteros permanece hasta el día de hoy desaparecida, un crimen continuado que marca la trayectoria ininterrumpida de las dictaduras del Cono Sur. La fecha de su desaparición aún no ha podido ser confirmada con presión, los testimonios de otras víctimas del terrorismo de Estado la ubican con vida por última vez los días 4, 10 y 25 de agosto de 1976. Fecha en que permaneció detenida en el 300 Carlos. Los relatos reflejan la crudeza y la saña particular contra la maestra, quien en reiteradas ocasiones gritaba su nombre, resistiendo y afirmando su identidad, su docencia, su militancia, su integridad y evitando el anonimato y el olvido. Sobre estos temas se refirió el profesor Álvaro Rico, quien dio una extensa declaración detallando los mecanismos operativos de la OCOA y la principalísima participación de Tróccoli y del oficial Juan Carlos Larcebeau. 

Rico confirmó que el secuestro de Elena tuvo lugar entre el 24 y el 26 de junio de 1976, para ser trasladada al 300 Carlos, dentro del marco de operaciones internacionales contra el PVP. En los primeros días, según se pudo reconstruir, Elena Quinteros, durante la tortura, logró convencer a sus captores de que entregaría a alguno de sus compañeros, en una reunión pactada el 28 de junio, en el límite entre los barrios Cordón y Pocitos en la zona de las embajadas.

Elena fue llevada en un Volkswagen Fusca de color verde, escoltada por al menos tres agentes de inteligencia, dos hombres y una mujer. Una vez en la zona bajo amenaza, desciende del auto y se echa a caminar sobre la avenida seguida a pie, a una distancia prudente, por sus captores. El conductor, desde el vehículo, también seguía sigilosamente sus pasos. En un determinado momento, más allá del miedo, más allá de la tortura, más allá de la sombra del Cóndor, en un acto de coraje, Elena comienza a correr en dirección a la embajada de Venezuela, que estaba a unos pocos metros. Ante la mirada atónita del guardia, Elena trepa las rejas y salta al jardín dentro de la embajada, y ya en territorio venezolano, con todas sus fuerzas grita, "embajador, soy la maestra Elena Quinteros, pido asilo". Dentro, los funcionarios y algunos refugiados uruguayos se alertan y corren hacia la puerta, mientras que los represores ingresan al predio, violando absolutamente todos los tratados internacionales, y forcejean con los presentes para someter a Elena. La fortaleza física de los captores y la costumbre a la violencia hacen la diferencia y en pocos segundos logran arrastrarla de nuevo a suelo uruguayo y a los abismos de la tortura. Con violencia logran meterla dentro del Fusca que luego se aleja a toda velocidad. En la vereda quedaron exhaustos y alarmados los empleados de la embajada y un zapato de Elena, quien iba camino a desaparecer.

Hasta la fecha se manejan dos versiones sobre el destino de Elena. Por un lado, la Comisión para la Paz del año 2000 -donde se revisaron 260 casos de detenidos desaparecidos del Uruguay-, estableció que Elena Quinteros permaneció en el 300 Carlos hasta la fecha de su asesinato, que habría sido de un disparo, entre los primeros días de noviembre del 76. La otra versión es la aportada.

Millas aéreas

El traslado de detenidos y desaparecidos entre los países del cono sur, es solo una muestra de la capacidad logística que tenían los grupos de tareas del Plan Cóndor. En este sentido el caso del matrimonio Potenza-Filipazzi, cobra un especial significado. José Agustín Potenza, era argentino, músico y peronista. Para 1977, a sus 49 años, ya tenía una larga trayectoria en la resistencia, que habían comenzado en los años de la Revolución Libertadora. Su oficio, y su militancia, lo obligaron a exiliarse en distintas etapas. En 1976, cuando se instauró el golpe de Estado en Argentina, comprendió que era hora de migrar nuevamente. Escapa junto a su esposa, Raffaella Filipazzi, rumbo a Uruguay. Ella había nacido en Italia, pero a muy temprana edad, escapando de la guerra, se había instalado en la Argentina con su familia. De formación y militancia socialista, Raffaella se hallaba completamente inmersa en el tejido político social del país. El matrimonio se instaló en Montevideo, realizaron un breve viaje a Asunción en Paraguay, y también por Brasil. La situación en la región era tensa y peligrosa. Pensaban que en Uruguay estarían seguros. El 27 de mayo de 1977, son secuestrados en el hotel Hermitage, en el turístico barrio de Pocitos. Sus captores fueron agentes de inteligencia paraguayos, que contaron con el pleno respaldo logístico de sus pares orientales. Permanecieron detenidos en las instalaciones del Fusna en el barrio Ciudad Vieja, centro administrativo y bancario del país, un lugar transitado por miles de personas a diario. El 8 de junio fueron “liberados”, y se trasladaron a Asunción en un vuelo comercial de Líneas Aéreas Paraguayas, escoltados por los agentes de inteligencia. Una vez en territorio guaraní, son retenidos en el Departamento de Investigaciones de la Policía paraguaya. Luego de un tiempo son trasladados, él, al penal de Emboscada, ella a la cárcel del Buen Pastor. Desde allí ella mantiene una correspondencia con Cecilia Benac, por intermedio de un guardia cárcel. En las misivas, ella se refiere a su detención en el penal, como si fuera una internación hospitalaria, y habla de sus peripecias sobre la tortura y los interrogatorios como si fuera una enfermedad. Llamativo es que durante las conversaciones le pidiera a su amiga que gestionara dinero entre sus familiares y amigos. A los represores no les bastaba con retenerlos como presos políticos, también los saqueaban. “El que tortura, roba”, afirmaba Rodolfo Walsh. Las cartas se interrumpen a mediados de noviembre de ese año. Se cree que coinciden con la fecha de su asesinato. Sus cuerpos fueron hallados en una fosa común en el predio de la Agrupación Especializada de la Policía Nacional, en marzo del 2013. En el lugar también fueron rescatados los restos de Miguel Ángel Soler, quien fue el secretario general del Partido Comunista Paraguayo, desaparecido en 1975, luego de ser brutalmente torturado y desmembrado mientras aún estaba vivo. Los restos del matrimonio, pudieron ser identificados gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, a mediados de 2016.

Roger Rodríguez, aporta valioso testimonio

Durante las audiencias en Roma, el periodista uruguayo Roger Rodríguez, brindó algunos detalles respecto al movimiento de los agentes de inteligencia a través de las fronteras. En particular se refirió a un viaje que realizó Jorge Tróccoli, desde Montevideo a Buenos Aires, el 20 de diciembre de 1977, un día antes de que se iniciara en la capital argentina, un megaoperativo contra miembros del GAU. Tróccoli figura como el pasajero 37, del vuelo AR 215, realizado por la aeronave LV-JMZ. En este vuelo también viajaron los agentes Ricardo Dupont y José Uriarte. Los tres oficiales formaban parte de los escuadrones que operaban desde el Fusna. En el correr de los últimos días de aquel diciembre, fueron secuestrados al menos 22 ciudadanos uruguayos que se encontraban exiliados en Argentina. Antes de ser desaparecidos, pasaron por el circuito de torturas de los CCD, del Pozo de Quilmes, el Pozo de Banfield y el COT-01 de Martínez.

Los juicios en Roma seguirán su marcha, la próxima audiencia será el próximo día 4 de abril. El lento proceso por memoria, verdad y justicia, tendrá una nueva instancia. Pese al tiempo transcurrido, pese a las distancias, no debemos caer nunca en la consideración de que los crímenes de lesa humanidad cometidos durante las etapas militares del Cono Sur, son lejanas o intrascendentes.

Así como los crímenes contra los desaparecidos se perpetúan, también lo hacen las estructuras criminales que los cometieron, que se mantuvieron operativas durante todos estos años. Mientras tanto, la promesa continúa en pie: A donde vayan los iremos a buscar.

*Foto: Sitios de Memoria Uruguay