Jueves 28 Marzo 2024

 Poeta, dramaturgo, escritor, periodista

"¿Qué nos espera hacia el mañana? Lo de siempre: la lucha”

Pasaran los años, pasaran las generaciones, y en retrospectiva, se podrá afirmar que en la Argentina hubo una generación que quiso cambiar el mundo y terminó cambiando la historia. Miles y miles de jóvenes activaron políticamente durante los años 60 y 70, decididos a crear un paradigma social escindido de las estructuras arcaicas de poder. Una masa crítica que no necesitaba de héroes mitológicos porque cada uno estaba dispuesto a ser protagonista del cambio. Una masa que no se limitaría a ser reducida a simples faroleros, ni a vendedoras de empanadas y tortas, ni mucho menos a escoberos y plumeros, como retrataban al pueblo los nefastos manuales y las perversas obras de teatro infantil de las escuelas. Donde negros, chinitas, mestizos, indios sin nombre, sin historia y sin cultura eran el relleno de una patria construida por la prensa oligárquica, las castas militares, los curas del primer mundo y los hacendados.

Este 2022 que acaba de terminar -pese a que la violencia política volvió a tomar el centro de la escena con el fallido atentado a Cristina Fernández de Kirchner-, el pueblo pudo celebrar un importante triunfo, la restitución de la identidad de dos hijos de detenidos desaparecidos. Un triunfo por el que vale la pena jurar con gloria morir. En paralelo, dos grandes luchadores de los procesos de Memoria, Verdad y Justicia, dieron un paso a la impermanencia: Hebe de Bonfani, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, y el poeta y humanista Vicente Zito Lema, a quien hoy le dedicamos estas palabras.

“Quien olvida traiciona”, afirmó una y otra vez durante su vida Vicente Zito Lema. Un ser que supo disfrazarse de farolero para iluminar los oscuros sótanos de la República Argentina; que supo disfrazarse de poeta ante el dolor; que supo disfrazarse de abogado ante las injusticias, de educador ante la ignorancia y de choripanero ante la pobreza, pero que ante todo fue humano. Vicente vivió su juventud siendo parte de una generación revolucionaria dispuesta a cambiar el mundo, y ante la violencia y el despotismo del terrorismo de Estado, pasó su vida adulta reescribiendo la historia de un país que intentó ser censurada, borrada y desaparecida.

“Viva el cáncer”

Vicente Zito Lema nació el 14 de noviembre de 1939, en la ciudad de Buenos Aires, en medio de aquella ‘década infame’ de tensión y violencia política en la Argentina, en el marco del desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, la polarización del mundo, y la consolidación de un sentir nacional que algunos años más tarde se estructuraría bajo la figura de Juan Domingo Perón, y aquel peronismo de la posguerra que marcaría fuertemente su desarrollo humano, y la trayectoria del país.

Su infancia estuvo signada por las aventuras comerciales de su padre; por un ancestro poeta y anarquista, que fue asesinado por el régimen en España; y por la devoción de su madre a la figura de Eva Perón. Una figura que será recurrente en la vida de Vicente. El recuerdo de su madre llorando ante las pintadas de odio que celebraban VIVA EL CÁNCER, cuando la líder espiritual de la nación agonizaba, fueron para el poeta un primer encuentro con un sentimiento negro que vive latente en el ser argentino: el rencor.

Poesía y militancia

Sin lugar a dudas, el peronismo es el fenómeno social que marcó la historia reciente del país. Un fenómeno que supo despertar amores y odios por igual. Fue el peronismo el que incentivo la educación gratuita que permitió a Vicente, recibirse de abogado con tan solo 21 años, dando prácticamente las materias libres, mientras cumplía, a la par, con distintos oficios, al igual que miles de jóvenes de contextos marginales que accedieron a la educación superior. Durante un acto en la facultad de Derecho, cuando inauguraban un grupo de la Juventud Guevarista, con la presencia de la madre del Che, una patota ingresó al lugar a reprimir. Vicente resulto herido de bala, dos tiros en las piernas. Una compañera, de nombre Malena, murió asesinada junto a él.

En aquellos años 60, los fusilados que viven de Rodolfo Walsh, deambulan por las calles, mientras el peronismo está proscripto. La idea de un estado de Derecho estaba un poco desdibujada, y Vicente ya recibido se aleja de la abogacía, y se vuelca a la escritura. En 1964 participa de Cero, una provocadora revista cultural, que llegó a publicar poemas del líder vietnamita Ho Chi Ming. En esta época Zito Lema se encuentra con quien sería tiempo después uno de sus mayores referentes, el psicoanalista Enrique Pichón-Riviere.

Antes de que termine la década funda la revista Talismán, que logra emitir dos números antes de sufrir la censura. En el primero se centró en reivindicar la figura del poeta Jacobo Fijman, con quien compartiría el arte, la locura y la fe. En el segundo número, dedicado a la familia, Vicente, sale en portada junto a su compañera y sus dos hijas, desnudos, un gesto intolerable para la dictadura.

En 1971, Jacobo Timerman le da un lugar en La Opinión, donde escribían varios de los máximos exponentes del periodismo de la época, entre ellos Horacio Verbitzky, Juan Gelman, Paco Urondo, Miguel Bonasso, Carlos Ulanovsky, Ernesto Sabato y Rodolfo Walsh, entre otros. Vicente hacia reseñas artísticas y notas de cultura. Un día tras realizar una entrevista a Pichón-Rivere, Timerman le pide que prepare un libro en un formato de entrevista, así nace ‘Conversaciones con Enrique Pichón-Riviere sobre el arte y la locura’, que le valdrá a Zito Lema su primer gran reconocimiento.

En este tiempo tendrá lugar un hecho que, según Vicente, “marcó un antes y un después” en su vida. El secuestro de Oderban Sallustro, el número tres de la FIAT a nivel mundial. El secuestro que fue ejecutado por miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo, finalizó pocas semanas después, incumplidas las negociaciones, con el asesinato de Sallustro. A raíz de este hecho las patotas del régimen dictatorial de Alejandro Lanusse, salieron a realizar decenas de secuestros, entre ellos el de Andrés Alsina Bea, quien era uno de los redactores en La Opinión, y era además el compañero de Vicky Walsh, la hija de Rodolfo. Entre los compañeros tuvieron una reunión y decidieron que Vicente, desempolvando su título, lo representaría legalmente.

Sería este caso para Zito Lema, el punta pié de una larga trayectoria junto a la Asociación Gremial de Abogados, que lo llevaría a los confines del mundo y al exilio.

Trelew, el terrorismo de Estado y el exilio

Para 1972, el régimen de Lanusse comienza a ensayar la figura del desaparecido, realizando el traslado de detenidos políticos a puntos extremos del país con la idea de alejarlos de los territorios y de los pueblos. Vicente, junto a la Gremial de Abogados, asumieron la defensa de un sinnúmero de personas, activistas de organizaciones sociales, políticas y guerrilleras, entre ellos los 16 fusilados de Trelew. Será este hecho el preludio de una larga noche que estaba por venir.

Ya instaurada la etapa militar del Proceso de Reorganización Nacional, Vicente perseguido, censurado, amenazado y atentado, recurre al exilio para salvar su vida. Apostado en Holanda, pero en permanente contacto con grupos de exiliados distribuidos por toda Europa y no solo, se aboca a las actividades de la Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU). En este grupo, -que se dedicó en tiempo real a realizar una importante campaña a nivel internacional sobre el terrorismo de Estado argentino-, Vicente compartió actividades con Julio Cortázar, David Viñas y Eduardo Luis Duhalde, entre otros.

Estando en el exilio, Vicente escribe ‘Mater’, la primera obra de teatro que refleja la lucha de Madres de Plaza de Mayo. Fue estrenada en Buenos Aires, en 1984, ya iniciado el proceso democrático.

El regreso: Menem y la construcción de un Movimiento por los derechos humanos

Ya de regreso en el país, Vicente se fundirá de lleno con los procesos de memoria, verdad y justicia, pero la fragilidad de la democracia de Alfonsín dará solo algunos pasos para juzgar el terrorismo de Estado, y quedarán truncos con la llegada al poder de Carlos Saúl Menem, y su menemato, que Vicente definirá como “un gobierno cuya dimensión de lo nefasto no se termina de decir ni de calibrar, que causó en mi criterio un daño en las estructuras sociales tan grande como en la dictadura militar, obvio sin el sufrimiento de muertes, desapariciones, asesinatos, pero sí con exilios económicos, con gente que llegó a la pobreza extrema y que es una manera del asesinato social. Tuvimos dos momentos terribles en nuestra historia, y cercanos. El terrorismo de Estado de los militares y el terrorismo de Estado del gobierno de Menem, que era un terrorismo económico con profundos efectos sociales”(*).

En el año dos mil, ya consolidado el modelo neoliberal de la mano del menemato, Argentina enfrenta un proyecto social sin memoria, sin verdad y sin justicia. Ante este panorama trágico, Vicente participa de un proyecto revolucionario, la fundación de la Universidad de Madres de Plaza de Mayo. Un proyecto que se había creado a partir de la fuerza de voluntad y del sentir y vivir colaborativo, que se vio dañado a partir de la aparición en escena de Sergio Schoklender, quien, estando preso -acusado por el asesinato de sus padres- se había recibido de abogado, y una vez libre se había reciclado en una suerte de apoderado de Madres, bajo el amparo de Hebe de Bonafini quien lo estimaba como a un hijo.

Schoklender fue constantemente denunciado por Zito Lema, a raíz del manejo completamente irregular de los fondos de la Universidad, sobre todo a partir de la aparición “mágica” de un edificio de once pisos y cuatro subsuelos. Para Vicente que había llegado a abrir un carrito de choripanes para afrontar los gastos de la Universidad, el flujo de dinero sin origen cierto era una falta completa de ética que degradaba la naturaleza moral y cívica de la casa de estudios, motivo por el cual dio un paso al costado. El tiempo, le daría la razón.

Pese a las profundas críticas, diferencias y discusiones, nunca se separó de Madres.

Años más tarde, lamidas las heridas, Zito Lema volverá a fundar una casa de estudios, será esta vez la Universidad de los Trabajadores, en la fábrica recuperada IMPA, uno de los proyectos cooperativos que lograron consolidar una empresa con espíritu cultural.

La crisis del 2001 y la resurrección de Evita

El menemato dejo un país convulsionado, la crisis de representatividad política dio paso al desarrollo de un nuevo paradigma de construcción social por fuera de los partidos políticos tradicionales. De estos espacios y de estas experiencias, Vicente remarcara la figura de Darío Santillán, el joven que fue asesinado por la policía, durante una manifestación, mientras sostenía la mano de Maximiliano Kosteki, quien yacía herido de muerte por las balas de la represión. Vicente caminara junto a Darío en una pieza literaria titulada “La pasión del piquetero: hay que matar a los pobres”, donde -más allá de un título que sugiere un vía crucis obrero y popular-, Vicente reconoce el resurgir de aquellos altos valores morales y militantes que caracterizaron a una generación que estaba signada para cambiar al mundo. Aquellos valores que él supo reconocer en la figura de Evita, a raíz del sentimiento que despertaba en su madre como reflejo del pueblo obrero.

“De niño había visto el odio increíble que despertaba Eva Perón en la gente, casi locamente, por más que no había estudiado todavía para poder percibir lo complejo de ese sentimiento. Pero el odio que despertaba Eva Perón no me lo pude sacar nunca de la cabeza, casi me daba miedo que una sociedad pudiera odiar tanto. Además, era una muchacha joven, de treinta y pico de años, sufriendo un cáncer terminal, y que causara una fiesta cuando murió, con obscenidades por las paredes, me provocó una gran angustia, frente a una sociedad enferma que tenía una pasión malsana. Cuando accedió al gobierno el presidente Mauricio Macri sentí que en buena parte de la sociedad (no hablo de las ideas políticas) salía otra vez a flote esa pasión tristísima que es el rencor”.

Sobre el final de sus años -y ante una espiral de violencia social, pero por sobre todo política, que tendrá su punto más álgido en el fallido atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner-, Vicente traerá a la vida a Evita, con una obra de teatro primero y un libro después que tituló ‘Eva Perón resucitada en los tiempos del rencor’. Un espíritu que acompañó su vida, y la vida del pueblo argentino, durante todo el recorrido. Una Evita que, por el rencor visceral, fue momificada y profanada mientras la historia avanzaba.

“Soy parte de una generación que conoció en carne propia la violencia y la cultura de la muerte del poder. Y en este caso, como en toda cultura simbólica siempre, el atentado que ha sufrido la vicepresidenta de la nación es una manera de recordarnos, que más allá de nuestros esfuerzos, de nuestros sueños, de nuestras apuestas a un verdadero humanismo, la realidad nos desnuda que el poder de la muerte sigue vigente, porque el poder de la muerte es también, el poder de quienes tienen a su defensa y cargo los valores no humanísticos, sino los valores de las pasiones más tristes que las criaturas humanas puedan desarrollar. ¿Qué nos espera hacia el mañana? Lo de siempre: la lucha”.

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(*)Entrevista en idepsalud.org

Foto: Chaco Urbano

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