Sábado 20 Abril 2024

Extraído de Pájaro Rojo, de Juan José Salinas (*)-7 de noviembre de 2022

Ese viernes 10 de agosto de 1979 no era muy diferente a otros días, en ese lúgubre sótano del casino de oficiales de la ESMA.

La burocrática rutina de los esclavos que falsificábamos documentos se mezclaba con la música a todo volumen, los ruidos de los cuerpos machacados, el chirrido eléctrico de la picana y los gritos de lxs torturadxs.

El llanto de una bebé rompió el torbellino de macabros sonidos, y cuando aún no habíamos podido asimilarlo, se abrió la puerta y ahí entró el “Gordo Daniel”, un prefecto torturador obeso y de pelo pirincho llevando una pequeña beba en brazos.

La escena era siniestra y brutalmente violenta, el asesino y violador de compañeras alzaba entre sus brazos a una frágil beba de poco más de dos meses de vida, y nos preguntaba desencajado a un trio de secuestrados esclavizados que debería hacer para frenar el llanto desconsolado de la niñita

“Cómprele una mamadera, leche en polvo, pañales, y un chupete” dijo el “Rata” Firpo, mientras caminaba y hacía tintinear la cadena de los grilletes que sujetaban sus tobillos.

“Selva” como también le decían al genocida, pegó un portazo y volvimos a escuchar de fondo los gritos ahogados de un hombre que hacía rato torturaban en “la huevera”. “Debe ser el papá, la puta madre, lo están matando” susurro Danielo y para confirmar los augurios más oscuros, ¡¡¡atrás vino la voz de uno de los torturadores gritando “Médico!!! ¡¡Que el hijo de puta se nos va!!".

Y ahí paso corriendo el “Tommy” un médico naval que hacía mucho había olvidado el juramento hipocrático y se había sumado al grupo de tareas con la dedicación y el entusiasmo propio de un burócrata del genocidio.

Los gritos de la tortura volvieron al rato, continuando durante horas, para satisfacción de las mentes extraviadas de los genocidas que ya no buscaban obtener información sino la destrucción física y moral del secuestrado.

Veinte días después, ante la inminente visita de la Comisión Interamericana de DDHH a la Argentina, que incluía una inspección a la ESMA, los secuestrados, excepto un grupo que fue asesinado en un “vuelo de la muerte” fuimos llevados clandestinamente a una isla del delta y allí fue también el compañero torturado de ese mediodía brutal.

Ya nos habíamos enterado, no recuerdo quien nos comentó, que la pequeña beba y su madre, secuestrada también, habían sido “liberadas” y que el cumpa, militante del Peronismo de Base, esperaba el destino que determinaran los genocidas en una de las “cuchas” del tercer piso y en esa isla que paradójicamente se llamaba “El Silencio” en el precario e inundable sótano de la “casa 2” donde los represores recluyeron a los “capuchas”.

Tiempo después, ya de vuelta en las mazmorras de la Esma, lo vi descender al sótano, para integrarse, gracias a sus experimentados conocimientos del oficio gráfico, al reducido grupo de secuestrados que como “mano de obra esclava” falsificábamos todo tipo de documentos para los asesinos.

Sagaz, observador, tardamos algunas semanas para comenzar a entrar en confianza, y ahí, en ese lugar donde la vida nuestra no valía un penique, comprendí que estaba frente a un compañero valioso y sumamente inteligente.

En febrero del 80 quede en “libertad vigilada” y el siguió “adentro”, por lo que deje de verlo, para reencontrarlo, si la memoria no me falla, en el Cels de la calle Rodríguez Peña, a mediados del 82, donde coincidimos dando testimonio, aún en tiempos de Dictadura.

Lo que vino después es de conocimiento público, Víctor Basterra, de él se trata este posteo, aportó la prueba documental decisiva para identificar y juzgar a los Genocidas de la ESMA, se jugó la vida como nadie para obtenerla y durante casi cuarenta años respiró y vivió cada día para lograr que se hiciera Justicia con los y las cumpas desaparecidxs.

“Que no se la lleven de arriba” le había pedido el “Gordo” Ardetti y vaya si cumplió el mandato de su querido amigo desaparecido.

Hace hoy dos años de su muerte, y quiero recordarlo como lo que fue, un héroe contemporáneo, un imprescindible e irremplazable, un ejemplo de militante peronista, un amigo generoso y bueno.

¡Hasta la Victoria Siempre, querido Víctor¡¡

¡Perón o Muerte¡¡

¡Viva la Patria¡¡

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En la foto Víctor y el “Rata” Firpo en 1979, en una foto “clandestina” en el sótano del Casino de Oficiales de la ESMA

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(*) Gentileza de Juan José Salinas

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Foto de portada: pajarorojo.com.ar