Jueves 25 Abril 2024

En democracia “45 años en las sombras”

Por Alejandro Diaz-20 de agosto de 2022

“Amor, ¿vas para la toma?”.

Sentado junto a mí, casi casualmente un compañero termina la conversación con su pareja. “Amor, ¿vas para la toma?”. Una y otra vez, insistentemente estas palabras quedan recorriendo mi mente, mientras estoy sentado frente a una hoja, aún por llenarse, bajo el título “Isabelita, la espía de la dictadura que infiltró la democracia”.

“Amor, ¿vas para la toma?”. Desde hace un par de días, en Montevideo y también en otras localidades del Uruguay profundo, estudiantes, muchos también obreros, y gremios estudiantiles ocuparon varios centros de estudio como medida de protesta frente a los recortes presupuestarios en educación promovidos por el gobierno de Luis Lacalle Pou. Un gobierno que acumula un sinnúmero de medidas de carácter represivo, autoritario y en definitiva avasallantes sobre la pluridad de disidencias que promete la democracia.

“Amor, ¿vas para la toma?”. En este medio hemos cubierto más de una vez los casos de los agentes orgánicos e inorgánicos de los servicios de inteligencia de las fuerzas públicas (y a veces privadas), que infiltran el entramado social bajo la premisa de “proteger” la nación, la república, los valores católicos o consignas por el estilo. Tal fue el caso del ‘Pelado’ Balbuena, aquel enemigo íntimo* que, durante más de una década, en plena democracia, apuñaló la memoria de Rodolfo Walsh.

En esta ocasión, el relato vuelve a romper el tiempo y la distancia, y nos acerca a la historia de ‘Isabelita’, la agente del servicio de informaciones de la Policía Federal Argentina (PFA), que se infiltró en plena etapa militar de la dictadura cívico empresarial y eclesiástica a la agrupación Madres de Plaza de Mayo, entre otras tareas afines al plan de exterminio sistematizado impuesto bajo la lógica, cuando no fascista, del Plan Cóndor.

A partir del análisis sobre una serie de archivos desclasificados por el gobierno argentino, en una importante investigación realizada por el diario Página/12 y escrita por la periodista Luciana Bertoia, se pudo conocer la historia de esta espía que ingresó a la Escuela de Informaciones de la PFA, en marzo de 1969, cuando tenía 21 años. ‘Isabelita’, cuyo nombre real aún no ha trascendido fuera de los ámbitos de la justicia, fue reclutada por el entonces jefe de la DIPA (Departamento de Informaciones Policiales), a quien ella presentaba como ‘tío’. Un ‘tío’ que luego se incorporaría al Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Isabelita vivía en Morón y daba clases de inglés. ¿Qué particularidades la llevarían a aceptar transformarse en una espía, en una entregadora? En 1973, ya consolidado el Plan Cóndor en la región, a través de los golpes de Estado en Uruguay y en Chile, la DIPA se reconfigura y se renombra como Superintendencia de Seguridad Federal (SSF).

Isabelita, luego del 24 de marzo de 1976, hizo un recorrido por distintas áreas de Inteligencia, División Central, Dirección General, Asuntos Subversivos, Asuntos Gremiales, entre otros. Durante este tiempo estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires, donde indudablemente recogía información, nombres, lugares. Isabelita participaba de reuniones, asambleas, debates. Abrazaba, contenía, intimaba. Isabelita era un lobo vestido de cordero. Siendo “estudiante”, se puso en pareja con un técnico electricista, que en realidad era otro espía que prestaba servicios para el Batallón 601, donde trabajaba el ‘tío’. Todo en familia.

En 1982, encaminándose el país hacia la farsa de la democracia, al electricista lo trasladan a espiar a Mar del Plata. Ella, estando embarazada pide también el traslado. En los archivos desclasificados, figura el pedido de traslado, firmado por el comisario de la PFA, Eduardo Pedro Antoniuk, quien además de informar sobre la situación familiar de Isabelita, señala que la espía “figura en una denuncia realizada en el ámbito internacional por un exintegrante de un organismo de seguridad como perteneciente a organismos de seguridad involucrados en la lucha antisubversiva”. En el archivo también figura una nota que afirmaba que Isabelita “presta servicio en el cuadro ‘A’, cumpliendo funciones de reunión de información (servicio externo), habiendo estado infiltrada en la agrupación MADRES DE TERRORISTAS (en clara alusión a Madres de Plaza de Mayo, ndr), siendo detectada. Actualmente y por su estado de embarazo cumple funciones internas”.

Estos archivos e informaciones coinciden, en gran medida, con un testimonio recolectado por la Federación Internacional de Derechos Humanos en 1981, del represor Luis Alberto Martínez, alias el ‘japonés’, luego de que fuera detenido en Suiza cuando intentaba cobrar parte del rescate de uno de los tantos secuestros extorsivos a través de los cuales los grupos de tareas financiaban sus operaciones. El ‘japonés’ está sindicado por ser uno de los responsables del asesinato del escritor Haroldo Conti. En aquel relato, detalló el escalofriante circuito de secuestros, interrogatorios, torturas y asesinatos. Además, reveló uno de los aspectos más aberrantes de la dictadura argentina, los vuelos de la muerte.

En lo que respecta a Isabelita Martínez, ella dio información sobre una agente de la PFA que se infiltró entre los 12 de la Santa Cruz**. En el grupo “se había infiltrado una mujer, Isabelita, del cuerpo de auxiliares de Inteligencia, anexado a Seguridad Federal. Esta mujer llevaba los cabellos largos en cola de caballo hasta la cintura. Isabelita tenía también un hermano desaparecido. Vivía con las dos hermanas francesas (Alice Domon y Leonie Duquet, desaparecidas en diciembre de 1977, ndr), en una casa que pertenecía a la curia, situada sobre las calles Viamonte, Paraná y Montevideo, en la capital”, según publicó Página/12.

Es importante a este punto considerar que los delitos de lesa humanidad vinculados a los 12 de la Santa Cruz, ya fueron, en parte, investigados por la justicia argentina, y son cosa juzgada. Estos crímenes ocurrieron bajo la órbita de la Marina. Uno de los represores condenados fue el entonces capitán de fragata Alfredo Astiz, un personaje nefasto, un cobarde, que entregó a las madres que desesperadas, buscaban a sus hijos, a sus hijas, a sus familiares, a sus nietos. Astiz es, quizás, uno de los símbolos de la arrogancia, de la hipocresía, del sadismo, de la perversión del sistema represivo dictatorial. A pesar del juicio, y de la condena, era frecuente que más de un grupo de tareas, de distintos servicios de inteligencia, infiltrara a la par los mismos espacios.

Terminado el proceso militar de la dictadura, Isabelita, al igual que muchos otros represores, se insertó en la “democracia”. En diciembre de 1983, pasó a formar parte de la División de Protección del Orden Constitucional, el área de la PFA destinada a las tareas de inteligencia durante la democracia. Un órgano que estuvo atravesado por la misma lógica de la dictadura, por supuesto, visto y considerando que estaba atravesada por los mismos elementos.

Pasarían varios años hasta que Isabelita volviera aparecer, al menos en los archivos desclasificados. En 1997, Isabelita se incorporó a la Escuela Federal de Inteligencia, un espía formando espías. Cuando asumió el gobierno nacional el presidente Néstor Kirchner, Isabelita, quizás alertada de los tiempos que vendrían, pidió la baja.

En el año 2013, la entonces ministra de Seguridad, Nilda Garré –quien tuvo un buen desempeño al intentar fragmentar la coraza de los servicios de Inteligencia-, elevó una denuncia ante el tribunal del juez Sergio Torres, donde se tramita la mega causa de la Esma. En aquella ocasión, el juez no logró confirmar las sospechas sobre la participación de Isabelita en los delitos cometidos contra los 12 de la Santa Cruz. Así mismo, el juez, no desestimó la información, considerando que el archivo de Isabelita, abría la posibilidad de investigar otros delitos de lesa humanidad, por lo que remitió la información a la procuración.

“Amor, ¿vas para la toma?”. ¿Cuántas veces estas palabras fueron las últimas palabras entre enamorados, entre compañeros? ¿Cuántas veces Isabelita habrá escuchado estas últimas palabras antes de entregar a jóvenes, estudiantes y obreros? ¿Cuántas miradas? ¿Cuántas despedidas? ¿Cuántos abrazos? ¿Cuántas intimidades habrá espiado y traicionado a cara lavada, detrás de un sinnúmero de mentiras?

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*Foto de portada: publico.es