Por Thierno Mbengue-4 de agosto de 2022

El viernes 29 de julio se conoció la noticia de la muerte de Alika Ogorchukwu, un vendedor ambulante de origen nigeriano de 39 años, asesinado en el centro de Civitanova Marche a manos de Filippo Claudio Giuseppe Ferlazzo, trabajador de 32 años originario de Salerno. La noticia del asesinato de Alika, que deja a su mujer Charity Oriachi y a su hijo Emmanuel (8), ha conmocionado a la opinión pública italiana.

Una muerte inesperada, que se produjo por motivos fútiles, dijo la mayoría de los diarios que se expresaron sobre este caso, basándose en que el asesino inicialmente justificó su acción como una "respuesta" al acoso sexual que supuestamente Ogorchukwu realizó en contra de la joven que estaba con Ferlazzo, lo cual en realidad nunca sucedió.

Una conclusión simplista, apresurada y quizás cómoda para desestimar un caso que está haciendo ruido a nivel nacional.

De hecho, no hay ningún intento de análisis político, cultural y social de la Región y de toda Italia, como lo requeriría un caso de este tipo.

Si bien, por un lado, diversos medios de comunicación e incluso la Policía del Estado han excluido el origen racial del contexto del asesinato, en realidad existen varios elementos que no permiten excluir a priori esta agravante.

Para iluminar el punto bastan las palabras de la mujer de Alika que, entrevistada por La Stampa, en los últimos días denunció con fuerza: "Esta historia es terrible desde muchos puntos de vista, incluyendo el hecho de que varios hayan filmado la escena con el teléfono en lugar de intervenir. Creo que, si se hubiera tratado de dos blancos, la gente habría intervenido. Pero en cambio mi marido era negro y por lo tanto nadie lo ayudó. Y pensar que hemos hecho tantos sacrificios para crear una familia".

Luego está el contexto general que concierne a toda una nación donde los "migrantes" son continuamente hostigados y explotados en el ámbito del trabajo.

El último caso sucedió en Soverato, Calabria, donde una mujer joven, también de origen nigeriano, contratada como lavaplatos, fue pateada y golpeada por su empleador solo porque había pedido su salario. E incluso entonces la gente simplemente se limitó a mirar la agresión en lugar de intervenir.

He aquí otro aspecto sobre el que debemos reflexionar: el aumento de la violencia verbal y física contra los afrodescendientes solo por el color de su piel.

Pero volvamos a Marche y al caso de Alika Ogorchukwu.

El racismo de la indiferencia que mato a Alika 2

Su familia, con Charity Oriachi a la cabeza, sigue, a pesar del dolor insoportable en sus ojos y sus lágrimas, cuando dice: "Necesito justicia de verdad: el asesino dice que está loco, pero yo no lo creo... Los locos no van libres a hacer compras. Ese hombre tiene que estar en prisión toda su vida, de lo contrario puede lastimar a alguien más".

La mujer acude a los órganos judiciales competentes pidiendo una sentencia ejemplar para Filippo Claudio Giuseppe Ferlazzo, de quien los abogados han pedido que se tengan en cuenta las visitas psiquiátricas que derivaron en un TSO (tratamiento médico obligatorio), pese a lo cual Charity sigue pidiendo con razón ciertas aclaraciones: "Si realmente tenía todos estos problemas (fue hospitalizado en comunidad tanto por desórdenes psíquicos como por su adicción a las drogas, ndr) ¿por qué nadie lo detuvo antes de que se volviera tan violento?".

Según algunas reconstrucciones, el asesino parece haber tenido el tiempo necesario para meditar sobre la acción realizada poco después.

El asesinato de Ogorchukwu se inscribe en un momento histórico delicado, sobre todo por lo que se refiere a la población extranjera en Italia, que una vez está en el punto de mira de la propaganda política para la inmigración y la "cuestión seguridad", y la otra vez lo está porque el "clandestino, el migrante, el ambulante" en Italia nunca fue realmente un ciudadano a la par de cualquier otro, ni siquiera en los momentos en que servía de mano de obra.

Para complicar aún más este caso, están las declaraciones de una amiga de Alika Ogorchukwu, quien le dijo a TGCOM24: "Le advertí al alcalde hace diez días, le pedí que bajara el tono en los temas de racismo, pero no le interesó".

Con estas palabras queda claro que había problemas de racismo en la ciudad.

Y el mismo alcalde que en la campaña electoral había hablado de "una situación de desventaja de los ciudadanos de Civitanova frente a los extranjeros" en lo que respecta a la asignación de viviendas, recuperando efectivamente la parcelación propuesta por los partidos nacionales de derecha como la Liga y Fratelli d'Italia entre ellos y nosotros, que origina desigualdad y que desencadena situaciones discriminatorias.

Y si bien durante años diversos exponentes políticos han nutrido a través de sus acciones una constante normalización del lenguaje discriminatorio, es aún más grave la subestimación de los actos de violencia física realizados por ciudadanos italianos contra ciudadanos extranjeros, por la falta de reconocimiento de la circunstancia agravante de la matriz racista.

Una declaración, la del amigo de Alika que en el intento de analizar el contexto en el que tuvo lugar la tragedia, ayuda a identificar la naturaleza y el desprecio del primer ciudadano de Civitanova Marche, Fabrizio Ciarapica, perteneciente a Forza Italia, sobre el tema de la discriminación racial.

El racismo de la indiferencia que mato a Alika 3

Estos no son los únicos antecedentes en los que viven los "extranjeros" presentes en la región de Marche, según lo dio a conocer Don Vinicio Albanesi, fundador de la Comunidad de Capodarco, el mayor centro que desde los años setenta acoge, en esta región de Marche, ejércitos de drogodependientes y enfermos mentales excluidos y marginados, menores no acompañados y víctimas de la trata, refugiados e inmigrantes. El cual a través de sus declaraciones destaca el alto porcentaje de discriminación que muchas veces permanece oculta (como menores y no denunciada).

"El racismo está globalizado, no la civilización. Después del ataque de Traini en el 2018, la afluencia de inmigrantes africanos en esta región había disminuido. Por miedo. Hoy, de hecho, hay una necesidad desesperada de mano de obra. Pero también para esto está el racismo". "Los negros son contratados para lavar los platos, para trabajar en el campo, para la limpieza, rara vez se utilizan, por ejemplo, para servir en las mesas de los restaurantes. Me lo dijo la propietaria de un restaurante. A los clientes no les gusta que los atienda un camarero negro".

"Esta es una región desconfiada, que acepta extranjeros, negros, solo si necesita mano de obra. Nos quedamos con una cultura de pueblo que desprecia a cualquiera que no sea blanco y local". "No los damos la ciudadanía a los niños extranjeros, no son italianos a todos los efectos, pero en las Marcas, cuando se vacían las escuelas primarias, compiten por tener en clase a los hijos de los inmigrantes. De lo contrario las aulas se cierran y las maestras quedan sin trabajo".

Y si a menudo los que mueren son ellos, es en el debate político más amplio donde encontramos parte de la motivación de estas numerosas pérdidas que las comunidades "extranjeras" continúan enfrentando.

Porque como subrayan las palabras de Don Vinicio más arriba, la falta de documentos y el reconocimiento de la persona "extranjera" son las primeras armas que utiliza el Estado italiano para legitimar la creación de barreras, que comienzan con una división entre "nosotros y ellos" y terminan con asesinatos en los que ni siquiera se reconoce la discriminación racial.

Y es aquí donde las palabras de Charity Oriachi adquieren una importancia considerable y muy probablemente representan a la Italia de hoy: "Si hubieran sido dos blancos, alguien los hubiera separado, no intervinieron porque él era negro".

Deberíamos tenerlas siempre en cuenta. Son palabras que recuerdan a las de los padres de los hermanos Bianchi, asesinos de Willy Monteiro Duarte, que justificaron a sus hijos diciendo: "Después de todo ¿qué hicieron? Nada. Solo mataron a un extracomunitario".

Es en palabras como estas que la indiferencia se convierte en complicidad silenciosa y condescendiente. El rostro de una parte de Italia cada vez menos acogedor y cada vez más racista.

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*Foto de portada y restantes: Antimafia Duemila

*Foto 2: en el centro la esposa de Alika Ogorchukwu, Charity Oriachi