Por Don Luigi Ciotti-31 de julio de 2022

El mal no es sólo de quien lo comete sino también de quien mira y deja hacer o de quien mira hacia otro lado. El mal se nutre, desde siempre, de una combinación de crueldad y maldad, indiferencia y cobardía: las dos primeras conciernen a los autores del mal, la segunda a los espectadores. Esto nos dice el asesinato de Alika, el vendedor ambulante nigeriano asesinado ayer en Civitanova Marche, en la calle, sin que nadie interviniera para detener la brutal paliza.

Ciertamente es importante que el autor del asesinato sea castigado en los términos de la ley, pero es igualmente importante cuestionar el grado de indiferencia al que puede llegar una sociedad individualista, donde las relaciones son dictadas únicamente por el interés y donde el otro es reconocido sólo como cómplice o enemigo.

Pero una sociedad sin empatía, incapaz de escuchar el grito de quienes sienten que su vida corre peligro o va a la deriva -la indiferencia hacia Alika es gemela de la falta de ayuda que mató a miles de inmigrantes africanos en estos años en el mar Mediterráneo- ya no es una sociedad sino una asamblea de conciencias anestesiadas y de corazones marchitos. Un hervidero de violencia, abuso, racismo y guerras. Se habla mucho de "reinicio" y de recuperación económica. El crecimiento del producto interior bruto es bienvenido, pero nunca habrá un cambio real y un progreso real hasta que seamos personas capaces de sentir la indiferencia como un crimen de conciencia más grave que los mismos delitos incluidos en el código penal, hasta que escuchemos las heridas y las necesidades del otro como si fueran nuestras. El egoísmo mata a la humanidad, la indiferencia es cómplice del asesinato.

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*Tomado de: libero.it

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*Foto de portada: © Imagoeconomica