Viernes 29 Marzo 2024
Por Jean Georges Almendras-8 de enero de 2022

Una noticia con sangre, fue la del asesinato de dos periodistas en Haití, que fueron quemados vivos tras haber sido baleados. Las agencias de noticias no demoraron en que la mala nueva, diera la vuelta el mundo, regándonos de dolor e impotencia. Ese dolor que para nosotros los periodistas es ya una constante, no solo porque siempre (donde los autoritarismos, la corrupción y el crimen organizado reinan) somos objetivo de muerte física y civil, dentro de Haití y fuera de él, sino, además, porque cuando cada uno de nuestros colegas cae en el cumplimiento del deber de informar -en cualquier lugar del mundo- se cae una de los rostros de la libertad, dentro de nuestra civilización, que de humana cada día va teniendo cada vez menos.

Todos los periodistas del mundo deberíamos romper las cadenas de nuestros individualismos, y airadamente levantarnos masivamente ante este tipo de atentados, que se suman a los que se cometen en diferentes circunstancias y regiones del planeta, cercenando no solo el derecho a ejercer la libertad de prensa, sino también el derecho a vivir, bajo la tiranía de la bestialidad humana ejercida desde los lugares en los sitiales de una comunidad humana,  la carencia de valores, y la criminalidad en toda su más fuerte e intensa expresión, tiene como único cometido, sacar del medio a quienes, con su sola presencia, con sus cámaras fotográficas y sus micrófonos, trasmiten al  mundo, la verdad de los hechos, lo que me lleva a hacer una comparación, dramáticamente muy válida, entre estos dos colegas ultimados salvajemente y -por ejemplo- Julian Assange. ¿Hay alguna diferencia entre el martirio de ambos? Ninguna. Ambos han sido devorados por la malignidad de quienes nunca entendieron al poder como un medio, sino como un fin; y de quienes entendieron que la vida no tiene valor alguno, en especial, la vida de quienes ejercen una profesión amante de la verdad, que se opone a quienes optan por vivir en los sombríos recovecos de la corrupción y del abuso de poder, a riesgo de ser desenmascarados por el periodismo que no es funcional al sistema, y que ejerce la profesión -libre como el viento- sin estar acordonado al establishment , en su gran mayoría complaciente, cuando no, cómplice a los barbarismos que se esparcen por el mundo, de hoy.

Conmocionarnos no es poco 2

En Haití, donde la inseguridad es moneda corriente -desde hace ya bastante tiempo- los colegas que pagaron con sus vidas, han sido identificados como Wilguens Louissaint y John Wesley Amady. Y pagaron caro ser periodistas llevando en sus manos cámaras fotográficas, porque en esa tierra (donde) se rinde pleitesía a los intereses del Imperio del Norte, en cuyo marco hay quienes actúan subterráneamente, para desestabilizar (y matar a carta blanca) dentro de un estado de violencia incontrolable, como resultado del asesinato del presidente Jovenel Moise,  hace ya unos seis meses atrás.

Los colegas haitianos fueron víctimas de una pandilla, tal lo informado por Radio Écoute, emisora canadiense para la que uno de ellos trabajaba a diario, cumpliendo con responsabilidad y compromiso su tarea de reportero de prensa.

El locutor que difundió la noticia del atentado mortal contra ambos, lo hizo con dolor y consternación, al tiempo que desde los sitiales de la cadena CNN se dijo que los periodistas fueron quemados vivos después de haber sido tiroteados, por una pandilla de delincuentes conocida como Ti Marak en el barrio Laboule 12, que se caracteriza por ser uno de los sectores urbanos más ricos de Puerto Príncipe. Trascendió que los periodistas estaban en tarea de cobertura de un enfrentamiento entre pandillas, hechos ya habituales en Haití. De hecho, se interpreta que los delincuentes deben haberlos detectado, y no tomaron en consideración el trabajo del periodismo en esas circunstancias, optando por masacrarlos, sin mucho trámite.

En Haití, la proliferación de pandillas es una circunstancia que hace parte de la vida en la región, que además visibiliza el grado de anarquía imperante donde la ley no es respetada, y los parámetros de convivencia pacífica se hallan totalmente ausentes, lo que hace pensar que en ese punto del planeta la violencia es la carta de presentación de los que optan por ganar terreno con métodos criminales, para preservarlos y mantenerse impunes. Pero lo que resulta ser más atroz, es que todo este descontrol tiene un solo origen: la inestabilidad y la corrupción de un sistema político manipulado por los intereses financieros, que sin duda alguna tienen el sello de los Estados Unidos, y de otros países satélites, que se alían para continuar con el saqueo de un país, que en otrora supo ser próspero y esperanzador, para un pueblo, que hoy por hoy, vive en la miseria, y devastado económicamente, sin ley, y literalmente sumergido en la violencia política y social. Una extrema violencia que es funcional a las turbiedades de los hombres poderosos locales y de la región, a la vista de una comunidad internacional que mira este hecho de los periodistas asesinados y otros hechos en Haití, mayoritariamente, con pasividad e indiferencia, que nos dejan impávidos e indignados, por enésima vez.

En paralelo, voceros de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) condenaron el brutal asesinato” de los reporteros haitianos, destacándose desde esta corporación que ambos colegas engrosan ahora la macabra estadística de periodistas asesinados en el continente, en el año que paso y en los primeros tiempos de este 2022.

"Iniciamos el año con un hecho horrendo que enluta el periodismo, el que confirma que el caos y la violencia imperan en Haití”, fueron las sentidas palabras -divulgadas por las agencias en todo el mundo- del presidente de la SIP, Jorge Canahuati Larach.

Por su parte, autoridades de la radioemisora Écoute FM (en la que trabajaba una de las víctimas: Weslkey) y que tiene su sede central en Montreal, Canadá, suspendieron toda cobertura de prensa en Haití, como consecuencia del doble crimen, informándose también, que la otra víctima: Louissaint, era colaborador de distintos medios digitales de Puerto Príncipe y que en ocasión del atentado, otro reportero que se encontraba con los que murieron, de nombre Wilman Vil, logró huir ileso del tiroteo, salvando así su vida.

Desde la ONU, su portavoz, Stépane Dujarric, en una conferencia de prensa, en la que era notorio el sentimiento de dolor y de espanto de los periodistas, dijo: “A veces uno queda sin palabras. Es muy importante que las autoridades nacionales hagan todo lo posible para encontrar a los autores, y llevarlos a la justicia”.

Nosotros, desde nuestras redacciones de Antimafia Dos Mil, de Sudamérica y de Italia, no cerramos nuestros ojos, y mucho menos nuestra voz, para denunciar este atropello mayúsculo, recordando a la opinión pública y a los periodistas del mundo que Haití es un caldero hirviendo, porque con el deceso de Louissant y Wesley serían ya tres los colegas asesinados, en los últimos siete meses, siendo el primero de la lista el reportero Diego Charles, quien perdió su vida en junio del pasado 2021, corriendo igual suerte un activista político de la oposición y otras veces.

Hoy, (nosotros) y el periodismo haitiano y del mundo llora de rabia. Haití duele. Y mucho.

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*Foto de portada: conlagentenoticias.com

*Foto 2: independentenespañol.com