Por Juan José Salinas, de Pájaro Rojo, desde Argentina-26 de noviembre de 2021

El asesinato de Elías Garay (29) y las gravísimas heridas sufridas por Gonzalo Cabrera (26) por parte de dos desconocidos que los balearon no tuvieron, ni por las tapas, la misma repercusión que la de Lucas González. Y es que si hay una distancia sideral entre los barrios en los que moran ciudadanos de pro y los aledaños a “villas de (eterna) emergencia”, también la hay entre la rica y veleidosa ciudad que se pretende casi independiente y la Cuesta del Ternero, cerca del Bolsón de los Cerros, provincia de Río Negro.

A diferencia de lo ocurrido en el Bajo Flores, no hubo profusión de fotos de Garay -que no se reclama vasco como su apellido sino mapuche- ni, tampoco. de Cabrera

Todo esto mientras la policía de Río Negro, con el auxilio de la de Chubut, anunció haber detenido a los dos agresores. Que según los mapuches fueron enviados por la policía, pero una hermana de Garay también arrojó sospechas sobre los miembros de la Lof.

Lo cierto es que el violento racismo imperante en la Patagonia argentina (que es imperativo impedir trepe a las cotas existentes al otro lado de la cordillera) queda expuesto con las repetidas agresiones y atentados a la líder mapuche de Bahía Blanca, Olga Curipan, cuyos autores (a mi juicio obviamente vinculados al antiguo entramado represivo que se inició a mediados de los ’70 con la Triple A y continuó luego a toda orquesta durante la dictadura cívico-militar) dejaron en el lugar este volante:

El asesinato de Elias Garay

El asesinato de Elias Garay

Así como hay un racismo que suele pasar casi desapercibido (lo que se verificó, por ejemplo, en la muy distinta cobertura que tuvieron la desaparición de Santiago Maldonado y el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel) hay otro, tan tremebundo como éste. No creo que el gobierno de Adolf Hitler se hubiera atrevido a poner por escrito tantas sucias y soeces barbaridades, y menos que el invocado Seineldín los aprobara (*).

Escribe Osvaldo Jauretche:

Gonzalo Cabrera, herido. Elías Garay, asesinado. Dos mapuches, dos nombres hispanos, en la tragedia de Quemquemtrew. Muestra de la irracionalidad tanto de los ultras indigenistas como de antimapuches, ignorando los datos de una realidad inapelable. Hubo una expansión explosiva, económica, social y demográfica de Europa, que se derramó en América. La realidad de hoy es la que definía Manuel Ugarte: “Somos indios, somos españoles, somos latinos, somos negros, pero somos lo que somos y no queremos ser otra cosa”.

La invasión europea creó una nueva realidad, a costa de los perdedores en la conquista. No hay vuelta atrás. Pretender otra cosa es como exigirles a los turcos que se vuelvan a Mongolia. Pero como Ugarte, somos hijos de esa nueva realidad. Y negar los derechos de las comunidades indígenas es un insulto a nuestra condición de nacionales y populares. No podemos identificarnos como peronistas si no aplicamos la máxima de Evita: “Donde hay una necesidad hay un derecho”. Y no ignoremos que los muertos siempre los ponen los mapuches, como siempre los hemos puesto los peronistas. Y que los verdaderos intereses detrás de la caza de mapuches es la misma de los Menéndez, Braun y otros socios de los ingleses que se apropiaron de la Patagonia gracias a las políticas de la “pandilla del barranco”, como bien conocían en Londres a los porteños. Y al reparto de tierras que consolidó a la oligarquía terrateniente, regalo roquista.

Hagámonos cargo hoy, aquí y ahora, de la lucha por la justicia que anima a los defensores de los derechos indígenas sobre sus tierras ancestrales, en un espíritu de unidad en la diversidad.

Comparto su mirada. Se trata de hacer justicia con el pueblo mapuche, la única manera de dejar pedaleando en el aire a quienes quieren utilizar el conflicto para agudizar la ya casi completa extranjerización de la Patagonia. Y hacer justicia con los mapuches implicará necesariamente meterse con quienes avasallan la soberanía nacional. ¿Qué les parece empezar con Joe Lewis? Digo, como para calentar motores ¿no? ¿Acaso la Nación no puede hacer un camino para que el Lago Escondido sea accesible a todos los ciudadanos como indica la ley que Lewis se viene pasando por el tujes?

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(*) Cuando hace poco más de un siglo, al finalizar la 1ª Guerra Mundial, llegó una oleada de inmigrantes siriolibaneses, las notas editoriales de La Prensa y La Nación rezumaban parecido encono racista. Investigué el tema para la agencia Télam en los años ’90. A falta de aquellas notas recuerdo de memoria uno que, tratando de inmundos a los recién llegados que se habían refugiado de la intemperie debajo de las recovas de la avenida Leandro N. Alem, opinaba que peor aún que los árabes podían ser los chinos. ¡Qué diría el editorialista si viviera ahora! Seguro que ya no opinaría lo mismo, pero posiblemente vituperara a los bolivianos. Porque el racismo suele cambiar de objeto con facilidad. Así es como tantos fascistas judeófobos han pasado –como muchos supuestos cristianos pentecostales usamericanos– a idolatrar a un Israel manifiestamente militarista y racista.

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*Foto de portada: eldiario.com.ar

*Imagen de panfletos: pajarorojo.com.ar