Viernes 26 Abril 2024
La masacre de Santa María de Iquique, del 21 de diciembre de 1907
 
Por Alejandro DÍaz-17 de setiembre de 2021

La Matanza de Santa María de Iquique tuvo lugar el 21 de diciembre de 1907. En lo que hoy se asemeja a un balneario tropical, se agruparon más de 10 mil personas a manifestarse en contra de la opresión de un empresariado colonialista al servicio de la corona británica.

Las familias se sostienen de las manos, contenidos en abrazos y aupados. Las miradas se cruzan temerosas algunas, determinantes otras, algunas solidarias, otras internas, todas decididas a resistir el presente y a honrar la historia.

Desde 1880, luego de los sangrientos enfrentamientos contra peruanos y bolivianos, se consolióo la potestad chilena sobre la región. Las condiciones de vida son duras, el trabajo en las minas es esclavizante. Hacinamiento, hambre, falta de estructuras sanitarias o edilicias, son la norma. Las familias compuestas por los remanentes de bolivianos, peruanos y chilenos que sobrevivieron las guerras, congenian por sobre los intereses económicos y políticos de unos pocos que, robada la sangre de los jóvenes milicianos, exprimen la tierra y el pueblo.

Desde hacía semanas, las familias de la industria del salitral, se habían afirmado en la idea de la huelga, como herramienta de lucha en el reclamo por las reivindicaciones laborales. Hay que tener en cuenta que, en la región salitrera, al norte del actual Chile, el Estado no tiene prácticamente injerencia, a tal punto, que la moneda de cambio es la libra esterlina. Las patronales distribuyen cupones como salario que son utilizables solo en los establecimientos propiedad de los empresarios. El apremio físico y los abusos de poder de las milicias sobre las familias son institucionalizadas, y toda forma de organización sindical es coaccionada.

Algunos días antes de la matanza, durante una serie de hechos represivos comandados por el General Roberto Silva Renard, quien al servicio del presidente Pedro Montt se presentó en la región a pacificar la zona, un grupo de seis obreros son asesinados. Renard, que tiene para la época un historial de represión y muerte, es quien comandó la masacre del mitin de la carne y también la masacre de la oficina salitrera Chile. El 20 de diciembre se declara el Estado de Sitio en la región, y ahora sí, de manera violenta y genocida, el Estado chileno se hace presente.

El 21, el día de la matanza, miles de familias se reúnen en las inmediaciones de la escuela Santa María de Iquique, que lleva ese nombre por Domingo Santa María González, quien fue presidente del país hasta 1886. Muchos se agolpan dentro de la escuela, y allí esperan. Renard tiene ordenes de desalojar la zona y sin medir fuerzas dispone de un batallón equipado con armamento de guerra para llevar a cabo los objetivos. A las 15:30 horas llegó el ultimatum. Las familias dentro aguardan la embestida; nadie imaginaria la saña y la frialdad de los soldados.

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Primero abrieron fuego contra las personas que estaban sobre la azotea, luego avanzaron hacia el interior de la escuela; dentro, las corridas, los llantos, sumados a los gritos de los soldados y al humo de las detonaciones, hacen de la escena una imagen caótica. Cientos se abalanzan hacia las calles intentando evadir la frialdad de los soldados y el calor de las balas. Afuera el batallón apostado con metralletas abre fuego a mansalva. Las ráfagas mutilan, cortan, perforan y arrancan vidas de hombres, mujeres y niños por igual.

El parte oficial que firmaría Renard y que sería presentado a la sociedad y a la historia calcula alrededor de 150 víctimas. El número será discutido a lo largo de los años; y por medio de investigaciones y la exhumación de las fosas comunes, se aproximaría más, a unas 3.600 víctimas, que serían oficializadas en la Cantata de Santa María de Iquique compuesta por Luis Advis en 1968.

Advis atraviesa la historia hasta el pasado y trae al eterno presente las sensaciones y los hechos donde miles murieron el sacrificio de millones. La Cantata como se la conoce popularmente, surge dentro del movimiento de la Nueva Canción chilena, que cuenta con exponentes como Víctor Jara o Violeta Parra. Este nuevo estilo en la época, mezcla los sabores del folklore para darle vida a los movimientos sociales, juveniles y políticos de los 60,que en Chile confluirán, democráticamente, en una de las revoluciones más importantes del continente -considerando los antecedentes oligárquicos y conservadores de la británica costa chilena- bajo la presidencia socialista de Salvador Allende.

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Será el grupo Quilapayún el que hasta hoy, le de ritmo a la lírica, creando una obra compuesta de 18 actos que recorrer en un mismo relato las realidades de los oprimidos: "Verán castigos humillantes, un cepo en que fijaban al obrero por días y por días contra el sol, ni importa si al final se iba muriendo (...). También verán el pago que les daban, dinero no veían, solo fichas, una por cada día trabajado, y aquella era cambiada por comida. Se había acumulado mucho daño, mucha pobreza, muchas injusticias (...). Ya no podían más y seis tuvieron que pedir lo que debían".

El grupo Quilapayún fue perseguido y hostigado durante el régimen pinochetista, pese a que, en el momento del atentado al Palacio de La Moneda que daría inicio a la etapa militar de la dictadura chilena, se encontraban de gira por Europa, y lo que sería una serie de presentaciones se convirtió en una vida en el exilio. Mientras la censura de Pinochet prohibía sus canciones y sus discos eran destruidos, Quilapayún se abocó a regrabar sus canciones con las que difundían la tragedia latinoamericana de aquellos años.

En el caso de La Cantata fue el actor galo Jean Luis Barrault el que prestó la voz para las narraciones traducidas al francés por Julio Cortázar, que en el original habían sido interpretadas por el actor chileno Héctor Duvauchelle.

La historia marca que Advis no autorizó la traducción hecha por Cortázar e incluso alegaba que había realizado modificaciones en el texto, intentando adaptarlas a un nuevo idioma y a otra cultura, con las que él no estaba de acuerdo. El grupo Quilapayún sufriría una dolorosa separación en la que incluso habría litigios por la propiedad del nombre.

La historia de la Masacre de Santa María de Iquique refleja una tendencia de la época que prevaleció en el cono sur, donde las patronales al mando de los ejércitos regulares de los países avanzaban contra las ideas de construcción comunitaria que encontraban su expresión en los discursos anarquistas y comunistas de la época, pero no solo. Al igual que la historia de La Patagonia Rebelde, que fue llevada al cine por Héctor Olivera y protagonizada por Héctor Alterio, Luis Brandoni, Federico Luppi y Pepe Soriano, donde la matanza estatal también busca ser vengada.

En diciembre de 1914, el general Roberto Silva Renard es atacado por Antonio Ramón Ramón, según los datos de la época, un militante anarquista, que lo apuñalo por la espalda en reiteradas ocasiones. No logro asesinarlo, pero las heridas fueron severas y obligaron el retiro del genocida, quien finalizó su vida en 1920 en Viña del Mar.

La Masacre de Santa María de Iquique es uno de los antecedentes de las masacres de los años 60 y 70, en los que las grandes fortunas de la actualidad basaron sus planes de negocios, como demuestran las actuales investigaciones judiciales, por la responsabilidad empresarial en crímenes de lesa humanidad.

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La consolidación democrática no puede sostenerse cuando las fuerzas institucionales, militares o no, están bajo dominio de grupos concentrados de la economía que además fluyen sus recursos a modelos colonialistas. Hoy, más de 100 años después, Chile intenta nuevamente abandonar este modelo de opresión, y la violencia institucional al servicio del patrón se vuelve a expresar en las calles.

Otra vez las familias se abrazan a resistir el presente y a honrar la historia.

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*Foto de portada: memoriachilena.cl

*Foto 2: elsoldeiquique.com

*Foto 3: laizquierdadiario.com

*Foto 4: Wikipedia / Gral. Roberto Silva Renard