Sábado 20 Abril 2024
Represor uruguayo muere a los 81 años de edad
 
Por Jean Georges Almendras-26 de junio de 2021

Dejó de existir -a la edad de 81 años- en una sala del Hospital Militar, el militar retirado uruguayo José Nino Gavazzo luego de permanecer internado cerca de 20 días, en estado delicado. Un accidente cerebrovascular (derrame cerebral) causó su deceso, cuyo significado, a poco de cumplirse 48 años del golpe cívico-militar en el Uruguay, apunta (nos lleva, a todos quienes bregamos para que los responsables y partícipes de ese vil atentado a la democracia comparezcan ante la Justicia y para que se hallen -en predios castrenses- los restos de los casi dos centenares de desaparecidos) a que, más que nunca, se deban redoblar esfuerzos institucionales y ciudadanos, para llegar a las verdades del período dictatorial (entre 1973 y 1984) en el que las libertades y los derechos más elementales para una vida en democracia fueron brutalmente cercenados, con un saldo de muerte, sufrimientos y exilios, indescriptible y estrechamente ligado con un maquiavélico proyecto de dominio y sometimiento impuesto por aquellos días desde los Estados Unidos, no solo en el Uruguay, sino además en otros países del Cono Sur, en el marco de denominado Plan Cóndor, de cimientos netamente relacionados con el modelo económico que se buscaba implantar, a sangre y fuego. La muerte de los represores, como Gavazzo, nos distancia de la verdad y de los enterramientos, y ese es un asunto de nuestra vida nacional que no podemos darnos el lujo de dejarlo pasar por alto, especialmente si pretendemos que se haga justicia, al menos como sociedad democrática que se dice ser, desde filas gubernamentales, a menos que en tiendas de las fuerzas políticas oficialistas se abran las compuertas de la insensibilidad histórica para ser devorados fácilmente por las fauces de una hipocresía y una demagogia descollantes, con el afán de que urge (quizás para dar un espaldarazo a la cultura de la impunidad y a los represores, deambulando por entre nosotros) dar vuelta la página, sin más trámite.

La noticia del deceso de Gavazzo, de hecho, resultaría un duro golpe para quienes, desde el ámbito judicial todavía lo venían indagando en torno a diferentes causas, que con el correr del tiempo se fueron acumulando.

Este personaje, integrante de la casta militar uruguaya, además de haber generado un impacto mediático de proporciones (libros e informes especiales periodísticos, y hasta crisis de tenor político) debido a su personalidad y a su nefasta obra de represor, en todo el sentido de la palabra, prácticamente desde el primer momento que fue enjuiciado por la justicia, hace algunos años atrás, fue siempre considerado pieza clave en las investigaciones relacionadas específicamente con las múltiples violaciones a los derechos humanos, cometidas en tiempos de la dictadura cívico militar en el Uruguay, y en Argentina.

Todos los diarios y medios de comunicación del Uruguay se hicieron eco de la noticia y en todas las informaciones de las últimas horas, la figura de José Nino Gavazzo, aglutina un perfil y un historial, que en nada lo ubica como un militar abocado a defender la legalidad, la Constitución y las instituciones, sino más bien, a hacer todo lo contrario, dentro de un marco de criminalidad mafiosa, donde atentar contra la vida humana de quienes estaban presos (por sus ideas) era en él (en su rutina laboral) (y en su caudal ideológico) una moneda corriente, vistiendo (y representando) a la Fuerzas Armadas.

A modo de destaque, respecto a su proceder como represor, Gavazzo había sido condenado a 25 años de prisión por al menos 28 crímenes de lesa humanidad y esto fue en el 2009, junto a los militares retirados Gilberto Vázquez, Ricardo Arab, Jorge “Pajarito” Silvera y Ernesto Avelino Ramas, todos ellos imputados de delitos tales como “homicidio especialmente agravado”.

Pero en ese contexto sombrío (y del que ningún militar honesto y leal a la Constitución de la República se habría sentido orgulloso) Gavazzo pregonaba abiertamente haber cumplido con su deber y haber actuado correctamente, satisfecho de su conducta, en el ayer y aún en el hoy, cuando estaba siendo investigado, cuando estaba preso (al punto de escribir un libro en el que justificó su trabajo de represor) y cuando muy rara vez habló con el periodismo que él dio exclusivo acceso, ya sea para una publicación o para un reportaje.

Fruto de una cultura de la impunidad, instalada desde la salida de la dictadura en nuestra sociedad, hasta hoy, (y en la mayoría de los integrantes del sistema político que permitieron que eso sucediese) amparando a los represores dentro de filas de las FFAA y de la Policía, en el correr de los últimos tiempos a Gavazzo se le concedió la prisión domiciliaria, razón por la cual debió abandonar la cárcel de represores de la calle Domingo Arena, donde ellos, igualmente usufructuaban (y usufructúan) una infraestructura donde las comodidades predominan, inevitablemente, siendo que el recinto hace parte del Sistema Nacional de Rehabilitación del Ministerio del Interior, del que dependen todas las cárceles del territorio nacional, que hoy por hoy, en su gran mayoría, presentan condiciones edilicias y de convivencia, de extrema vulnerabilidad, donde las carencias alimenticias, sanitarias y de vida diaria, de las personas privadas de su libertad por delitos comunes (más de 13.000, en todo el país) son caóticas y no contemplan en los más mínimo los más elementales derechos humanos, con el agravante de la superpoblación carcelaria, como característica saliente del sistema penitenciario actual en el Uruguay, con algunas excepciones, en Montevideo y en el interior del país.

El militar retirado José Nino Gavazzo, estaba bastante alejado de esa realidad de sufrimientos carcelarios, como el resto de los represores, y dentro de ese marco, él, en particular, significaba, por ser quien era, un verdadero emblema de la represión en dictadura y de la omertá (el silencio y la manipulación propia de las acciones de contrainteligencia). Una omertá que acompañó y acompaña, casi religiosamente a todo el aparato represor latinoamericano, para beneficio de un sistema político y económico sirviente de poderes instalados en el Norte, blandiendo doctrinas y medidas tendientes al saqueo y a la destrucción de soberanías, bajo diferentes formas.

La faceta de la vida de represor de Gavazzo, que más escándalo significó recientemente (con repercusiones incluso dentro del sistema político y de la administración de Tabaré Vásquez) fue la difusión (y el conocimiento por parte de la opinión pública) de las actas del Tribunal de Honor, al que compareció y que permitió visibilizar que personalmente él (y de acuerdo a sus propias declaraciones al mencionado Tribunal) fue quien (como activo integrante de la OCOA, Organismo de Operaciones Antisubversivas) arrojó a las aguas del Río Negro, en el año 72, el cuerpo del joven militante tupamaro Roberto Gomensoro Hoffman, atado con piedras, después de una sesión de torturas de la cual participó, en una unidad militar de Montevideo. Cabe señalar que el joven Gomensoro Hoffman fue el primer preso de conciencia cuya desaparición fue admitida por parte de un militar uruguayo, en este caso Gavazzo, pero solo ante el Tribunal de Honor, y no ante la Justicia. Lo que Gavazzo, no supuso (bueno, eso suponemos) en que esas confesiones se filtrarían al gran público y a la gran prensa, desencadenando una crisis política dentro del gobierno del Frente Amplio, fundamentalmente porque ni los militares del Tribunal de Honor, ni el comandante del Ejército del momento en que el Tribunal le toma declaración a Gavazzo (nos referimos al hoy líder del partido Cabildo Abierto, general retirado Guido Manini Ríos) derivaron semejante información a la Justicia Penal, para que actuara en consecuencia, y en la oportunidad, y no después de que salieran a la luz las actas del Tribunal, por una circunstancia , si se quiere “fortuita”(las actas fueron acercadas a un periodista del diario “El Observador”).

También Gavazzo estuvo relacionado estrechamente a las investigaciones realizadas en torno al segundo vuelo del Plan Cóndor, al robo de dinero y a maniobras extorsivas a dirigentes detenidos en centro de reclusión clandestinos en Buenos Aires, sumándosele además, las causas de la joven argentina María Claudia García de Gelman, y la del maestro y periodista Julio Castro, e inclusive por su participación en los asesinatos y torturas de los legisladores uruguayos en Buenos Aires, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz y los jóvenes tupamaros Rosario Barredo y Willian Whitelaw. Pero al momento actual, en el que se produce su deceso, estaban en etapa de investigación otras causas: entre ellas las de las Muchachas de Abril, al tiempo que desde la Fiscalía especializada en delitos de Lesa Hunanidad se había solicitado su procesamiento por otros homicidios.

Gavazzo, significó mucho para las víctimas de la dictadura, como autor ineludible de tormentos y muerte en ambas márgenes del Río de la Plata, y representó para la represión un verdadero emblema. Hoy, su desaparición física es algo así como la crónica de una muerte anunciada, en el sentido de que ese desenlace nos acerca irrefutablemente a tomar conciencia, que la triste realidad de que los ciclos biológicos -imposibles de sortear- tercian vertiginosamente, a favor de los culpables del terrorismo de Estado, siempre y cuando las sociedades que se precian de democráticas, sigan aletargadas por las mieles de los individualismos y los egoísmos, haciendo la vista gorda a los genocidios y a los autoritarismos de la bota militar (con la complicidad de políticos despiadadamente insensibles a su condición de ciudadanos libres) para inflar aún más los efectos y las bondades de la cultura de la impunidad.

La muerte de José Nino Gavazzo, a solo dos años de cumplirse el medio siglo de la dictadura cívico militar en el Uruguay, es la demostración más cruda y más patética de que no podemos pasivamente aguardar que la muerte los lleve a ellos, a los represores, si acaso, porque dejarlo así, a la deriva, sería como traicionarlos a ellos, a nuestros desaparecidos y a todos quienes en resistencia popular fueron torturados o muertos, antes, durante y hasta después de los días del terrorismo de Estado.

¿Gavazzo se llevó secretos a la tumba? Estamos muy seguros que sí. Pero también estamos seguros que esos secretos, mejor dicho, quienes están bajo resguardo del típico silencio mafioso de la represión, más tarde o más temprano serán juzgados por la historia, y se hará justicia.

Porque el valor absoluto de la justicia no conoce ni de silencios ni de impunidades, ni de tiempos cronológicos. Conoce de conciencia y de coraje para la conciencia ciudadana, que no siempre va de la mano -muy lamentablemente- de la conciencia institucional.

Por eso mismo, a seguir en lucha. Unidos.

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*Foto de portada: Foto extraída de La Diaria (de archivo, setiembre de 2018), que pertenece a Federico Gutiérrez / José Nino Gavazzo en el juzgado de la calle San José de Montevideo